¿Alguna vez has ido al médico por un problema físico y te ha sugerido que era por estrés? Seguro que sí, y lo más probable es que razón no le faltase. Eccemas, cambios de peso, tensión muscular, dolor de cabeza… Hay un amplio abanico de problemas que nos asustan al ser físicos, pero que pueden esconder una causa psicológica. Y dentro de ellos se encuentra la categoría de la salud vaginal, la gran invisibilizada.
La salud vaginal es una parte muy importante del bienestar femenino. Según diferentes estudios el 75% de las mujeres han tenido una infección vaginal al menos una vez en su vida. Con frecuencia, dicha infección suele estar provocada por el hongo Candida, que se encuentra en el 50% de los adultos, muchos de ellos asintomáticos.
Además de infecciones, la salud vaginal abarca muchos más aspectos: falta de lubricación, aspecto del flujo vaginal, tensión en los músculos pélvicos, enrojecimiento o picor, sangrado entre reglas, aparición de bultos, dolor durante las relaciones sexuales, y un largo etcétera.
La primera reacción de cualquier mujer al detectar alguno de estos problemas es ir al médico o, en su defecto, al ginecólogo. Hacen bien. Sin embargo, al llegar a la consulta es posible que surja una pregunta: “¿Has tenido estrés últimamente?”.
No es que tu médico esté intentando matar el tiempo con preguntas vacías. Lo que sucede en realidad es que la ansiedad, la tristeza o las preocupaciones pueden afectar a nuestra salud vaginal, y hoy vamos a conocer cinco de los problemas más frecuentes:
Según un estudio realizado por Glatt y Zinder, 34% de las mujeres menores de 30 años sufre dolor vaginal al mantener relaciones sexuales. ¿La causa? Habitualmente vaginismo y dispaurenia.
El vaginismo es una disfunción sexual que afecta a los músculos que rodean la vagina. De manera incontrolable e involuntaria, se producen espasmos musculares que provocan la contracción de la vagina. Esto dificulta no solo la actividad sexual, sino también el uso de tampones o la realización de exámenes ginecológicos.
En la otra cara de la moneda, la dispaurenia es una alteración que provoca un dolor muy intenso antes, durante o después de las relaciones sexuales. Abarca molestias en la zona genital tanto en puntos más externos, como en áreas internas. Dicho dolor puede ser agudo y desaparecer en cuestión de minutos, o mantenerse más tiempo en forma de pinchazos o quemazón.
En general, el vaginismo y la dispaurenia suelen darse a la vez.
La mucosa vaginal produce un lubricante natural que mantiene a la vagina hidratada. Pero, ¿por qué necesita la vagina hidratación? Nada más y nada menos que para que la flora vaginal esté en buen estado.
En la vagina habitan miles de microorganismos que la protegen manteniendo un PH ideal. Cuando lavamos con jabones muy agresivos o en exceso la zona vulvar, este equilibrio tan delicado se puede romper. Lo mismo sucede cuando tenemos una pequeña lesión por mantener relaciones sexuales muy intensas, o ante estrés prolongado.
En consecuencia, la mucosa vaginal deja de producir el lubricante natural, surge sequedad, y es muy probable que aparezcan infecciones.
Como hemos visto antes, las infecciones vaginales son muy frecuentes en la población femenina. La razón es que nuestra flora vaginal es un poco delicada ante estímulos externos. Los lavados excesivos, el estrés, la fricción, la sequedad o el sexo sin protección son el caldo de cultivo ideal para que las bacterias buenas que habitan en la vagina mueran, propiciando la aparición de infecciones.
Las infecciones más habituales son la candidiasis, vaginosis bacteriana, clamidiasis y vaginitis tricomoniasis. Los síntomas más frecuentes son rojez, picor, flujo con un color y olor diferente al habitual, y dolor al orinar, al mantener relaciones o en reposo.
Durante el confinamiento, el estrés ha provocado cambios en el ciclo menstrual de muchas mujeres. Por ejemplo, reglas más abundantes o dolorosas, sangrado entre reglas o retrasos o adelantos en la regla.
A esto debemos sumar los cambios en el síndrome premenstrual. El estrés puede provocar cambios de humor más drásticos, dolor de pecho, sensación de cansancio, irritabilidad, preocupación, cambios de apetito y falta de sueño o somnolencia excesiva.
Si bien la píldora anticonceptiva tiene una efectividad del 98%, hay algunas situaciones que pueden disminuir esta cifra:
Si tienes alguno de los anteriores problemas, ponte en contacto con tu médico de cabecera o con tu ginecólogo. El primer paso es detectar cualquier causa física.
En el caso de que sea estrés, puedes intentar gestionar las preocupaciones con apoyo de tu pareja, familia y amigos, o pedir ayuda profesional. Recuerda que la salud vaginal es solo una forma de exteriorizar el malestar psicológico, así que préstale atención y no le quites importancia.