Las secuelas psicológicas de la segunda ola del coronavirus: 5 jóvenes nos cuentan cómo lo están viviendo
Tristeza, ansiedad, soledad... Esther, Lola, Raúl, Carolina y Hugo comparten las consecuencias psicológicas y anímicas que les está provocando la pandemia por el Día Mundial de la Salud Mental
La segunda ola ha provocado fuertes secuelas psicológicas y el porcentaje de personas con trastornos mentales ha pasado de un 8% a hasta un 20%. ¿Está siendo más difícil de soportar a nivel psicológico?
No sabemos cuando acabará la pandemia, pero psicológicamente no podemos más y por eso es importante adoptar medidas para proteger nuestra salud mental
El aislamiento y la incertidumbre por nuestro futuro son los protagonistas del Día Mundial de la Salud Mental más importante de la última década, y es que 2020 ha sido un año crítico. La pandemia del coronavirus ha cambiado nuestra forma de entender las cosas, empezando a valorar no solo la salud física, sino también la psicológica.
La ansiedad mantenida durante un largo periodo de tiempo no es sana, y en España llevamos desde el 15 de marzo con los nervios a flor de piel. Desde aquel decisivo martes en el que comenzó el estado de alarma hasta hoy, 10 de octubre, hemos aprendido a lidiar con el miedo, la soledad, el duelo y la tristeza.
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Cuando por fin pudimos volver a salir, llenamos las calles y las terrazas –en algunos casos de forma imprudente, todo hay que decirlo–, pero algo había cambiado. La preocupación se notaba en el aire, pero también en las cifras: el porcentaje de personas con trastornos mentales aumentó de un 8% a entre 15 y 20% a comienzos de verano. Así lo explicaba Carlos Losada, portavoz de ANPIR (Asociación Nacional de Psicólogos Clínicos y Residentes).
Los trastornos líderes: ansiedad y depresión
Según la ONU, la ansiedad y la depresión se han convertido en un problema más a la enfermedad por coronavirus. Pero ojo, no es algo que se pueda explicar aludiendo a la biología. Para entender por qué surgen estas secuelas psicológicas debemos prestar atención al contexto.
Te empiezas a encontrar mal, llamas a tu centro médico, te hacen una prueba (en el mejor de los casos) y finalmente das positivo. ¿Qué sucede entonces?
Inevitablemente empiezas a pensar en todas las noticias que has leído sobre muertes o secuelas aparentemente crónicas. Te preocupas y te aíslas, porque lo primordial es proteger a tus seres queridos. Estás cansado, agobiado y con la energía por los suelos. Lo más normal del mundo es venirte abajo psicológicamente.
Aunque solo es un ejemplo aislado, es lo que le ha sucedido a un tercio de los pacientes con coronavirus, llegando a desarrollar ansiedad generalizada, trastorno depresivo o ambas condiciones.
¿Cómo lo están viviendo los jóvenes?
Una vez más, la generación 'millennial' ha sido una de las grandes damnificada por la pandemia' . La precariedad aumenta y los jóvenes se sienten en tierra de nadie.
“Mi novio y yo llevamos trabajando desde que se decretó el estado de alarma”, comparte Esther, de 26 años. “Por mucho que le quiera, pasar tanto tiempo juntos me ha hecho perder parte de mi autonomía. También peleamos más porque estamos todo el día juntos. Eso pasa factura y aunque esté acompañada 24 horas, me siento más sola que nunca”.
En el caso de Lola, de 24 años, la pandemia llegó con un email de despido. “Trabajaba para una página web y al principio de la pandemia cayeron las visitas. A las tres semanas de estado de alarma, me despidieron”, recuerda Lola. “Estaba sin trabajo, pero con la factura del alquiler, la tasa de autónomos y la declaración trimestral. Tuve que pedir dinero a mis padres porque me quedé en números rojos”.
En julio Lola encontró trabajo y ha sido ahora, en octubre, cuando por fin ha podido invertir sus ahorros en un psicólogo. “Llevo necesitando terapia desde marzo, pero no he podido permitírmelo hasta ahora. Me han diagnosticado Trastorno de Ansiedad Generalizada”.
Cinco jóvenes explican cómo se sienten
Raúl, de 19 años, ha vivido el coronavirus en plena etapa universitaria. “Siento que el curso pasado he perdido el tiempo. Las clases online han sido una vergüenza y me noto muy perdido en cosas que ya debería saber”, confiesa. “Pensaba que con todo el verano de por medio, las universidades se habrían puesto las pilas. Pues no, y muchos estudiantes tenemos una mezcla de rabia, de impotencia y de preocupación. Nos sentimos perdidos y vemos el futuro supernegro”.
“La gente se piensa que como ya no estamos confinados, el coronavirus no existe, pero la gente sigue muriendo”, comparte Carolina, de 25 años. En su caso, la pérdida de un familiar ha marcado un antes y un después. “Cuando alguien cercano muere y luego ves a la gente sin mascarilla o incluso manifestándose negando el coronavirus, te encabronas. Es muy frustrante y te dan ganas de discutir, pero sabes que no servirá para nada”.
Hugo tiene 24 años y depresión diagnosticada desde agosto. “Antes pensaba que trabajar en casa era lo más cómodo del mundo. Ahora estoy hecho polvo. Estoy en un piso enano con ventanas más enanas todavía, y ya no aguanto más”, comenta con rotundidad. “Hay días que trabajo desde la cama porque no tengo fuerzas, y lo peor es que no me concentro porque ya es demasiado tiempo aguantando esta mierda”.
¿Cómo gestionar las secuelas psicológicas de la segunda ola?
No sabemos cuanto tiempo queda hasta que surja una vacuna y la pandemia se frene. Lo que sí sabemos es que psicológicamente no podemos más, y por eso es importante adoptar medidas para proteger nuestra salud mental.
- Huye de consejos buenrollistas. Una cosa es colgar una pancarta en el balcón en la que ponga “todo va a salir bien”, y otra invalidar cualquier emoción desagradable. Tienes derecho a estar triste, nervioso, preocupado o enfadado de vez en cuando, y nadie puede negar ni minimizar lo que sientes.
- Busca reforzadores. Es muy fácil entrar en el bucle de “me quedo en casa y voy de la mesa de estudio al sofá, y del sofá a la cama”. Rompe con esa rutina e introduce reforzadores en tu día a día. Cada día haz algo que te proporcione placer y que te haga sentir realizado: un paseo, leer en el parque, tomar algo con algún amigo (con distancia y prudencia, obviamente), etc.
- Cuida tus hábitos. Ahora más que nunca, las rutinas de alimentación, ejercicio y sueño son de vital importancia. ¿Significa eso que tienes que contar calorías, matarte a hacer deporte y madrugar hasta los domingos? ¡Ni de coña! Evita cualquier recomendación que te haga sentir ansiedad ante determinados alimentos o que te haga odiar tu físico.
- Distráete con hobbies sencillos. Si tu casa es más sosa que la sala de espera de un aeropuerto, compra alguna planta. Dedica un ratito cada día a cuidarla y a informarte sobre jardinería. Y si las plantas no te van, también puedes dibujar, hacer yoga, mejorar tus dotes culinarias, coser, etc. En definitiva, busca una afición que sea fácil de llevar a cabo y que te permita evadirte en momentos de estrés puntual.
- Pide ayuda psicológica. ¿Sabías que en la Seguridad Social hay psicólogos? Si la respuesta es sí, enhorabuena, pero gran parte de la población española desconoce que tiene este gran recurso a su alcance. Habla con tu médico de cabecera y pídele que te derive a salud mental. Si no exigimos mejor atención psicológica en el área pública, nunca aumentará el número de psicólogos clínicos y las listas de espera seguirán siendo eternas. Por eso es importante conocer nuestros derechos.