Cuando la fiebre viene a visitar a los más pequeños de la casa no sabemos qué hacer. Por ese motivo los profesionales de Cinfa han aportado algunas claves esenciales para saber cómo comportarnos en estos casos.
Dejar que el propio organismo actúe, no abrigar ni destapar en exceso y no bañarle, son algunos de los consejos. Uno de los médicos de Cinfa ha explicado que, “no siempre hemos de correr al hospital si nuestro hijo tiene fiebre. En la mayoría de las ocasiones, se trata de un mecanismo de defensa con el que el organismo intenta destruir los gérmenes: dado que los virus y bacterias proliferan a temperaturas que oscilan en torno a los 37 grados centígrados, nuestro 'termostato' incrementa la temperatura corporal para activar mecanismos que nos protegen y para aumentar la eficacia de nuestro sistema inmune. Por tanto, si un niño tiene fiebre, se debe buscar y tratar el problema que la origina que, habitualmente, suele ser una infección".
Si se sospecha que el menor tiene fiebre es necesario confirmarlo midiendo la temperatura con un termómetro (que no sea de cristal), que se colocará debajo la axila. Valores entre 37,1 grados y 37,5 indican febrícula, mientras que, a partir de esta última cifra, se considera que hay fiebre.
El doctor ha continuado explicando que estos valores no deben obsesionar a los padres ni tienen que ser vistos como una norma rígida y aplicable a todos los niños por igual. De hecho, “puede ocurrir que un niño presente 38,5 grados centígrados y se encuentre bien y que otro no tenga apenas energía ni vitalidad con 37,7 grados centígrados", ha aclarado el experto de Cinfa.
Por este motivo, el experto ha insistido en la importancia de valorar cada caso en particular teniendo en cuentas varios aspectos. Uno de los más fundamentales es la edad del niño, ya que si es menor de tres meses y tiene fiebre, siempre se debe llevarlo al hospital, al igual que si tiene entre tres y seis meses y la fiebre supera los 39 grados centígrados.
tal y como ha explicado el doctor Maset, a tener en cuenta es la respiración: hay que detectar si el niño respira más rápido de lo habitual, si las aletas de la nariz se le abren más o si se le hunden los espacios entre las costillas. El segundo factor a valorar es la circulación cutánea o aspecto de la piel: constituyen signos de alarma una mayor palidez, que haya adquirido un tono azulado o la aparición de manchas rojas o similares a vetas de mármol.
"Por último, debemos fijarnos en el estado general del niño; es decir, en cómo se encuentra y se comporta: si está irritable, si llora más, si su interés por lo que le rodea es menor, si sigue comiendo con normalidad o ha perdido el apetito", ha recalcado, para informar de que si se detecta una alteración de los anteriores aspectos o si la fiebre es alta (más de 38ºC) y no baja con la medicación, si pasan más de 24 o 48 horas y el niño continúa con fiebre o decaído, con llanto intenso o rechaza la alimentación, la pauta general será acudir al Centro de Salud para que el pediatra valore el caso.
Además, y como último caso debemos acudir al médico siempre que veamos que el niño se deshidrata (llora sin lágrimas o no orina o lo hace en pequeña cantidad). El experto de Cinfa ha reiterado a los padres en que ante la fiebre de los más pequeños, el sentido común es el "mejor aliado", y buscar su bienestar desabrigándole e hidratándole regularmente al tiempo que vigilamos su evolución es la "mejor respuesta".