María Jesús Minaya tiene 91 años. Llegó hace una semana a esta residencia covid tras recibir el alta en el hospital donde estaba ingresada por una fractura de cadera, donde le fue diagnosticada la covid. “Entre aquí muy mal pero ellas me han resucitado”, dice María Jesús en referencia a Erika, su terapeuta ocupacional, y Ana, su fisioterapeuta, con las que ejercita la marcha pero también el levantarse y sentarse y la estabilidad que le permita poder ir al baño sola, vestirse y acceder a la ducha.
El objetivo de su terapeuta ocupacional es "dotarle de autonomía para la realización de las actividades básicas del autocuidado” y que su vuelta a casa con su sobrina sea "lo más llevadera posible" para ambas. "En sus casas se encuentran con obstáculos que después de la hospitalización pueden impedirles realizar una vida normal, porque la enfermedad les produce debilidad muscular, vienen muy desorientados, cognitivamente también están afectados, muchos vienen con patologías previas como algún tipo de demencia, ictus… Y son un montón de cosas que sumadas les producen pérdida de autonomía", señala Erika del Corral.
A las secuelas, funcionales y neurológicas, provocadas por el coronavirus se suman “las derivadas también del aislamiento que han vivido durante todos estos meses de pandemia”, generadas tanto por el cierre de los centros de día como por el confinamiento en casa, dice Erika. "El aislamiento ha tenido secuelas neurológicas, cognitivas y también afectivas, porque nos encontramos casos en los que sienten que sus familias no se pueden hacer cargo de ellos y tienen un sentimiento de pena", añade.
Manola Hernández, de 88 años, llegó al centro hace siete días desde la pequeña residencia de Alpedrete en la que vive desde hace dos años. "Dijeron que veníamos aquí porque había habido dos casos en la residencia, pero yo me encuentro bien, no tengo fiebre, no he tenido nada, nos hicieron la prueba a todos, así que es que no sé si es que somos positivos o no”, cuenta Manola, que pasa los días dedicada a la mayor de sus aficiones, la lectura, en un centro de mayores que “es un hotel, no es una residencia”.
Para las personas que como Manola viven en un centro de mayores sin una gran infraestructura este tipo de centro es la alternativa a pasar el aislamiento confinada en una habitación o planta, como durante estos meses de pandemia han sufrido muchos mayores.
Veintidós personas pasan ya el aislamiento de la covid en el primer centro para mayores de 60 años positivos de la Comunidad de Madrid, en el que además de hacer su confinamiento trabajan con terapeutas para ganar autonomía no solo frente a las secuelas del virus sino también a las del aislamiento que han vivido durante estos meses de pandemia. Además de una PCR positiva y ser mayores de 60 años, todos tienen en común secuelas leves del coronavirus, no poder realizar el aislamiento en la vivienda o centro de mayores en el que residen y cierto grado de dependencia.
“Muchos vienen con alzheimer, otros con algún tipo de deterioro cognitivo, o simplemente tienen un grado pequeño de movilidad, pero además a eso se le añade que son covidpositivo”, explica la directora General de Atención al Mayor y a la Dependencia de la Comunidad de Madrid, Begoña Cortés.
El del distrito madrileño de Canillejas, gestionado por la empresa Vitalia, es el primero de estos centros en la región, en funcionamiento desde hace una semana y con una capacidad para albergar hasta a 80 pacientes. Sus usuarios llegan derivados “desde los hospitales, una vez que la persona pasa la parte aguda de la enfermedad, y es alta pero todavía necesita aislamiento, y puede tener algunos síntomas leves, o desde residencias donde por su infraestructura no pueden realizar el aislamiento”, señala Cortés.
"Con recursos como este evitamos también que a los centros donde hay algún brote se les complique la gestión del día a día y puedan mantener, dentro de la vida cotidiana que nos permite este virus, actividades más o menos normalizadas”, indica la directora General de Atención al Mayor y a la Dependencia de la Comunidad.
Las que viven en domicilios particulares, por su parte, llegan al centro ante la imposibilidad de subir escaleras tras pasar la enfermedad, o de recibir el apoyo necesario por parte de su cuidador principal, en algunos casos también enfermo y en otros incapaz de dispensar los cuidados que requieren al haberse agravado su deterioro cognitivo. "Todos sabemos que el confinamiento ha supuesto para muchos mayores un deterioro en sus patologías y creemos que seremos capaces de dar solución a esta situación para que no se vuelva a repetir", señala la directora de Vitalia Canillejas, Ana Menéndez.