Salir con alguien tiene ventajas obvias: un poco de salseo para el corazón, una historia de amor en condiciones; oh, por fin gastos compartidos. Como la energía, ni os creáis ni os destruís, solo os transformáis, y tarde o temprano te tocará lidiar con una de las desventajas derivada de haber elegido un ser humano con el que hacer gatitos.
Una muy obvia: en algún momento tendrás que dar el paso, cruzar la laguna estigia del amor carnal y presentarle a tus padres a esa persona con la que llevas un tiempo saliendo. Lo habéis hablado. Has ideado un plan informal, como esas citas en espacios abiertos en los que le das a otro la posibilidad de huir a aguas internacionales si la cosa sale mal. Llega el día y… sorpresa: tus padres agrian el morro y no aceptan a tu pareja. Hay tambores de guerra retumbando en el aire.
¿Qué se puede hacer en estos casos?
Te conviene saber dónde está el problema principal . En estas guerras silenciosas, con tendencia a acabar peor que el cuchillo de Hamlet enterrado en un costillar, intervienen a veces razones que el corazón no entiende (pero la educación, los prejuicios y el atraso ideológico sí). Pueden ser que tus padres no acepten tu orientación sexual y, en consecuencia, criminalicen a tu pareja, o que sean racistas, o sobreprotectores, o incluso que existiera un prejuicio de clase.
Sea como fuere, esa dinámica tóxica no podrás cambiarla de un día para otro. Tienes que saber a qué te enfrentas. A los hijos los carga el diablo, pero a los padres también. Son seres humanos tocados por sus propias herencias malditas.
Es muy común que, borrachos de prejuicios y convicciones sobre “lo que es bueno para ti” o lo que “no te conviene”, tus padres inicien una campaña de desprestigio hacia tu pareja, como si fueran políticos contrarios que tratan de hundir a su rival en el barro. Tu padre, que hace un segundo adorabas, de pronto se ha convertido en Donald Trump regando twitter de mayúsculas. ‘ESE CHICO ES MALO MÍ NO GUSTAR VOY A DARLE CON EL PERIÓDICO ENROLLADO’.
Se supone que eres una persona funcional con capacidad para tomar tus propias decisiones, aunque a veces tus padres sigan empeñados en tratarte como si fueses un bebé y un cerebro aún por hacer la fotosíntesis. Es vital hacerles entender tu posición. Aprende a establecer límites muy claros entre lo que es una opinión personal de tu padre o tu madre (o ambos) sobre tu chic_ y cuándo comienza el veneno. Te ahorrarás disgustos, y chantaje emocional.
La comunicación es la clave: una charla expresando cómo te sientes y lo importante que es tu pareja en tu vida quizá haga que los perros de la guerra (tus padres) se retiren al banquillo. Pedir un poco de esfuerzo, comprensión y respeto a tu decisión no está de más. De hecho, es imprescindible. Vas a tener que aprender a hablar con ellos desde cero.
En las parejas que funcionan, con los padres remando a favor de la corriente, no hay problema en juntar a las partes en cenas de Navidad para trinchar un pavo de seis kilos. El momento de máxima vergüenza ajena llegará cuando tu pareja abra su regalo y se tope con unos calcetines (tendrá que mentir y decir que le gustan muchísimo), y eso será todo.
Por el mismo motivo, si observas que la relación entre tus padres y tu pareja está más tensa que la trama de ‘Déjame salir’, quizá debas plantearte un cordón sanitario. Forzar a tu chico o a tu chica a pasar por múltiples quedadas con tus padres puede ser una de las peores ideas que hayas tenido. Vaya, que no es obligatorio ni siquiera que se vean cada semana y tu padre tuerza el morro, por mucho que los protocolos y las costumbres ‘de la gente de bien’ digan que tu pareja tiene que estar presente en bodas (rojas), bautizos y comuniones.
De a poquito, mucho mejor. Hazles convivir, allana el terreno, permite que vayan entendiéndose para que las ‘partes’ firmen la pipa de la paz y comprendan que el otro no es el enemigo. Tan normal sería que tus padres se pusieran de uñas con tu pareja sin que hubiera un motivo concreto como que esa persona que quieres, al ver tal rechazo, tomara una actitud defensiva. Estaría en su derecho.
A veces, la mejor arma es la ilustración. Verbalizar las cosas buenas que te aporta tu pareja, el apoyo que te da, la relación profunda y duradera que mantenéis es una de las mejores maneras de ablandar el corazón de ese padre que está a punto de envolverte en un hatajo de trapos para llevarte a lo alto de la montaña y sacrificarte al Dios de los cristianos. “Papá, es la única persona cuyo hombro he dejado lleno de babas mientras veíamos un maratón de Netflix y yo me dormía. This is the one".