No cabe duda de que Disney está arrasando con sus remakes. 'La Bella y la Bestia', 'Aladdín', 'El Rey León', 'Mulán' y el más polémico de todos: 'La Sirenita'. Aunque prácticamente todo el público que disfruto de esta película en su infancia está deseando ver a Ariel y Úrsula en la gran pantalla, otros no han acogido tan bien esta nueva versión. ¿La razón? Que la actriz escogida para interpretar a la protagonista es negra.
Hubo muchos rumores sobre la elección de una protagonista racializada para 'La Sirenita', pero no fue hasta julio de 2019 cuando se confirmó que Halle Bailey daría vida a Ariel. Durante todos estos meses, la polémica ha estado servida pero ahora, en plena oleada de manifestaciones en contra de la discriminación racial a lo largo del mundo y a raíz del movimiento 'Black Lives Matter', se ha reabierto el debate.
La polémica se desataba con un tweet que justificaba la indignación por la elección de Halle Bailey como La Sirenita puesto que tradicionalmente Ariel es blanca y pelirroja, al igual que resultaría chocante que Pocahontas fuese rubia, que Mulán fuese occidental o que Tiana fuese blanca.
Las respuestas al tweet no se hicieron esperar, explicando que la raza de Pocahontas, Mulán o Tiana es esencial para el contexto de sus respectivas películas, pero en el caso de La Sirenita es indiferente su color de piel o su procedencia para que la película tenga sentido.
En el caso de Pocahontas, la historia narra la vida de un pueblo de nativos americanos. En el caso de Mulán, la trama se desarrolla en el contexto de la China Imperial. Tiana, película no tan conocida como las anteriores, se basa en la historia de una mujer negra nacida en el barrio francés de Nueva Orleans en 1913, epicentro de la cultura negra de Estados Unidos. Sin embargo, aunque La Sirenita sea una novela danesa, no influye en absoluto que la protagonista sea negra o blanca.
Por mucho que nos duela o cueste reconocerlo, la indignación ante la racialización de Ariel refleja el racismo interiorizado de nuestra sociedad. No podemos negar que prácticamente todos nuestros referentes de la infancia son blancos, siendo Tiana la primera princesa negra. Esto no se produjo hasta 2009.
Por otro lado, los personajes negros solían (y suelen) estar estereotipados tanto en películas y series de dibujos animados, como en programas de televisión, cómics e incluso en los anuncios.
A menudo, las personas blancas no somos conscientes de un gran privilegio que tenemos: la representatividad. Esto se refleja en que la industria del cine ha sido creada por y para la población blanca. Muestra de ello es que hasta 2018 ninguna persona negra había ganado un Óscar al mejor guionista, que sólo 14 actores o actrices negros hallan logrado la estatuilla por sus dotes interpretativa, o que en la categoría de «mejor director» todavía no figure ninguna persona afroamericana.
Cuando somos mayores, es más sencillo encontrar arte o cine en el que nos sintamos representados, por ejemplo, recurriendo a películas independientes o de otros países. El problema es que cuando somos pequeños, sólo vemos lo que emiten en la televisión o las películas que nuestros padres nos llevan a ver al cine. Y el cine infantil no destaca precisamente por la diversidad racial.
Crecer sin referentes conlleva ciertas consecuencias psicológicas a corto y largo plazo. La principal es el efecto de invisibilización o, en otras palabras, «si no se ve, no existe».
Cuando eres un niño y ves una serie o una película, lees un libro o juegas a un videojuego, te gusta identificarte con el protagonista. Esto es algo natural que nos sucede desde que tenemos uso de razón e incluso cuando somos adultos. ¿La razón? La capacidad de empatizar nos hace buscar cualquier punto en común entre el protagonista y nosotros.
El problema es que los protagonistas suelen entrar dentro de unos cánones muy rígidos: son personajes blancos, heterosexuales y delgados. Si eres negro, LGTB o tienes sobrepeso u obesidad, es inevitable sentirte fuera de lugar, como si tu color de piel, tu orientación sexual o tu físico no tuviese cabida en el mundo del arte.
A medida que crecemos aprendemos a ser críticos y entendemos que el problema no es nuestro, sino de una sociedad que no da cabida a lo no normativo. Sin embargo, cuando somos niños es muy fácil pensar que hay algo que va mal en nosotros por no entrar en ese rígido canon del que hablamos.
Poco a poco se va gestando un problema de autoestima que puede repercutirnos hasta cuando somos adultos y cuya solución es tan fácil como normalizar lo no normativo de una vez por todas.
El hecho de que La Sirenita sea negra ayudará a que miles de niños y niñas alrededor del mundo estén un paso más lejos de la discriminación. Lo mismo sucedería si el día de mañana deciden crear una nueva versión de Hércules en la que el personaje sea bisexual (algo históricamente correcto, por otro lado) o remasterizan El Jorobado de Notre Dame y Esmeralda tiene sobrepeso, algo que no influiría en absoluto en la historia y que rompería con la gordofobia interiorizada de nuestra sociedad.