En marzo de 2020 el término “coronavirus” se convirtió en una de las palabras más utilizadas de nuestro diccionario particular. Sin medias tintas, se instaló en nuestra vida arrasando con todo por el camino: nuestra salud física y mental, el trabajo, nuestra forma de relacionarnos con otras personas, el ocio… Nada volvió a ser igual. Y aunque ha pasado un año desde entonces, son muchas las personas que sienten que han pasado o bien décadas, o bien apenas meses.
La pandemia ha cambiado nuestra percepción del paso del tiempo de forma paradójica. Por un lado, sentimos que el confinamiento comenzó hace apenas unos meses. Nos cuesta asimilar que llevamos más de 365 días conviviendo con un enemigo invisible. Por otro lado, a veces el tiempo parece avanzar demasiado lento. Pero, ¿por qué se producen estos dos efectos?
Existe un fenómeno psicológico llamado laguna mental capaz de explicar lo que estamos experimentando en plena pandemia. ¿Alguna vez has ido a la universidad o al trabajo y al llegar a tu destino te has dado cuenta de que llevabas el piloto automático puesto? No eres consciente de si cuando saliste de casa era de día ya o todavía no había amanecido. Tampoco recuerdas si te has cruzado a ese perro que siempre pasea por el parque que hay justo al lado de tu casa. Es como si hubieses caminado sonámbulo.
Esto que acabamos de escribir es una laguna mental, un error de la atención y de la memoria en el cual no registramos los acontecimientos o pequeños detalles que indican el paso del tiempo. Normalmente se produce cuando realizamos tareas o bien muy simples, o bien automatizadas. Por ejemplo, hacer el mismo recorrido andando o en coche que todos los días. Sin embargo, también puede producirse a gran escala cuando nuestra vida es muy rutinaria. Por ejemplo, cuando estás de exámenes y durante dos semanas vas a la biblioteca o estudias en casa sin hacer nada más.
¿Qué hay más rutinario que una pandemia mundial? El coronavirus ha provocado que nuestros días sean muy parecidos entre sí. Teletrabajamos desde casa o estudiamos online, y apenas tenemos tiempo para socializar. Tenemos un horario para salir y otro para volver a casa, y nuestro ocio se limita a ver documentales de crímenes o películas de superhéroes.
Al final, esta monotonía altera nuestra percepción del tiempo haciendo que sucesos recientes parezcan muy lejanos, y otros que se produjeron hace mucho (como el inicio de la pandemia) parezcan actuales.
No debemos subestimar el papel de las expectativas, y es que cuando deseamos mucho que suceda algo, nuestra conducta y nuestra forma de pensar se van a ver alteradas. Es como cuando se acerca tu cumpleaños y no puedes parar de hacer planes. Quieres que todo sea perfecto y te emocionas al imaginar los regalos. Después llega el día y se pasa volando.
A diario leemos noticias sobre la vacuna, pero el 93% de los españoles todavía seguimos a la espera de ese ansiado milagro tal y como señala el Ministerio de Sanidad. Somos muchas personas deseando inmunizarnos, poder dejar las mascarillas guardadas en un cajón y volver a hacer una vida normal, pero con la incertidumbre de no saber cuándo sucederá eso.
Aun así, generamos expectativas constantemente. “Seguro que en verano ya me toca”, pensamos, “y en septiembre seguro que puedo viajar y estar de fiesta sin mascarilla como en otros países”. Nos aferramos a esta creencia sin tener pruebas a favor.
Desgraciadamente, esta tendencia a anticipar el futuro hace que el tiempo pase más despacio y, por si fuera poco, cuando descubrimos que estábamos equivocados, nos frustramos.
Para evitar el agotamiento mental y la sensación de que los días se eternizan, pero después pasan muy rápido, puedes seguir algunas recomendaciones: