La epidemia de coronavirus ha provocado la guerra por las mascarillas y el resto de material sanitario. Con todos los países afectados por la enfermedad, la mayoría de ellos acuden a los proveedores y fábricas que no pueden soportar tal demanda. Por si fuera más complicado, la mayoría de las factorías se encuentran en China, un país donde el mercado y la forma de comprar puede ser salvaje.
Con el dinero en metálico y ni siquiera de esa forma se pueden garantizar las compras. Es lo que aseguran que se encuentran dirigentes regionales como Isabel Díaz Ayuso cuando intentan acudir a este mercado. Tras la centralización fallida de las compras, las comunidades autónomas se han lanzado a la lucha por este material.
Una batalla que, además, se debe librar contra la burocracia del comercio internacional y que no siempre resulta rápida y eficaz. Por ejemplo, Castilla La Mancha tiene 15 respiradores parados en Turquía por un problema aduanero. Un contratiempo que se está resolviendo gracias a la intervención del gobierno central con las autoridades turcas.
Pero la guerra va más allá, hay aviones que vienen del país asiático con material que desaparecen durante días, como los tres encargados por Madrid, o hay países que bloquean y roban a otros países. Por ejemplo, EEUU le ha arrebatado en plena pista de despegue un cargamento de material a Francia, según denuncian políticos franceses. Y es que la guerra de ofertas es feroz.
Un país galo que también ha bloqueado material que se dirigía a España. El Ministerio de Sanidad compró material a una empresa sueca con su sede logística en Francia. La orden de Macron de requisar todo el material sanitario, similar a la tomada por Sánchez en el estado de alarma, bloqueó ese material. Ha sido la presión del país escandinavo la que ha desbloqueado el envío que ha llegado finalmente a nuestro país.
Y es que a todas las naciones esta epidemia les ha cogido con el pie cambiado. Unas por menospreciar los efectos del virus y otras por pensar que no se verían afectadas, se han encontrado con los almacenes vacíos de mascarillas y material del que ahora deben hacer acopio. Unas compras que son difíciles en China, un país que trata de recuperar la normalidad y cuyas fábricas han estado paradas los últimos dos meses.