Alejandra, Belén y Leire hablan abiertamente del maltrato psicológico que sufrieron en la adolescencia
A través de sus testimonios, Alejandra, Belén y Leire nos ayudan a responder las dudas más frecuentes sobre la violencia de género en adolescentes
Según una macroencuesta española, el 25% de las chicas de entre 16 y 17 años ha sufrido violencia psicológica o de control
Marina Pinilla, psicóloga, describe las red flags que indican que hay maltrato psicológico en tu relación
Alejandra tenía 15 años cuando empezó a salir con su primer novio serio. Fue la primera vez que se enamoró y la primera vez que se dio cuenta de que el amor no lo puede todo. Posesividad, celos y una constante sensación de vigilancia por parte de su pareja hicieron que la joven cordobesa, que ahora tiene 24 años, dejase de lado a sus amigas, ocultase lo que ocurría a su familia y convirtiese a su maltratador en su único referente.
“Nadie me decía que era maltrato porque nadie sabía que era maltrato”, relata, y al preguntarle el motivo por el que no lo sabían explica que, por un lado, ella lo ocultaba, pero también se normalizaba en su grupo de amigas. “Al principio les contaba cosas. Si discutíamos y tal, pues me desahogaba con ellas, pero le quitaban importancia a situaciones que yo creo que si no eran maltrato propiamente dicho, eran el antecedente”. Por ejemplo, que su pareja le revisase el móvil, que se pusiese celoso de otros chicos cuando hablaban entre clase y clase, o que quedase con sus amigas porque “estaba desatendiendo la relación”.
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La violencia de género es muy sutil y difícil de identificar en edades tempranas, sobre todo cuando se materializa en agresiones psicológicas y emocionales. Que tu pareja te insulte, te ridiculice, decida por ti o te haga sentir miedo. Que controle tu móvil porque “debes confiar en él”, conozca todas tus contraseñas y supervise cada parcela de tu vida. Que te haga sentir culpable por tener amigas, por dedicar tiempo a tu familia o por quedarte en casa en vez de salir con él. Todas estas manifestaciones del maltrato conforman la base de un iceberg en el que la punta es la violencia física.
Según la Macroencuesta de Violencia de Género del Ministerio de Igualdad (2019), el 16,7% de las adolescentes de entre 16 y 17 años ha sufrido violencia emocional, y el 24,9% violencia psicológica o de control. Como vemos, Alejandra no es un caso aislado.
Entender la gravedad de su testimonio es muy importante, ya que demuestra lo normalizada que está la violencia de género no física en nuestro país, sobre todo durante la adolescencia.
Cómo es la violencia de género en la adolescencia
Cuando pensamos en la adolescencia y en el amor durante esa etapa, todo es intenso. Esto se debe en parte a ciertos mitos como que necesitamos una persona que nos complemente, que quien se desea se pelea o que los celos demuestran que le importas a tu pareja. No es cierto. En una relación no hay cabida para el sufrimiento, no se pueden justificar las faltas de respeto y tampoco debemos sentirnos atraídos por la posesividad o el control de nuestra pareja. Que sienta celos no significa que te quiera más o menos, significa que te ve como su posesión y no como una persona libre con la que compartir su vida.
“Disfrutaba viéndole celoso”, recuerda Belén, de 18 años. “A veces incluso le picaba para que se pusiese así. Por eso cuando todo fue a más me sentí culpable. He llegado a pensar que yo provoqué el maltrato”, reconoce. La joven mallorquina mantuvo una relación intermitente con su expareja desde los quince años, siendo él siete años mayor que ella. “Yo también me ponía celosa, pero la que renunciaba a todo era yo. Todos los veranos me iba al pueblo y era el mejor momento del año. Él empezó a hacerme sentir culpable para que no fuera”, explica haciendo referencia al chantaje emocional, una forma de violencia de género. “Decía que le daba miedo que me olvidase de él en verano, que seguro que conocía a alguien mejor, que cómo podía divertirme sin él cuando él estaba fatal si se quedaba solo… Luego era mentira, porque cuando yo no estaba, se iba de fiesta y hacía de todo. Pero aun así yo cedí y estuve dos veranos sin pisar el pueblo”.
“Luego estaba el tema del móvil. Tenía todas mis contraseñas. Vigilaba a quién tenía en mejores amigos, tenía iniciada mi sesión de WhatsApp desde su ordenador para ver con quién hablaba. Lo sabía todo de mí. Si me escribía alguna amiga diciendo algo mínimamente malo o raro, lo borraba súper rápido y me pasaba semanas con pánico por si él lo había visto. Porque esa es otra, aprovechaba y encontraba el mejor momento para sacarlo y echármelo en cara”, nos relata. “Y si por un casual me llegaba alguna petición de seguimiento o de mensaje a Instagram de algún chico, él le bloqueaba sin decírmelo o me insultaba. Me decía cosas como que yo disfrutaba siendo la guarra del pueblo, que me encantaba la atención pero iba de mosquita muerta, o que todo el mundo iba rumoreando que yo era una chica fácil. Era mentira, pero jugaba conmigo para que me preocupase por lo que pensaban los demás y me volviese súper sumisa”.
Tras los insultos llegaban las disculpas, reflejando a la perfección el ciclo de la violencia de género descrito por el informe ‘No es amor’ de la ONG Save The Children.
- Primero se produce una acumulación de tensión. Surgen pequeños conflictos en la relación, pero una de las partes reacciona de forma extremadamente hostil. Durante días, semanas o meses le echa cosas en cara a su pareja, le hace el vacío o castiga con su silencio, suelta pequeños comentarios hirientes, le controla más de lo normal y convierte la relación en algo tenso. La víctima de esta hostilidad intenta calmarle, no dice ni hace nada que pueda sentarle mal y quita importancia a lo que ocurre.
- Tras la tensión acumulada se produce la explosión de la violencia. Es una fase muy breve en la que el agresor pierde el control y ataca a la víctima. Es importante señalar que durante la adolescencia la violencia no siempre es física, pero sí puede expresarse de otras formas: sexualmente, y mediante insultos o humillaciones.
- Después de la violencia llega la luna de miel o arrepentimiento. El agresor jura que no va a volver a suceder, que ha perdido los nervios y que ha actuado así movido por el amor y la protección. Puede incluso culpabilizar a la víctima de una forma sutil. Ella le acaba perdonando, comenzando una nueva fase de acumulación de la tensión.
A medida que la relación avanza la tensión es más insostenible, las explosiones de violencia más habituales y la fase de luna de miel más breve.
Las secuelas del maltrato adolescente
Al sufrimiento inherente que provoca el ciclo de la violencia de género se suman las consecuencias a largo plazo que pueden sufrir las víctimas.
“Sabes que es algo que pasa, pero no piensas que te pueda pasar a ti y menos con 16 años”, reflexiona Leire, de 21 años. La joven de Oviedo fue maltratada por su pareja durante su adolescencia, provocando fuertes secuelas que arrastra a día de hoy. “Con 18 años me fui a la universidad y le dejé. Él me amenazó y tuve que contárselo a mis padres. Un tío mío que es abogado le mandó una carta y ahí se asustó y no me volvió a escribir, pero yo todavía tengo miedo cuando veo a alguien que se parece a él por la calle, cuando me llega un mensaje privado de un desconocido a Instagram o cuando tengo una llamada de algo de publicidad por si es él”, nos confiesa.
Con 19 años, Leire comenzó a recibir terapia psicológica, pero tras sentirse juzgada por su psicólogo decidió dejarlo y lo ha retomado este año con una terapeuta experta en violencia de género. “Sobre todo estoy trabajando en el miedo a que me vuelva a pasar. Me costó tanto verlo venir, que me da miedo que otra persona pueda hacerme lo mismo sin darme cuenta hasta estar ya dentro”, relata. “La culpa también hace mucho daño. Hay una parte de mí que todavía sigue pensando que provocó el maltrato. Cada día es más pequeña, pero sigue estando”.
Como la joven explica, las consecuencias de la violencia de género hacen que en muchos casos sea necesaria la intervención de un profesional.
- A corto plazo las víctimas de maltrato pueden sufrir ansiedad generalizada, ataques de pánico, miedo constante, falta de autoestima, depresión, ideaciones suicidas, autolesiones y síntomas físicos como dolores de estómago o de cabeza.
- A largo plazo estos síntomas se mantienen y se añaden otros, como problemas inmunológicos, endocrinos, respiratorios, cardiovasculares o ginecológicos causados por la ansiedad mantenida en el tiempo. También es habitual el consumo de drogas, las dificultades en las relaciones afectivo-sexuales y la desconfianza hacia otras personas.
Las red flags de la violencia de género en jóvenes
Algo que preocupa a los expertos es la falta de autopercepción de las adolescentes maltratadas como víctimas y de los adolescentes maltratadores como agresores. No son conscientes de que algo va mal, de que hay violencia, de que eso no es amor. Sin embargo, esto es extrapolable a toda la población adolescente, tal y como señaló el estudio ‘Percepción de la violencia de género en la adolescencia y la juventud’ de 2015. Al preguntarles si creían que el maltrato era algo habitual el 87,3% de los adolescentes varones dijeron que no, y el 88,6% de las adolescentes mujeres dijeron que sí.
La gran pregunta es qué podemos hacer para que los jóvenes sean conscientes de la violencia de género. El primer paso es, sin duda, aprender a identificar los indicios de la violencia psicológica:
- Hipervigila tus redes sociales. Si detecta algo que no le gusta (un comentario, un me gusta, un nuevo seguidor) te hace sentir culpable.
- Intenta aislarte. Te dice que tus amigas están celosas de la relación, que tus padres no te entienden, que tus amigos sólo te hacen caso para enrollarse contigo… Lo que sea con tal de que te quedes sola para poderte manipular más fácilmente.
- Resta importancia a otras áreas de tu vida para ser tu prioridad. Tus estudios, tus hobbies, el tiempo que dedicas a tu mascota… Todo lo que no sea pasar tiempo con él está mal. Te hace sentir culpable por tu autonomía.
- No le gusta que des tu opinión sobre las cosas. Cuando lo haces te mira mal, se burla de ti o utiliza argumentos muy enrevesados para demostrar que él es más inteligente que tú y así hacerte sentir inferior.
- Revisa tu forma de vestir. No le gusta que utilices ciertas prendas de ropa, que te maquilles de cierta forma o que te hagas ciertos peinados. Utiliza excusas de todo tipo. Que le gustas más natural, que si te pintas mucho vas haciendo el ridículo, que con ropa corta vas buscando la atención de los demás chicos… Cualquier cosa con tal de moldearte a su antojo.
- Se burla de ti. Según él, “eres demasiado sensible”, “exageras” y “te tomas las bromas muy a pecho”. Cuando alguien te quiere no necesita hundir tu autoestima con comentarios hirientes enmascarados de humor.
- Te presiona sexualmente. Por ejemplo, para mantener relaciones, para no usar preservativo o para realizar prácticas que a ti no te hacen sentir cómoda.
- Decide por ti. Aunque sea en pequeñas cosas sin importancia, tu pareja necesita ser el que tome la decisión. De esta forma ejerce control sobre ti.
- Te envía mensajes amenazantes. Esto es muy habitual después de una discusión, y las amenazas pueden ser muy variadas. Por ejemplo, te dice que te va a dejar, que se va a quitar la vida si no vuelves con él, o que va a filtrar fotografías íntimas tuyas.
- Te hace sentir miedo. La mayor red flag es que tu pareja te haga sentir ansiedad. Si cada vez que te llega un mensaje tuyo tienes pánico de lo que te pueda decir, déjale y pide ayuda a tus amigos, profesores, padres o autoridades.