Una cultura que nos da dos semanas de vacaciones cuando nos casamos, pero solo 2 o 3 días de permiso cuando muere un familiar cercano, es una cultura que vive de espaldas a la muerte; es una cultura que -ante la muerte de un ser querido- se vuelca en el pasar página y en la búsqueda de la anestesia ante el dolor más que en la comprensión del verdadero significado de la muerte… y, por extensión, de la vida.
De mi conversación con la psicóloga Lorena Alonso, creadora del programa MADED (Mindfulness y autocompasión para la aceptación del dolor y las emociones en el duelo) esa idea fue la que más resonó dentro de mí… Tal vez resonó porque ha pasado demasiado poco tiempo desde que yo misma fui receptora de esas frases hechas tan usadas en los velatorios y que tan poco ayudan al doliente: “Ahora tienes que tratar de distraerte, mantenerte ocupada, tirar para delante, tratar de estar bien por tu madre, que te necesita mucho”.
“Esos mensajes, lo único que hacen es dañar, porque no te están validando, explica la psicóloga, el problema es que la gente tiene miedo. Y como la gente tiene miedo a ver al otro mal, le surge la urgencia de decirle ‘tienes que estar bien’. Pero, en realidad, lo que le sucede a la persona que está observando al doliente, es que no tolera verle así de mal, porque le resulta incómodo”.
Estas dinámicas tan integradas colectivamente -y tan dañinas- son las que, según Lorena Alonso, nos impulsan inconscientemente a pasar página cuanto antes ante la muerte de un ser querido y bloquean la elaboración del duelo de la manera adecuada. De sus años trabajando con dolientes -muchos de ellos con duelos muy complicados- Alonso ha sacado muchas conclusiones, una de ellas es la siguiente: “Que hay muchas personas que ante una pérdida hacen una huida hacia delante. Que hay una parte que es la aparentemente normal, la que puede llevar la rutina del día a día, pero luego están las partes emocionales que, si tú no has procesado y no has digerido, en algún momento van a aparecer. ¿Cómo? A través de un trastorno mental o de una enfermedad… siempre sale, aquello que no elaboras, tiene que salir”, puntualiza la psicóloga.
Lorena Alonso acaba de publicar su primer libro, Más allá del dolor de la pérdida (Vergara 2022). En él, además de explicar detalladamente su programa MADED, la psicóloga comparte todo tipo de herramientas para aprender a aceptar la impermanencia de la vida y, como consecuencia de ello -aunque suene raro al lector- a vivir una vida más plena, con más sentido.
Pregunta: En tu libro hablas de que vivir con la muerte -o la idea de nuestra propia impermanencia- muy presente en nuestro día a día, puede contribuir a que vivamos una vida más feliz. Yo también lo veo así, pero muchas personas no lo entienden, creen que no es posible esto…
Respuesta: El haber mirado de frente a la muerte me ayuda a reconocerme, a saber quién soy y a saber qué es lo que quiero en esta vida, en este plano físico en el que estoy. Y, precisamente porque es limitado el tiempo, quiero aprovecharlo bien. Quiero ser feliz, quiero decirles a mis seres queridos que les quiero…es decir, es como que todo esto [la vida que tenemos] cobra sentido cuando sabemos que la muerte puede suceder en cualquier momento. Para mí es un hilo que se puede romper en cualquier momento… y a mí me da más sentido también tenerlo presente. Pero la gente es verdad que nos ve raras…se pregunta cómo puede ser que una persona pueda verbalizar esto.
P: Esa mirada más natural de la muerte, nos permite vivir el duelo por la muerte de un ser querido desde otro lugar: un lugar menos doloroso porque la muerte aparece ahí como maestra, porque me viene a enseñar algo…
R: La muerte es una maestra que nos despierta y nos dice: “A ver, como yo sé que yo voy a pasar por ahí, que en algún momento me tengo que ir, ¿cómo me quiero ir?” Entonces ahí está la parte proactiva del ser humano: ¿Qué puedo hacer a partir de este momento?, ¿con qué cosas me puedo comprometer?, ¿cuáles son mis valores verdaderos?, ¿dónde quiero poner la energía?,¿qué es importante para mí? Todas esas preguntas surgen gracias a que sabemos que existe la muerte, la impermanencia de la vida. Si no existiera la muerte, a lo mejor no nos plantearíamos nunca todo esto y a lo mejor sería una vida un poco mecánica o sin tanto sentido.
P: El libro nos invita a reflexionar sobre la muerte en vez de seguir con ese automatismo que tenemos tan integrado de huida, de anestesia, de no pensar en ello…
R: El mensaje del libro va un poco por ahí: que reflexionemos un poco sobre lo que es morir, qué significa morir, cómo puede impactar eso en la vida, cómo puede cobrar tu vida más sentido gracias a que existe la muerte. Yo, si quieres que te diga la verdad, donde más he ‘despertado’ ha sido en los 11 años que he estado trabajando en oncología porque he visto la muerte día a día.
P: ¿Crees que la pandemia, el contacto tan estrecho con la muerte que hemos tenido muchos, ha contribuido a que las cosas empiecen a cambiar un poco y que muchas personas estén ‘despertando’?
R: Estamos en un momento que parece que nos estamos abriendo un poco más, pero aún queda mucho trabajo por hacer de perder el miedo a hablar de ello (…) Todavía queda mucho por hacer, pero creo que sí, como sociedad estamos empezando a abrirnos.
P: De hecho, desde que empezó la pandemia, se publican muchos más libros y artículos sobre el duelo que antes…
R: Y creo que es por eso que la editorial me buscó, porque había leído mi tesis. La editorial también vio que, con lo que estamos pasando con la pandemia, ahora era el momento de hablar de la muerte, porque durante mucho tiempo no ha sido un tema atractivo (…) Creo que ha habido un pequeño cambio. Aún hay mucho por hacer, pero creo que sí, que estamos más receptivos porque ya se ve como algo que está pasando en todas las casas. Siempre ha sido así, en realidad, pero es que la gente antes no lo hablaba. Lo llevábamos más como escondiéndolo.
P: Esconder el dolor por la muerte de un ser querido, huir hacia delante en vez de dar espacio a ese dolor ¿es una de las causas de tantos duelos no elaborados, de duelos complejos y enquistados?
R: A veces creemos que tenemos elaboradas las cosas y no las tenemos. Un poco lo que sucede con el duelo es que a veces intentamos pasar de puntillas por encima de esa experiencia porque duele. Y muchos duelos se elaboran a posteriori, cuando han pasado años.
P: Nuestra cultura nos invita a pasar página cuanto antes ante la muerte de un ser querido, nos lanza frases hechas del tipo “tienes que intentar estar bien”…
R: Pero lo que requiere un doliente es una validación de lo que siente, el poder naturalizar eso y validarlo, dar espacio para eso (…) En realidad, te das cuenta de que esa persona, lo único que necesita es que la escuches, que estés a su lado. A veces las palabras sobran. La escucha, para mí, es la mejor medicina, lo tengo clarísimo.
P: Nuestras dinámicas sociales tampoco nos ayudan a que elaboremos nuestros duelos. Nos empujan a tirar para delante.
R: Y fíjate hasta qué punto que, en nuestra sociedad, cuando tú te casas, tienes 15 días para irte de permiso. Cuando tienes un duelo tienes 3 días. Yo tengo claro que el día que esté en duelo me cogeré una excedencia o haré lo que haga falta para poder elaborarlo bien. Pero si yo realmente no tengo esa oportunidad a nivel económico… ¿qué tengo que hacer para sobrevivir? Pues como digo yo, tirarme la manta al cuello, irme al trabajo, ponerme el piloto automático y para delante, para delante, para delante… y el dolor se queda ahí. Hacemos huidas hacia delante.
P: Y que el dolor se quede ahí ¿es el mayor obstáculo para la elaboración adecuada del duelo?
R: Aquello que no elaboras tiene que salir porque, debajo de la alfombra, no puede estar mucho tiempo. Llega un momento que la alfombra se hincha y tiene que salir por algún lugar. Yo creo que hay mucha gente que no ha elaborado los duelos y por eso, al cabo del tiempo, aparece una nueva experiencia, que llamamos ‘disparador’, que te dispara eso que todavía no has resuelto. Y eso que no has resuelto sale a la luz y ahí es cuando tienes una nueva oportunidad de procesarlo…en realidad funcionamos un poco así.
P: ¿Qué significa elaborar bien un duelo, significa que ya un buen día dejas de estar triste, que dejas de echar de menos a la persona que has perdido?
R: Es verdad que la gente lo asocia al positivismo: si estoy bien, si me puedo reír, entonces es que lo he elaborado. Pero elaborar un duelo es arremangarse bien los pantalones y entrar en la charca. Y me hincho a llorar… y saco todo el dolor. Eso es elaborar un duelo: tocar la realidad de las emociones. Uno de los mensajes del libro es el de perder el miedo a sentir el duelo. ¡Pero no es que tengo que estar bien! sino permítete estar mal y por mucho tiempo, porque si te lo permites, se va a elaborar porque aquello que te permites, lo observas, lo abrazas, lo entiendes, no te juzgas y te das ese permiso (…) El ser humano es resiliente por naturaleza, yo lo tengo claro. Yo soy una optimista vital en ese sentido. Tengo claro que el ser humano tiene el cableado perfecto para sobrevivir a las peores cosas, a las más atroces… pero hay que poner las condiciones adecuadas. Y las condiciones no son la huida continua. La huida, a corto plazo, sí funciona, pero a largo plazo no. Necesitamos abrir la puerta al dolor y transitarlo. Es muy importante el mensaje de transitar el dolor.
P: Hay un punto en el que uno se da cuenta de que el dolor es una manera de honrar a la persona amada y eso supone una gran transformación para el doliente…
R: Es que la tristeza, la pena, discurre al lado del amor…¿Por qué siento tristeza? Porque amo a esta persona y no le puedo tocar en este momento. Cuando sientes tristeza, si recuerdas que la tristeza es la otra cara del amor, que el dolor de la pérdida es la otra cara del amor y que van de la mano, entonces ya no necesitas no sentirte triste. Puedes decir: ‘claro, qué bien, siento la tristeza porque lo añoro, porque para mí es muy importante y porque para mí, esta tristeza tiene sentido’. Es una tristeza que te da sentido, pero no te rompe para poder continuar, porque puedes continuar con tu vida, aunque tengas tristeza…no es A o B…no se trata de que necesito no sentir tristeza para vivir, sino de que puedo vivir con mi mochila en la que hay tristeza, miedo y todo lo que haya.
P: Claro, pero esto supone una apertura y aceptación brutal de las emociones desagradables algo que, como venimos hablando, no es lo más popular socialmente. Como sociedad, ¿qué cambios crees necesarios para que facilitar este nuevo paradigma?
R: Pues fíjate, yo creo que el mayor cambio es empezar a trabajar ya en los colegios, desde pequeños, toda la inteligencia emocional (…) Llegaría un momento en que en las escuelas eso estaría normalizado y podríamos hablar de la muerte y de cualquier tema desde muy pronto. Pero hace falta mucha psicoeducación. Y, sobre todo, necesitamos un trabajo personal, eso es lo más importante. Necesitamos mucho trabajo personal y eso pasa por elaborar nuestros duelos, nuestros traumas y conocernos bien. Desde ahí, la sociedad, sí que puede ir cambiando.