Son varias las acepciones de la palabra ‘disciplina’ que podemos encontrar en el Diccionario de la Real Academia Española. Reconozco que cuando escuché por primera vez hace ya algunos años la existencia de una propuesta educativa llamada disciplina positiva, me sonó un poco contradictoria. Obviamente estaba cerrándome a una sola definición de ‘disciplina’; “observancia de las leyes y ordenamientos”, como dice la RAE. La palabra ‘disciplina’ me evocaba la imagen de niños dóciles sentados en sus pupitres o desfilando ordenadamente cual hermanos Trapp en Sonrisas y lágrimas.
Afortunadamente, después de una larga conversación con Marisa Moya -que además de maestra, psicóloga y directora de una escuela infantil desde hace más de 40 años, es la principal promotora de la disciplina positiva en España- me quedó claro que, en este contexto, ‘disciplina’ se refiere más bien a la segunda acepción que recoge nuestro diccionario: “arte, facultad o ciencia”.
Casi una década lleva ya Marisa Moya enseñando a familias y educadores este arte de educar desde un lugar diferente, desde una apertura de la mente, desde una invitación a hacerse uno a sí mismo la pregunta de ¿cómo estoy influyendo como madre, padre o educador en la tarea de mayor responsabilidad que tengo, que es la de acompañar a un ser humano en su desarrollo? “Es un compromiso enorme, asegura Marisa Moya, pero a la vez un privilegio enorme”.
Aunque la disciplina positiva surgió en EEUU hace ya 40 años, en España es un programa relativamente joven. Empezó su difusión en la escuela de Marisa Moya en el año 2013: “Llevamos poquito tiempo aquí, sin embargo, de alguna manera, resulta ya muy cercana a muchas personas”.
Pregunta: ¿Qué es exactamente la disciplina positiva y a qué crees que se debe este éxito?
Respuesta: La disciplina positiva, en lo que incide, es en que no únicamente por el hecho de ser padre o madre todo lo que se haga sea correcto. Es abrir la mente al valor de la información y al conocimiento de otras destrezas para educar. Es decir, cuando somos madres y padres, tradicionalmente se ha dado por hecho que todo lo que haces es adecuado para los niños. Y hoy se sabe que esto no es así, que a educar también se aprende. Esta idea no es nueva, tiene sus raíces en la psicología individual. Alfred Adler, este médico psiquiatra, hace ya 100 años decía que la mejora de la humanidad dependía de la educación. Y para que la educación fuera realmente ese motor de transformación que mejorara la humanidad, era necesario que padres, madres, maestros, maestras, que las personas que aterrizamos la educación en el día a día, en los hogares y las escuelas aprendiéramos a educar desde el respeto y con respeto a la infancia…hace 100 años de eso ya.
P: Como padre o madre cuesta aceptar que a lo mejor uno no lo están haciendo de la mejor manera…Entiendo que ahí tenemos el primer obstáculo para aprender a educar.
R: Mucha gente dice que sí con la cabeza, pero luego, en la práctica, todavía hay muchas personas que se sienten enjuiciadas (…) Cuando tú eres madre, si alguien te dice que algunas de las prácticas que estás llevando a cabo, estrategias, recursos o incluso la mirada desde donde estás tomando las decisiones, no le sientan bien a los niños, se sienten enjuiciados. Entonces ya pierden la receptividad, se consideran atacados y entonces no quieren saber más de este tema. Esto es lo que está trabajando la Disciplina Positiva: abrir la mente a que las personas seamos capaces de hacer una tarea de autoconsciencia: ¿cuál es mi mirada sobre la interacción humana? o, ¿cómo estoy influyendo en la empresa de mayor magnitud en responsabilidad, que es el acompañamiento a un ser humano?
P: La disciplina positiva digamos que está dirigida a conseguir cambios en los padres, no tanto en los niños…
R: El foco es sin duda el adulto. El gran problema que tienen los niños es el adulto (…) El adulto [con el entrenamiento en disciplina positiva] se va dando cuenta de que no es lo mismo hacer las cosas de una manera que de otra, y de que hay muchísimas cosas que les achacamos a los niños -incluso que les tildamos de que hacen las cosas mal, de que no les sale nada bien y de que están interpretando mal las situaciones y la vida- y realmente eso proviene de ti, es decir de las decisiones que tú has tomado.
P: Siempre se ha dicho que se educa con el ejemplo. ¿Mantiene la disciplina positiva esta premisa?
R: En los talleres siempre les digo a los participantes que, como madres y padres, a todos nos hace muchísima ilusión que a los 25 años nuestros hijos sean seres pensantes, que sean capaces de haber construido su individualidad con cimientos sólidos sobre el afecto, la confianza, el respeto y que de alguna manera hayan podido desarrollar la responsabilidad, que sepan resolver mediante la búsqueda de acuerdos, comprometiéndose con el interés social, con enfoque en soluciones de manera responsable.Pero claro, esto exige la puesta en práctica de un montón de funciones cerebrales, esto no se da así de manera espontánea porque el niño ya cumplió 25 años. Desafortunadamente esto no sucede así, porque aprender a vivir lleva mucho tiempo, tiene la exigencia de ese adulto que sea modelo y que sea capaz de modelar todo eso que le exige a los niños. Si dices a tu hijo: “tienes que mostrarte empático y asertivo en la vida”, esto es una sobre-exigencia para la naturaleza infantil, porque los niños, los conceptos abstractos no los alcanza. Los niños son exigidos con un lenguaje que no alcanzan a comprender y luego, cuando no responden a esa necesidad adulta de empatía, asertividad, de resiliencia, entonces son penalizados de una manera o de otra: se les etiquetas, castiga, amenaza, se les soborna y se les avergüenza y esto a los niños no le sienta bien, porque están elaborando un autoconcepto y una autoestima…porque son arquitectura humana. Hacernos la pregunta de ¿qué es lo que necesitas de mi? Este es el planteamiento de la Disciplina Positiva
P: Los padres, muchas veces nos empeñamos en que los niños sean como adultos en miniatura…se nos olvida que no saben, que no tiene las mismas herramientas que nosotros y les sobre-exigimos.
R: Ahí está el lío, sí…que se les exige. A veces, incluso nos miran con cara desconcertada, como queriendo adivinarte…¿qué me estás pidiendo, por favor me lo puedes traducir? Porque mira, el lenguaje no te entiendo, porque lo que que estás utilizando son términos abstractos y no sé como se aplica eso. Si tú me dices que sea respetuoso con mi hermana, yo necesito saber de manera concreta qué es el respeto. Si tú me exiges que yo sea tolerante, yo necesito saber cómo se hace la tolerancia porque soy un niño y yo no tengo estos datos en mi PC. Yo necesito que de vez en cuando tú te muestres tolerante, respetuoso, que muestres empatía y, entonces, yo, como soy un niño y estoy tomando nota todo el tiempo, pues entonces digo: ahora sí, ya lo sé, esto es tolerancia, esto se llama respeto, esto se llama generosidad, esto se llama bondad, esto se llama espíritu crítico.
P: ¿Qué me dices de la típica escena del padre diciéndole a gritos a sus hijos que no se grita?
R: Antes de decidir qué quieres que hagan los niños, decide qué vas a hacer tú y luego trasládalo con coherencia, porque esta es también una gran trampa: es decir, de manera verbal les decimos lo que hay que hacer, pero luego, con los hechos, hacemos algo que está en las antípodas, que es incongruente con lo que les hemos pedido. Por lo tanto, los niños se sienten desorientados, confusos y al final el adulto resulta como un ser no confiable porque toda esa información que me está dando no es información, es como una verborrea que necesita el adulto porque se siente inseguro, porque tiene miedo, porque tiene una obligación y una responsabilidad: el adulto abre su cajita de herramientas y utiliza las de corto plazo: castigo, premio, amenaza. Y esto de momento sí para el comportamiento, pero es que parar el comportamiento no construye a un ser humano por dentro.
P: ¿Qué alternativas al castigo propone la disciplina positiva?
R: Imagina el niñito de 3 años que quiere un coche. Lo tiene un niña que está enfrente, y el coche está detrás de la niña y él dice que quiere el coche…y si no consigue el coche le da un empujón a su compañera y, entonces consigue el coche. Esto, para el adulto, es algo terrible que hay que erradicar de la conducta. Pues el planteamiento de la disciplina positiva es: aprenda a verlo no como un problema que usted se tiene que quitar de encima de cualquier manera saltándose su propia dignidad y la de su hijo, sino como esa oportunidad de ese gimnasio para la vida. Muéstrele a su hijo cómo se resuelven los problemas de la vida sin utilizar la violencia, porque esto no se improvisa ni a los 15 ni a los 25. ¿Usted quiere que su hijo tenga autocontrol? Pues usted tiene que trabajar su autocontrol. Ya sabemos que al cien por cien es imposible porque somos seres humanos y aquí no se trata de perseguir ser madres o padres perfectos; no se trata de eso. Pero lo que la Disciplina Positiva te enseña es, en una situación de problema ¡para!…no hagas cualquier cosa, porque ese aprendizaje no es lo que esperamos. Estás trasladando a tu hijo que castigando, que pegando, que amenazando se resuelve la vida y, sin embargo, luego reniegas de esto…¿pero me quiere explicar usted de dónde van a sacar esa información sus hijos? Los niños no aprenden por lecciones magistrales…
P: ¿Qué les dice a los padres que recurren a la disciplina positiva para conseguir que sus hijos cambien o dejen de portarse mal?
R: Que si un niño ha hecho algo y se ha equivocado…¡esto se llama infancia!. Porque claro, el adulto, lo que quiere es que dejen de meter la pata, pero es que mire usted, eso se llama infancia. La disciplina positiva no va a quitar el error, la disciplina positiva lo que va a hacer es aprovechar el error como oportunidad de construcción de habilidades para vivir, no para juzgar, sentenciar y penalizar a los niños por el hecho de serlo. Por eso digo tantas veces que el castigo, lo que denota es por un lado desconocimiento del adulto de qué es la naturaleza infantil: damos por hecho que porque tenemos hijos ya sabemos lo que es un niño y no es así, porque su mente, afortunadamente, funciona de una manera completamente distinta a la del adulto. Y luego, por otra parte, que no tenemos en cuenta que en nuestra caja de herramientas -porque nos han educado de esa manera y hasta ahora no nos hemos permitido sentarnos para revisar lo que estamos haciendo- pues estábamos utilizando siempre las herramientas a corto plazo. Entonces el planteamiento nuestro es: cuando un niño se equivoca, lo que necesita es primero que el adulto sea capaz de interpretar la señal.
P: ¿Cómo se interpreta y enfoca desde la disciplina positiva esa señal, es decir lo que vemos como un mal comportamiento de un niño?
R: Para la disciplina positiva, el mal comportamiento es una señal. Cuando yo (niño) me equivoco, te estoy diciendo que esa conducta es apropiada por edad: si un niño de dos años araña, pues usted se lo puede tomar como algo personal o se puede mostrar como un educador empático. ¿Y esto qué es? Entender que un niño de dos años tiene un cerebro impulsivo y que no tiene destrezas para el diálogo, para la búsqueda de acuerdos, para el enfoque en soluciones, etc..si yo entiendo que no lo está haciendo porque quiera meterse conmigo, sino sencillamente porque no tiene otras herramientas, pues a lo mejor podemos ser ese adulto solidario que necesita la infancia.
P: ¿Y si ese mal comportamiento no es el adecuado para su edad?
R: Por ejemplo, si mi hijo es adolescente y sigue resolviendo los problemas con la violencia, pues la señal que te está dando es que en la casa, en el hogar, hay una necesidad encubierta: a lo mejor el gimnasio no se ha montado, a lo mejor no le hemos dedicado el tiempo que necesitan nuestros hijos para esa información previa, para sentarnos, decirles: estas son las pautas, así convivimos en casa, así aprendemos, así nos respetamos, así disfrutamos en casa…¿Usted le ha dedicado tiempo en su agenda a eso?, ¿dónde está la parte de información? Porque claro, si los niños no tienen esa información, resuelven como buenamente pueden. ¿Usted en su casa tiene espacios para recuperarse cuando a uno se le desborda emocionalmente el cerebro?, ¿o sencillamente sigue como si no pasara nada con esa maldita costumbre de que inmediatamente hay que resolver los problemas?…No, oiga, la urgencia es una trampa mortal en educación. Si usted está en formato 'piraña', usted está resolviendo un problema, que es trascendental para la construcción humana, a través de los mordiscos: usted está modelando violencia.
P: En resumen, podemos decir que la disciplina positiva no es tanto de enseñar técnicas a los padres para educar, como de cambiar el punto de vista. Podríamos decir que cuando uno cambia ese punto de vista …¿los recursos vienen solos?
R: Yo digo mucho: adulto, siente el culete con sus hijos, porque ¿qué conoce su hijo de usted?, ¿las fosas nasales? Mire usted, las fosas nasales son muy poco inspiradoras. Siéntese, siéntese con sus hijos, que su mirada pueda conectar con la de su hijo, con la inseguridad que en ese momento siente su hijo, porque usted es su fortaleza, usted es su entrenador, usted tiene que mostrarse como un adulto confiable. Y entonces, pues ahora sí: desde ahí tenemos un montón de recursos en nuestras mesas de soluciones. Podemos sentarnos para enfocarnos en soluciones dependiendo de la edad, si son muy pequeñitos, pues los niños lo que necesitan es que les traslades alternativas; es decir, yo muerdo, yo araño, yo pego, yo escupo o empujo, y ahí el adulto, con el lenguaje de infancia, con juegos, con teatrillos, con cuentos y con el modelado de cómo resuelve el adulto sus problemas de la vida, va trasladando datos al PC infantil: mira, esta es la alternativa, esta es la alternativa al arañazo, al mordisco o a la patada.
P: Por último, ¿qué ocurre cuando un padre o una madre hace ese clic
R: Es que ese clic además es muy esperanzador... aunque al principio la autoconciencia puede ser dolorosa, porque estabas pensando que el niño hacía esto mal, o eso mal. Pero realmente la oportunidad y la gran probabilidad de que las relaciones en casa y las experiencias mejoren, una parte importantísima, está en tu mano y eso es lo esperanzador: No cambiar al niño de cualquier manera, sino cambiar tú, abriéndote a lo que decíamos, a ese proceso de autoconciencia de preguntarte qué estoy haciendo y cómo lo estoy haciendo. No desde la culpabilidad, sino desde la responsabilidad.