Escucharle duele. Porque Marc es el gran espejo en el que deben mirarse esos jóvenes que creen que el coronavirus es cosa de mayores, que ellos son inmunes. De esos jóvenes que hacen fiestas del coronavirus donde el premio es contagiarse, o de esos jóvenes que salen de botellón o de fiesta entre risas sin mascarilla, sin guardar las distancias, porque la vida hay que vivirla, porque lo peor ha pasado, porque el coronavirus, creen, si les toca va a ser un catarro.
Escuchar a Marc es escuchar a un superviviente, un chico de 34 años que no tenía ninguna enfermedad previa, un joven con el que el coronavirus se cebó de tal forma que le provocó dos paros cardíacos. Marc venció la batalla tras 60 días en la UCI y tres meses ingresado, luchando contra la muerte a brazo partido, pero ahora ha tenido que aprender a hablar de nuevo. Lo intenta y a fe que lo está consiguiendo y tendrá que ver la vida a partir de ahora desde una silla de ruedas.
Porque Marc es el rostro y la imagen, de lo que puede hacer el coronavirus a los más jóvenes, precisamente a los que más está afectando en Lleida, que mira de reojo al confinamiento. Marc lanza un mensaje, y deberíamos escucharle todos porque la vida nos puede ir en ello. La nuestra o la de nuestros amigos, familiares, vecinos. "El coronavirus no es una broma, y no es cosa de mayores. Protegeros". Marc fue al hospital con síntomas leves. "Se puede tardar un año en recuperar", y aún puede tener más secuelas. Su pesadilla debería servir de ejemplo a todos esos jóvenes que se creen inmortales y ajenos a la pandemia.