“Hay dos tipos de solteros en este mundo”, afirma Luis, gijonés de 28 años, “los que quieren estarlo y los que sueñan con tener pareja”. Él es de los segundos, algo que, reconoce, no lleva bien, especialmente los domingos. “Durante la semana entre el trabajo y el doctorado no lo pienso. El viernes y el sábado quedo con gente. Y luego llega el domingo, y estoy solo en casa, y me siento incompleto, vacío”.
Virginia confiesa sentir lo mismo, aunque en su caso la soltería sí es deseada, “pero eso no quita que haya días que me sienta sola”, confiesa la joven gaditana de 31 años. “Los domingos me entra una sensación rara, como de morriña. Esos días echo de menos la intimidad que te da una pareja, pero no echo de menos tener pareja como tal”. ¿Qué le pasa a los domingos que nos hacen sentir tan solos?
Lo que ocurre a ambos jóvenes es una sensación habitual. Se trata de la soledad de los domingos, una mezcla de tristeza, nostalgia y vulnerabilidad que nos invade el último día de la semana.
Su aparición no es casual. Los domingos aprovechamos para descansar y poner nuestra vida en pausa tras el frenético ritmo de entresemana: de lunes a sábado nos forzamos a ser productivos en el trabajo, pero también en nuestra vida personal. Trabajamos por la mañana, socializamos por la tarde, y si hay tiempo, aprovechamos para hacer la compra, ver una serie y revisar nuestras redes sociales. No nos paramos a pensar en cómo nos sentimos, hasta que llega el domingo y todas esas emociones afloran como si fuesen el agua de una presa que acaba de abrirse. Esto también puede ocurrir en verano.
“Creo que tengo muchas preocupaciones que no proceso”, reflexiona Asier, segoviano de 26 años. “Tener pareja no es fácil y hay problemas, pero los hablas con la otra persona. Cuando estás soltero, esas rayadas te las comes tú solo. No tienes nadie con quien hablarlas. Pero entresemana estoy tan ocupado que no pienso en eso. Llega el domingo y sí o sí me vienen a la cabeza porque no tengo nada que hacer, así que me obligo a hacer planes para no sentirme solo”.
Helena, alicantina de 24 años, comenzó a ir a terapia para entender esa sensación de vacío. “No era algo que me pasase siempre, pero a veces me sentía sola. Los domingos sobre todo. Y era algo que no entendía, así que mi manera de afrontar la soledad era con pseudorelaciones. Conocía a alguien, me ilusionaba mucho y me distraía. A veces me llevaba yo la hostia porque jugaban conmigo, pero también he hecho daño a chicos porque todo era muy intenso al principio, me agobiaba y pasaba. Y vuelta a sentirme sola y triste y a necesitar amor para valorarme. Ahora voy al psicólogo para gestionar esa soledad”, comparte.
No es lo mismo estar solos que sentirnos solos, como bien ha reflejado el testimonio Helena. Lo segundo es puramente psicológico, una sensación que no depende de la gente que te rodea, del apoyo social que recibes o de tener pareja o no. Puedes tener novio o novia y sentirte completamente aislado, desatendido e ignorado. Por eso es un error embarcarnos en relaciones liana, ya que solo aportarán una falsa sensación de estar completos, cuando el verdadero trabajo está en uno mismo.
“Un día decidí aceptar esa sensación de soledad”, recuerda Ángela, salmantina de 29 años, “y fue lo más liberador que he hecho nunca”. Dejó de hacer planes los domingos para no pensar y simplemente se centró en ella. “Me di cuenta de que la tristeza era otra emoción más y que no pasaba nada si algún domingo estaba de bajona por no tener pareja. No tengo que ser súper independiente siempre, a veces necesito cariño, y aprender a estar solo también es buscar apoyo en gente que de verdad suma en tu vida”.
A veces es inevitable, pero hay ciertas recomendaciones para que la soledad de los domingos no te sobrepase.