La diferencia de edad en el amor ha sido explotada hasta sus extremos en todas las formas de arte. Canciones como 'Treinta y tres' de La Costa Brava, literatura clásica como 'Lolita' de Nabokov y prácticamente la filmografía de Woody Allen al completo son muestra de ello. Pero, ¿qué tienen este tipo de relaciones que enganchan y generan polémica a partes iguales?
Las relaciones con el obstáculo de la edad no son algo que se pusiese de moda en los 90, sino que se han producido a lo largo de toda la historia. Eso sí, la mayoría de las veces la asimetría se vencía hacia un lado de la balanza: los hombres eran los mayores. La juventud en la mujer es algo que siempre se ha valorado por encima de otras cualidades, y si bien los hombres en la historia tenían el privilegio de poder permanecer solteros todo el tiempo que se les antojase, las mujeres necesitaban un marido para poder seguir desenvolviéndose tras independizarse.
Si bien esto ha cambiado con los años –¡y menos mal!–, todavía hay culturas que tienen enraizada esta costumbre. Los matrimonios concertados entre hombres mayores y adolescentes o incluso niñas son una práctica habitual en países como Nigeria, Chad, Malí, Bangladés, Guinea, República Centroafricana, Afganistán, Yemen, Pakistán y algunos estados norteamericanos.
Dejando de lado los casos en los que una niña o adolescente se ve forzada a casarse o mantener relaciones con un adulto, nos topamos con una situación que tampoco está exenta de polémicas: cuando hay atracción, pero una de las personas es menor de edad.
A muchos nos sonará esta historia por nuestros padres y abuelos, que en algunos casos tienen diferencias de edad de 10 años o más, o incluso nosotros mismos. No podemos elegir de quién nos enamoramos, aunque la ley sí que tenga una opinión al respecto.
En España, la edad de consentimiento legal para mantener cualquier típico de relación con connotación sexual es de 16 años. Esto significa que mantener relaciones sexuales con una persona menor de esa edad o incluso practicar sexting, hacer comentarios subidos de tono y reenviaros fotografías eróticas, es considerado un delito.
¿Y qué pasa si una persona de 15 años y una de 17 años se gustan y son pareja? Según el Código Penal, se considerará un abuso sexual si hay engaño o una posición de poder, confianza o influencia sobre la víctima. En otras palabras, no pasa nada si dos amigos de cursos diferentes se enamoran y acaban siendo pareja. El problema se produce cuando uno de ellos utiliza la diferencia de edad y sobre todo de madurez para coaccionar, intimidar o convencer a la otra persona de mantener relaciones sexuales de algún tipo.
Entonces, ¿una vez cumplidos los 16 años hay vía libre para salir o acostarte con quién quieras? Aquí la ley deja de tener relevancia, pero entran en juego otros factores.
En primer lugar, el concepto de grooming. Esta práctica tan habitual en la era de las redes sociales consiste en que un adulto se gane la confianza de una persona menor de 18 años para sexualizarla. ¿Cómo? Convenciéndole de que es “muy madura para su edad”, soltando comentarios sexuales muy sutiles para comprobar la reacción de la otra persona o interesándose por las primeras experiencias de su víctima. El último eslabón del grooming es obtener fotografías sexuales explícitas y quedar con el menor de edad para mantener relaciones.
Si bien en España hay una cifra que marca la mayoría de edad, debemos tener en cuenta que el desarrollo no es una cuestión de todo o nada. En otras palabras, cuando cumples los 18 años no te conviertes por arte de magia en un adulto capaz de tomar decisiones totalmente racionales al que es imposible coaccionar o influenciar (a veces esto no se logra ni a los 30 años). Por eso es muy importante el papel del grooming en las relaciones con una gran diferencia de edad en la que una de las partes acaba de cumplir los 18 años.
Pongámonos en situación. Acabas de empezar la universidad y te has ido a otra ciudad a estudiar. Te descargas Tinder porque te apetece conocer gente, tener sexo y pasártelo bien, y de repente te sale un perfil de un hombre de 35 años que es tremendamente atractivo. Habláis y te suelta varias veces lo inteligente y madura que eres, incluso más que gente de su edad. Esos piropos te hacen sentir bien, te hacen sentir adulta.
Independientemente de si acabáis quedando o no, hay ciertos patrones problemáticos en este tipo de conversaciones.