El daño moral del caso Marta del Castillo no se puede medir
La jueza ha tomado una decisión salomónica y por lo tanto injusta para las víctimas tras confesar el Cuco y su madre que mintieron
La jueza impide también declarar como testigo a Miguel Carcaño que podría ahora haber contado la verdad
La declaración de El Cuco y su madre es el golpe final para la familia de Marta del Castillo tras 13 años luchando
13 años de esperanzas frustradas y por fin la esperanza recuperada en este juicio. Así comenzaba el juicio al Cuco y a su madre Rosalía por falso testimonio en el juicio de los adultos, el juicio en el que Miguel Carcaño fue condenado por el crimen de Marta del Castillo. El Cuco declaró lo contrario a lo que siempre había contado, una mentira que distorsionó la sentencia y frustró las esperanzas de encontrar el cuerpo de Marta. Hoy esa familia que ha buscado sin descanso el cuerpo de su hija, encontrando resquicios en una investigación muy mejorable, impulsando su esperanza con pequeños hallazgos para luego caerse y volverse a levantar, hoy tenía esperanza. El Cuco tiene guardado el secreto y por fin iba a ser obligado a sacarlo.
El abuelo de Marta del Castillo, desolado
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Pero la jugada del Cuco y su madre de reconocer la mentira sin declarar, vuelve a sumir el caso en la oscuridad. El abuelo de Marta decía “no me lo esperaba”, no se lo esperaba nadie, y también decía que “muy bien por reconocer la mentira pero a nosotros nos importa un pimiento si va a la cárcel por mentir”. Porque solo quieren encontrar a Marta. La jueza ha tomado una decisión salomónica y por lo tanto injusta para las víctimas. Ante la no declaración de los dos imputados y el reconocimiento de los hechos, no permite que se practiquen pruebas, ni declaraciones de testigos. Nada excepto que declaren mañana los padres de Marta para poder medir el daño moral de tanta mentira, si es que se puede medir.
La desesperanza vuelve y con más fuerza si cabe. Ahora ya no podrán preguntar al Cuco si estuvo en el escenario del crimen. Claro que estuvo. Lo contó en la policía, en la reconstrucción con el juez. ¿Qué vio? Dijo que llegó y ya estaba muerta. Que tuvo una arcada y allí dejó su ADN cruzado con el de Marta. Y podrían preguntarle por qué el hermano de Carcaño le amenazó para silenciarlo. ¿Para ocultar qué? ¿Para ocultar que estaba allí cuando Marta murió? ¿Para evitar que le investigaran por si había tenido que ver con la muerte de la adolescente? Eso es lo que declaró Miguel en una de sus múltiples mentiras. ¿Mentiras? ¿Medias verdades?
Y si el Cuco no estaba en su casa durmiendo, no podrán preguntarle donde estuvo a la 1.30, o por qué llevaba un pantalón distinto de madrugada, ¿se cambió porque tenía sangre de Marta?. Y dónde escondieron el cuerpo de Marta. La sentencia lo sitúa con Miguel y un tercero sin nombre llevándose el cuerpo a algún lugar indeterminado. Y si su madre mintió para darle coartada, quizá también sepa dónde está Marta.
La jueza impide también declarar como testigo a Miguel Carcaño que quizá con el riesgo de ser acusado de mentir, podría haber contado la verdad. Era el momento. Lo habían trasladado de cárcel para estar cerca del juicio. Después de años de silencio, de no tener protagonismo, volvía a estar en los titulares. Había que intentarlo. Aunque fuera por medio de un careo que la abogada de la familia de Marta había pedido. El Cuco y Carcaño otra vez frente a frente. Pero no lo veremos. Y habrá que volver a rebuscar en la investigación para encontrar una grieta, otra más, que lleve a descubrir la pieza que falta, hasta encajar las piezas, hasta encontrar a Marta . Vuelta a empezar.