Entre los árboles de un parque hay un grupo de personas mayores de 60 años que, al unísono, efectúan movimientos acompasados al ritmo que marca su maestra de Tai Chi… Lentamente, cada uno de los integrantes de esta clase al aire libre, en posición vertical, estira su pierna derecha hasta superar la abertura de los hombros. Posteriormente, efectúan un suave giro de su torso superior y fijan su mirada en esa dirección. Como si tuvieran un arco entre sus manos, apuntan hacia un punto. Después, liberan su brazo izquierdo como si soltaran la cuerda del arco. Este arte marcial milenario, caracterizado por fortalecer los músculos y mejorar la flexibilidad, es una de las actividades físicas que practican algunas personas mayores en las áreas recreativas. Pero también se ven hombres y mujeres de este grupo poblacional practicando bicicleta, andando, corriendo… o utilizando las distintas áreas de los parques habilitadas con aparatos para hacer fuerza, abdominales, etcétera.
En España, hay cerca de 5.400.000 personas en una franja etaria de 60 a 70 años. La actual esperanza de vida es de 80,9 años en los hombres y de 86,2 en las mujeres, según los indicadores demográficos básicos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Además, según las proyecciones realizadas a futuro por el INE, la esperanza de vida al nacimiento alcanzaría los 82,9 años en los hombres y los 87,7 en las mujeres para el año 2033. Y los pronósticos para 2067 auguran que la esperanza de vida al nacimiento para los hombres sería de 86,4 años, y para las mujeres de 90,8 años. La población cada vez alcanza edades más longevas. Por ello, es necesario la promoción de actividades físicas que posibiliten a las personas alcanzar la vejez en las mejores condiciones físicas, emocionales y sociales posibles. La Revista Española de Geriatría y Gerontología ha publicado recientemente el artículo “Impacto del ejercicio físico en variables relacionadas con el bienestar emocional y funcional en adultos mayores”, un estudio que forma parte de un proyecto comunitario del Ayuntamiento de Palma de Mallorca dirigido inicialmente a la consecución de un envejecimiento saludable de la población de adultos mayores residentes en Palma de Mallorca, mediante la promoción de actividades físicas. Esta idea se complementó con indicadores que demostrasen el beneficio del ejercicio físico en factores asociados al envejecimiento como, por ejemplo, la fragilidad. En la investigación colaboraron además investigadores de la Universidad de las Islas Baleares y la Universidad de Jaén. Una de las personas encargada de supervisar la recolección de datos objetivos y su posterior publicación ha sido Casandra Isabel Montoro Aguilar, del departamento Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Jaén. La principal conclusión a la que ha llegado el estudio es que el ejercicio físico más beneficioso en adultos mayores es el “entrenamiento multicompetente”, aquel que combina fuerza, resistencia, equilibrio y marcha. Casandra Isabel Montoro Aguilar asegura que este tipo de entrenamiento “es el que ha demostrado una mayor mejoría en la capacidad funcional, así como en el mantenimiento de la independencia en las actividades básicas de la vida diaria de los adultos mayores”.
Amelia Carro Hevia, Doctora en Medicina, especialista en Cardiología, coordinadora del Grupo de Trabajo de Cardiología del Deporte de la Sociedad Española de Cardiología (SEC) y directora del Instituto Corvilud, apunta, en relación al estudio, que “es interesante observar que, en una población seleccionada con bajo grado de fragilidad y dependencia, un programa de entrenamiento estructurado y supervisado, incluso con un volumen de actividad física inferior al recomendado, consigue beneficios en múltiples esferas vitales (física-emocional-social). Es remarcable, en este sentido, la anotación que hacen en la discusión sobre la necesidad de instaurar programas de ejercicio de forma temprana con el objetivo de reducir el impacto de los cambios asociados al envejecimiento y favorecer, en consecuencia, un verdadero «envejecimiento activo»”. La doctora Carro Hevia señala que “la mejoría de la función física está mediada por la potenciación cognitiva (Sáez de Asteasu, Plos Med 2019), en concreto, funciones ejecutivas para mantener y promover forma física (equilibrio, marcha, fuerza muscular). Por ello, la mejor estrategia es prevenir el declive funcional, y no recobrar la función cuando ésta ya se ha perdido”.
La profesora de la Universidad de Jaén dice que “con respecto al perfil de población mayor, no habría un perfil concreto, ya que el ejercicio físico es beneficioso para cualquier tipo de patología, y cuanto antes se comience a realizar mayor efecto beneficioso se obtiene de cara al envejecimiento saludable. En cualquier caso, está recomendado sobre todo para personas mayores que sufren alguna patología de tipo crónico como, por ejemplo, dolor crónico, dados los beneficios reportados en la literatura. También está especialmente aconsejado en aquellas personas con riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares y metabólicas importantes, ya que las previene, produciendo, además, un efecto beneficioso sobre obesidad, caídas, deficiencias cognitivas, osteoporosis y debilidad muscular”.
Las Guías de la OMS sobre actividad física y conducta sedentaria publicadas en 2020 sugieren que, como para los adultos de la población general, las personas de 65 o más años deberían realizar 150-300 minutos semanales de actividad física moderada (o bien 75-150 minutos de actividad vigorosa) y ≥ 2 sesiones de actividad de fortalecimiento muscular (WHO, 2020). “El entrenamiento multicomponente está ampliamente refrendado en esta y otras guías debido a los beneficios que la combinación de ejercicio aeróbico, equilibrio, flexibilidad y fuerza promueven en este grupo de edad (incluso en nonagenarios) en cuanto a la preservación de autonomía funcional y prevención de caídas, entre otros (Cadore EL, Age 2014) (Pellicia et al, Eur Heart Journal 2020)”, explica la coordinadora del Grupo de Trabajo de Cardiología del Deporte de la SEC.
En el caso de personas mayores con coexistencia de una enfermedad cardiovascular, prosigue la directora del Instituto Corvilud, “las recomendaciones generales se acompañan de adaptaciones en caso de enfermedades concretas, y que están contempladas en las guías europeas (Pellicia et al, Eur Heart Journal 2020). Estas adaptaciones no suelen restringir, sino considerar y advertir condiciones que pueden requerir atención especial -pacientes portadores de marcapasos, enfermedades valvulares, utilización de medicación anticoagulante, etc.-. Por encima de cualquier restricción está el papel del ejercicio físico como herramienta armonizadora de los factores de riesgo cardiovascular, en el sentido de prevenir enfermedad y constituir el pilar básico del tratamiento”.
Por su parte, David Rodríguez, coordinador del Grupo de Ejercicio Físico de Mayores de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), indica que “todo esfuerzo que se realiza tiene un impacto metabólico que se traduce en un aumento de la fatiga, de la dificultad respiratoria y/o déficit en la oxigenación muscular”. Por eso, el ejercicio debe ser controlado en función de las posibilidades cardiorrespiratorias de la persona a la que va destinada. Y el ejercicio multicompetente permite introducir ejercicios con distintas exigencias metabólicas que, según este experto, “amortiguan el impacto que pudiera tener una persona con problemas de este tipo”. Además, subraya David Rodríguez, “el trabajo concurrente de los ejercicios de fuerza y resistencia están ampliamente evidenciados como una herramienta efectiva en la mejora condicional de la persona mayor, siempre y cuando esté controlada por profesionales cualificados”. Una vez realizada la prescripción médica y el control por personal especializado que permita la mejor combinación de trabajo posible, “de Saa y colaboradores (2017) aconsejan unir en sesiones el trabajo de fuerza con la marcha y, el de resistencia (metabólico) con el equilibrio. La frecuencia semanal es otro parámetro que debe ser adaptado a la persona a la que vaya destinada, pero el ideal sería dos o tres veces por semana. Teniendo presente que debemos fomentar actividades de relación con los demás dentro de la búsqueda condicional de este tipo de orientaciones del entrenamiento”, agrega el coordinador del Grupo de Ejercicio Físico de Mayores de la SEGG.
La investigadora del estudio concluye que “los programas de este tipo de entrenamiento han demostrado ser una herramienta eficaz para prevenir la sarcopenia, el deterioro funcional y producir una modulación de los procesos antiinflamatorios autoinmunes durante el envejecimiento, que se traducen en un aumento de los umbrales de tipo nociceptivo y cambios en la percepción del dolor”. Además, continúa Casandra Isabel Montoro Aguilar, “este tipo de entrenamiento, de forma general, incrementa la funcionalidad (por ejemplo, calidad del sueño, velocidad de la marcha, fuerza, etc.) y reduce el riesgo de caídas en la población adulta mayor, así como la morbilidad por las enfermedades comentadas anteriormente. También, mejora la calidad de vida y la modulación de la percepción del dolor en el adulto mayor. Cabe mencionar que la velocidad de la marcha, como factor de funcionalidad, se ha llegado incluso a considerar como predictor de la esperanza de vida y se ha asociado con una menor discapacidad incidente en personas en edad geriátrica”.