Corría la década de 1909 y España distaba mucho de lo que ahora mismo es. Las mujeres no tenían apenas derechos, ni siquiera a voto, y su vida se veía restringida al hogar. Cocinar, limpiar, coser y mostrar una apariencia pasiva ante sus maridos era su único cometido, y si te desviabas de ese camino impuesto tenías que atenerte a las consecuencias.
Celia García Díaz quiso conocer más a fondo esas repercusiones a las que se enfrentaban las mujeres y poco a poco comenzó a investigar. ¿El resultado? Una tesis doctoral galardonada con el Premio Nacional a la Mejor Tesis de la Historia de Medicina 2020 en la que ha desmantelado los abusos contra mujeres entre 1909 y 1950.
Todo comenzó en el Hospital Civil de Málaga, concretamente en el pabellón 20, un área que se inauguró en 1909 y que encarceló entre sus paredes a más de 800 mujeres durante la primera mitad del siglo, de las cuales una gran parte eran menores de edad. Estas mujeres no padecían ningún trastorno que requiriese tratamiento; algunas simplemente habían sido descubiertas robando alimentos para sus familias, otras se encontraban totalmente traumatizadas por haber presenciado situaciones cruentas durante la Guerra Civil, y en algunos casos los maridos querían ingresar a sus mujeres por motivos económicos, para poder quedarse con su dinero. También se pueden encontrar en los informes psiquiátricos alusiones a la menstruación, a embarazos indeseados o al ateísmo como motivos para patologizar e ingresar a estas mujeres contra su voluntad.
Rápidamente se les etiquetaba como enfermas y se les asignaba al pabellón 20, en el que eran sometidas a diferentes técnicas de control de conductual así como auténticas atrocidades médicas. Por ejemplo, la malarioterapia, que consistía en inocular el parásito que provoca la enfermedad con el objetivo de mejorar la salud mental de estas mujeres. También era habitual someterlas a terapia electroconvulsiva (electroshock) sin apenas medidas de seguridad y, sobre todo, sin la privacidad. En público, frente a todas sus compañeras y provocando un clima de pánico colectivo, así se “curaba” a estas pacientes o, mejor dicho, reclusas.
Con el apoyo de Isabel Jiménez-Lucena, directora de la tesis, Celia García Díaz analizó las cartas de las mujeres ingresadas y los informes en los que se reflejaban estos abusos. “CCM fue llevada al manicomio por la comisaría de vigilancia y acompañada por su marido, que relató lo sucedido. Ella había tenido un bebé que precisaba un tratamiento, pero no tenían medios para pagarlo. Le pidió dinero a un tío suyo adinerado, que se lo negó. A los dos meses el niño falleció y ella amenazó de muerte a su tío, motivo por el cual fue detenida y llevada al manicomio. Permaneció ingresada desde el 8 al 25 de noviembre de 1949 donde se le aplicó tratamiento con electrochoques”, relataba uno de los archivos. “MSM ingresó en 1935 y fue diagnosticada de esquizofrenia, fue descrita por su marido así: Rarezas. Se va a la calle. Caprichosa. No quiere estar en la casa. Trabaja cuando le parece”, recogía otro de los documentos.
Tal y como explicó Celia García en una charla emitida por el canal de YouTube de la Asociación Española de Neuropsiquiatría (AEN), este tipo de sucesos no eran algo aislado. Durante la primera década del siglo XX era habitual que mujeres socialistas y republicanas fuesen apresadas, sobre todo cuando expresaban su ideología de forma abierta.
Un ejemplo es el experimento de ‘Las mujeres rojas’, en el que Antonio Vallejo-Nájera, psiquiatra del régimen franquista, sometió a 50 reclusas a un interrogatorio sobre sexo y religión para demostrar la mentalidad perversa de la izquierda. En su búsqueda del 'gen rojo' colaboró con científicos alemanes, torturas de por medio, para analizar el origen del marxismo, el comunismo y cualquier ideología lejana a la que imperaba en aquel momento.
Si bien los sucesos recogidos en la tesis 'Mujeres, locura y psiquiatría' parecen muy lejanos en el tiempo, la violencia ejercida contra las personas psiquiatrizadas, especialmente las mujeres, se sigue reivindicando hoy en día. Muestra de ello es la manifestación del Orgullo Loco llevada a cabo el 29 de mayo en el que se condenaba el uso de contenciones mecánicas y farmacológicas, la infantilización y las vejaciones en las áreas de salud mental. Pero, ¿pasará un siglo hasta que condenemos lo que sucede hoy en día con la misma severidad con la que denunciamos las atrocidades acontecidas en el pasado?