Descubrir la razón de semejante fuente de conflicto conyugal igual no alivia las disputas en la alcoba o sí, porque nada mejor que usar la teoría para explicarle a tu compañero que todo esto de las extremidades y el frío tiene una razón de ser, como nos revela Jorge Alcalde en su libro '¿Por qué los astronautas no lloran?' (Editorial Planeta, 2015).
Aclarar, primero, que este artículo se centra en unos pies fríos "normales", es decir, aquellos que se enfrían cuando bajan las temperaturas. Unas extremidades siempre gélidas podrían ser un síntoma de algún problema de salud y eso concretamente lo contaremos en otro momento.
Dicho esto, pasamos a explicar el misterio con la ayuda de Alcalde, quien en este libro se sirve de estas grandes cuestiones de la vida cotidiana -como unos pies fríos en la cama- para acercanos a la ciencia. Al parecer "la frialdad de las manos y los pies no es más que parte de un proceso natural de mantenimiento de la temperatura corporal óptima del organismo humano. Nuestro cuerpo necesita permanecer a una temperatura estable que mantenga los órganos internos funcionales y sanos. La temperatura corporal media normal ronda los 37 grados. Y esto debe ocurrir sea cual sea la temperatura exterior", según Alcalde, quien se sirve en su libro de estas grandes cuestiones de vida cotidiana para acercarte a la ciencia.
Para mantener esa temperatura corporal, el cuerpo humano tiene sus propios mecanismos. Tiritar de frío, por ejemplo, "que es un recurso automático para producir movimiento y, por lo tanto, generar más calor"; o sudar cuando hace calor, que permite enfriar el cuerpo. Otro sistema que tiene nuestro cuerpo cuando hace frío: "Los vasos sanguíneos periféricos se cierran para enviar sangre al corazón, el cerebro o los pulmones. Nuestra piel pasa de recibir unos dos litros de sangre por minuto a tener que contentarse con 0,02 litros".
Y aquí viene la excusa perfecta que puede salvar tu matrimonio esas noches de invierno, porque según Alcalde, "el terrible mensaje que hay detrás de este fenómeno es que, en caso de frío extremo, el cuerpo estaría dispuesto a sacrificar las extremidades para mantener vivos los órganos internos. Nariz, manos y pies son prescindibles y por eso son los miembros que antes se congelan en casos extremos". Y tu pareja seguro que no quiere que te amputen ni el dedo meñique del pie.
La mujer acumula más grasa
Ese proceso de cerrar los vasos sanguíneos periféricos se conoce como vasoconstrucción y algunas personas lo activan con mayor facilidad que otras, "incluso aunque no haga demasiado frío. Y le pasa más a las mujeres que a los hombres", afirma el escritor.
Bien, a esto se suma que nosotras tenemos "más grasa corporal que los hombres y eso afecta al modo en el que se distribuye el calor por las extremidades”. Se supone que nuestro cuerpo se prepara para un posible embarazo y acumula entre un 6 y 11% más de índice de grasa corporal que ellos y así mantiene nuestros "órganos internos más calientes pero las extremidades más frías".
Nosotras también somos más frioleras, percibimos el frío antes de que empiece a hacerlo de verdad, y encima solemos ser menores que los hombres; y aquí, parece ser, el tamaño sí importa: "Las personas más pequeñas suelen tener una mayor relación entre su volumen y la superficie y pierden calor más rápidamente".
La suma de todo esto expuesto por Alcalde explicaría por qué entramos –casi siempre nosotras- con los pies como témpanos en la cama y buscamos el calor del cuerpo que duerme al lado y que no puede evitar dar un respingo al sentirnos cerca. Eso sí, ya no podrá volver a preguntar sin que tú le facilites una buena respuesta: "Cariño, ¿por qué tienes siempre los pies fríos?"