Se llama Hernán. Y le están dando una fiesta más que merecida. Lo saben bien sus enfermeras en la UCI que ahora le ven con 15 kilos menos que con los que entró. Hernán solo tiene 48 años y no tenía patologías previas. Entró en cuidados intensivos del hospital de Ourense. Ha estado casi un mes. Intubado y mirando al suelo. Siempre pensó que era muy joven para morir, entre alucinación y alucinación.
Escuchó que rondaba la muerte. Llevó el esfuerzo al límite. Su casa está cerca pero él estuvo muy lejos. Su mujer y sus ocho hijos supieron que en esta historia ganaba la vida, aunque siete de ellos hayan pasado por el coronavius. Hernán se reencuentra con Lourdes y Beni. Ellas son dos de las sanitarias que lo atendieron en la unidad de críticos del Complejo Hospitalario Universitario de Ourense. En su cabeza tuvo muchos días un delirio, que es bastante común entre los pacientes que sufren un coronavirus grave. De hecho, un estudio realizado en Estrasburgo, y publicado en Nature, detectó que el 65 por ciento de las personas que estaban gravemente enfermas con coronavirus tenían confusión aguda, un síntoma de deliro.
Y a finales del pasado año en la reunión anual del American College of Chest Physicians, científicos del Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt en Nashville, (Tennessee), mostraron que el 55 por ciento de las 2.000 personas que rastrearon y que fueron tratadas por Covid-19 en unidades de cuidados intensivos (UCI) en todo el mundo habían desarrollado delirio. No es lo común, porque por lo general un tercio de las personas que están gravemente enfermas desarrollan delirio, según un metanálisis de 2015. Es decir, que el coronavirus acentúa esta dolencia.
Hernán creía que le hablaban en italiano. Hernán llegó a creerse que estaba secuestrado y era rehén de la mafia napolitana. También hace pocas fechas, Emilio, otro superviviente del covid relataba que se había convertido en un superhéroe que salvaba a niños discapacitados.
“Yo pensé que la mafia italiana me había raptado para experimentar. Tenía tres vías en el brazo: una era verde, otra transparente y otra roja. Yo no veía cables, yo lo que veía era la bandera de Italia”, relata Hernán a Nius. “Creía que estaba en un hospital italiano y que me tenían allí para hacer demostraciones a estudiantes. Cada vez que veía llegar a las enfermeras, pensaba que venían a hacer pruebas conmigo. ¡Hasta las escuchaba hablar en italiano!”, relata. Recuerda cómo llegó a arrancarse el tubo - sí, no fue un paciente fácil para las enfermeras, acostumbradas a ver de todo- lo que le obligó a superar la enfermedad sin él en una lucha entre la vida y la muerte.
La mente no dejó de fabular mientras tanto, subía y bajaba montañas, pensaba que los mafiosos le habían dicho a su mujer que había muerto. Por eso verles fue toda una bendición. Ahora recuerda cómo entró en el hospital con mucha fiebre y ahogos, a él el coronavirus le atacó fuerte porque el resto de la familia lo pasó de forma leve y la pequeña de cuatro años ni lo pasó. Nunca pensó que con su edad y hábitos el coronavirus se cebara con él de la forma que lo ha hecho. Ya se marcha para casa.