Ardor o una combinación de dolor, irritación o escozor, localizado en cualquier punto situado entre el monte de Venus y el ano, son algunos de los síntomas presentes en la vulvodinia, un término que la Sociedad Internacional del Estudio de Enfermedades Vulvares (ISSVD) definió, en 1983, como “una molestia crónica vulvar, caracterizada por pacientes afectadas de dolor urente, prurito, irritación o crudeza”.
Dos años más tarde, la ISSVD dividió esta patología en dos subgrupos: la vestibulitis vulvar y la disestesia vulvar. Finalmente, en 2003, esta misma Sociedad propuso una nueva clasificación en dos categorías distintas: dolor vulvar, asociado a problemas específicos, y vulvodinia, que puede ser generalizada, afectando a toda la vulva, o localizada, en un área concreta. Una enfermedad que persiste al menos durante tres meses, sin lesiones visibles y cuya mejoría de manera completa sucede, al menos, en el 70% de los casos.
El doctor Ignacio Cristóbal García, director del Instituto de Salud de la Mujer del Hospital Clínico San Carlos, asegura que el dolor vulvar crónico o vulvodiniaSu prevalencia no es bien conocida, aunque probablemente es más común de lo que generalmente se piensa”. Por término medio, según diferentes estudios, la incidencia de esta afección es del 17%, con rangos que oscilan en las distintas revisiones entre el 4 y el 27%. En cuanto a su prevalencia, definida esta como la presencia de un evento de vulvodinia, se estima que estaría entre el 10 y el 30%.
Emanuela Spagnolo, ginécologa adjunta y experta en Endometriosis y dolor pélvico de Vithas Madrid Arturo Soria, declara que para lograr un diagnóstico certero e instaurar un correcto tratamiento “se requiere un enfoque multidisciplinar. El dolor, el ardor o la irritación relacionados con la vulvodinia El tejido vulvar podría verse ligeramente inflamado o hinchado. La mayoría de las veces, la vulva parece normal”. Este trastorno afecta al ámbito sexual de las personas que lo sufren. La doctora Emanuela Spagnolo dice que “en los casos leves o moderados las pacientes todavía pueden tener relaciones sexuales, pero se quejan de ardor postcoital y de la pérdida de placer sexual. En los casos severos hay una incapacidad total de tolerar la penetración vaginal”.
Según la doctora Pilar Álvarez Álvarez, facultativo del Servicio de Ginecología y Obstetricia del Hospital Universitario Infanta Sofía, los varones también pueden sufrir este tipo de trastorno. “En este caso, podemos encontrar un síndrome similar incluido en el síndrome de dolor pélvico crónico, aunque con manifestaciones clínicas diferentes. Se define como un dolor, presión o malestar de carácter crónico que se localiza en la pelvis, el perineo o los genitales masculinos. Presenta una duración superior a 3 meses y no es debido a causas de sencilla explicación (infección, neoplasia o anomalía estructural). Este trastorno se denomina también prostatodinia prostatodiniay prostatitis no bacteriana (abacteriana) crónica, aunque no está claro de qué modo se relacionan los síntomas con la próstata”.
El director del Instituto de Salud de la Mujer del Hospital Clínico San Carlos asegura que aunque las causas que provocan este tipo de patología no son bien conocidas, “sí se han podido advertir una serie de factores asociados a la aparición de este tipo de trastorno, como son: traumatismos quirúrgicos; terapias abrasivas; traumatismos no quirúrgicos relacionados con algunos deportes (equitación, ciclismo); neoplasias como, por ejemplo, neurofibroma solitario; infecciones como herpes, HPV, etcétera; afectaciones neurológicas; espasmos musculares; y estrés.”
La incapacidad y desánimo de las personas que sufren vulvodinia vulvodiniaestá relacionada, según el doctor Ignacio Cristóbal García, “a que la mayoría han realizado multitud de tratamientos locales o sistémicos, mucho de ellos sin éxito, recurriendo a veces a varios ginecólogos, dermatólogos e incluso psiquiatras. El dolor engendra un gran sentimiento de abandono y de frustración terapéutica, que puede acabar perturbando la vida cotidiana y la relación de pareja”.
Para contrarrestar y evitar estos efectos en los pacientes, este experto aconseja que consulten con el médico de familia en cuanto padezcan los primeros síntomas. El director del Instituto de Salud de la Mujer explica que “el diagnóstico se basará especialmente en la historia clínica y las características del dolor. La exploración física constatará la presencia de unos genitales externos normales, o bien la presencia de cambios inespecíficos. En ocasiones será necesaria la práctica de pruebas de diagnóstico por imagen o de una electromiografía para descartar la existencia de una lesión neurológica. Por tanto, creemos que lo más importante es el inicio de la sospecha diagnóstica desde Atención Primaria”.
La experta del Servicio de Ginecología y Obstetricia del Hospital Universitario Infanta Sofía apunta que, una vez realizado el diagnóstico definitivo de esta patología, “el manejo será multidisciplinar, acorde a la localización e intensidad de la sintomatología. Dado que es una afección crónica, en la que los síntomas se controlan, pero pueden ser continuos y caracterizados por períodos de remisión y exacerbación, uno de los objetivos del tratamiento es establecer expectativas realistas”.
Es importante ayudar a la mujer a entender que la mejora puede ser un proceso lento dado que, según la doctora Pilar Álvarez Álvarez, “no existe un tratamiento único”. Encontrar la terapia adecuada puede requerir algo de prueba y error, tiempo y paciencia”. En su opinión, los objetivos fundamentales del abordaje terapéutico en pacientes con vulvodinia son: reducir el dolor, mejorar la calidad de vida y recobrar la función sexual, si ésta se encuentra afectada. Para alcanzar estos objetivos, esta especialista detalla cómo debería ser el manejo y tratamiento de este trastorno:
En cuanto al uso de la fisioterapia en el tratamiento de este trastorno, la doctora Emanuela Spagnolo considera que “en muchos estudios se ha demostrado que es muy eficaz para disminuir y controlar el dolor. La electroestimulación con biofeedback y otros ejercicios específicos se realizan con el objetivo de corregir el tono de la musculatura del suelo pélvico. Otra técnica muy efectiva para el control del dolor es la estimulación transcutánea (TENS)”. Una opinión con la que coincide la experta del Hospital Universitario Infanta Sofía, quien afirma que, “de acuerdo con múltiples asociaciones médicas, recomendamos la fisioterapia del piso pélvico como tratamiento primario debido a los numerosos estudios que demuestran la eficacia del tratamiento”.
Explica Pilar Álvarez Álvarez que “las mujeres con vulvodinia y dolor sexual suelen presentar puntos gatillo miofasciales y aumento de la tensión muscular en los músculos de la pelvis, el abdomen, la espalda y el suelo pélvico. La hipertonicidad es el resultado de una mayor inflamación de los tejidos, una perfusión alterada y patrones neuronales anormales, todo lo cual contribuye a la restricción muscular y la movilidad disminuida en estas áreas. La fisioterapia del suelo pélvico implica una variedad de modalidades, que incluyen la movilización y estabilización pélvica y central; movilización del tejido conjuntivo, visceral y neural; liberación de puntos gatillo miofasciales internos y externos, biorretroalimentación y estimulación eléctrica”.
Por su parte, Cristina Torres, fisioterapeuta en la Escola Universitària de la Salut i l´Esport (EUSES Universitat de Girona, considera que dependiendo de las causas, localización o tipo de vulvodinia, entre otros factores, “el tratamiento debe basarse en la administración de fármacos, anestésicos locales, bloqueos nerviosos, biorretroalimentación, terapia cognitiva, osteopatía, fisioterapia o cirugía en casos severos. Además, cualquiera de los tratamientos anteriores debe acompañarse de terapias complementarias, como la acupuntura, y de medidas higiénicas, como no utilizar ropa interior y pantalones ajustados o usar jabones suaves y sin perfumes”.
En general, para muchos expertos relacionados con el diagnóstico y tratamientos de la vulvodinia, la fisioterapia se revela como una terapia beneficiosa en el manejo de este tipo de trastorno. Cristina Torres declara que, con este tipo de intervenciones, “la congestión pélvica existente disminuye al aumentar el flujo sanguíneo en la zona, se normaliza el tono muscular del suelo pélvico circundante a la vagina, vulva y recto, al liberar el tejido de adherencias y restricciones tisulares y aumentar la flexibilidad de los mismos. Sin olvidar la disminución del dolor. Estos cambios conducen a una mejor función sexual al mejorar el vaginismo y dispareunia”.
En cuanto a la curación total de la vulvodinia, los expertos aseguran que conseguir una curación del 100% es muy difícil de lograr. “Generalmente, se consigue una mejoría completa o cura en el 70% de las mujeres”, afirma la doctora Pilar Álvarez Álvarez. Existen varios hechos que contribuyen tanto a la falta de curación como a las recaídas, según explica: “en primer lugar, muchas pacientes permanecen sin diagnóstico y, por consiguiente, sin tratamiento durante años.
Y, en segundo lugar, desconocemos el factor o factores causales, por lo que no podemos intervenir en la noxa inicial. Finalmente, el tratamiento óptimo es aún desconocido, siendo la mejoría lenta y gradual, pudiendo incluso algunos tratamientos empeorar la sintomatología”. Pese a todo, concluye el facultativo del Servicio de Ginecología y Obstetricia del Hospital Universitario Infanta Sofía, “a pesar de la situación de desconocimiento, es importante transmitir a las pacientes que presentan este cuadro que el dolor es completamente real y no fruto de su imaginación, ya que con frecuencia estas mujeres tienen niveles más altos de ansiedad, somatización y angustia psicológica”.