El Día Mundial de la Salud Mental de este año, 10 de octubre, se celebra en un momento en el que nuestras vidas cotidianas se han visto considerablemente alteradas como consecuencia de la pandemia de coronavirus. Los últimos nueve meses han traído muchos retos, especialmente para los más pequeños. La población general ha incorporado conocimientos técnicos sobre infectología, medicina y epidemias como nunca antes había sucedido.
Las familias con niños muy pequeños y adolescentes que se han visto más afectados por la pandemia experimentan dificultades de conducta y problemas emocionales que no habían tenido antes, según comenta la profesora de psicología de la Universidad de Nottingham y especialista en niños y adolescentes, Ellen Townsend, en una entrevista con Infobae.
Townsend, comenta, está "muy contenta porque los niños hayan vuelto a la escuela". "Es el mejor lugar en el que pueden estar, es seguro para ellos. Ahora hay mucha información epidemiológica, muy buenos modelos pediátricos sobre enfermedades infecciosas y datos concretos que muestran que es el mejor lugar para ellos. La educación es el capital social que impulsa cambios en la sociedad, especialmente para niños de los entornos con menos ventajas. Por eso debe ser priorizada", explica la especialista.
"Puede haber una madre o un padre soltero, tratando de trabajar desde casa y haciendo de escuela también desde casa. En esos casos podría haber significativos problemas de salud mental en la familia y un ambiente caótico, lo que dificulta la enseñanza", detalla Townsend en referencia a las situaciones que ha forzado la pandemia en el ámbito educativo.
La profesora de psicología de la Universidad de Nottingham, miembro del grupo de Análisis de Riesgos, Procesos Sociales y Salud (PSPH), cambió el rumbo de la educación en Reino Unido. Consternada por el daño que les estaba causando el cierre de las escuelas, publicó el 14 de junio en The Sunday Times una carta abierta al gobierno, que contó con el apoyo de más de un centenar de académicos de la psicología y de otros campos.
"Como expertos que trabajan a través de distintas disciplinas, estamos unidos para pedirles que reconsideren su decisión y liberen a los niños y a los jóvenes del encierro", decía la carta. La repercusión del texto terminó siendo decisiva para el debate público en el Reino Unido, que luego terminaría habilitando el regreso a las aulas. Townsend propone que haya una discusión realmente abierta en la comunidad educativa, que incorpore a los jóvenes y también a los docentes, para que todos se sientan contenidos en las decisiones que se tomen.
Desde el comienzo de la pandemia, se muestra preocupada por el descuido de los niños en el diseño de las políticas públicas. "Me preocupa el descuido de sus necesidades y la falta de consideración sobre cómo las diversas restricciones afectaron sus vidas. Cuando el Gobierno cerró las escuelas estaba muy claro que eso iba a tener un impacto sobre los niños, y que el impacto iba a ser desigual. En junio, cuando empezó a discutirse la posibilidad de que los niños regresaran a la escuela, estábamos esperanzados con los descubrimientos sobre la manera en que los afecta el coronavirus. Es bastante milagroso que entre los menores de 15 años tenga un impacto tan pequeño en su salud física", destaca.
La interacción cara a cara es realmente vital a todas las edades. "Hay algo alrededor de la espontaneidad del cara a cara que es muy importante. Pienso en niños de escuela primaria, por ejemplo. Así aprenden las reglas de interacción social, la empatía, la compasión... El juego les ayuda a comprender lo que pasa en el mundo. Incluso entre los adolescentes es importante. Aunque se comunican mucho a través de las redes sociales, lo cual fue un salvavidas para muchos ¿Pueden imaginarse lo que habría sido esta pandemia sin internet?", resalta Ellen Townsend.
Las clases online, a juicio de la especialista, no pueden reemplazar la enseñanza presencial, incluso más allá de los enormes esfuerzos que hacen los docentes desde sus casas. No todos los niños tienen acceso a ella "¿Qué pasa con aquellos que no tienen conexión a internet ni dispositivos electrónicos?".
El confinamiento y las cuarentenas, que implica aislamiento social, ha afectado gravemente a los jóvenes. "Sabemos que la soledad afecta la salud mental. Hay un estudio de la Universidad de Bath que revela que la soledad puede tener un impacto hasta nueve años más tarde. Así que si la gente se pregunta qué puede hacer con sus hijos, yo les diría que jugar, jugar y jugar. Junten a los niños y a los adolescentes, que necesitan jugar e interactuar", recomienda Ellen Townsend.
"En términos de mortalidad, la soledad y el aislamiento social son tan peligrosos como fumar, o como las adicciones, según han mostrado grandes estudios. Necesitamos abordajes completos para proteger la salud mental en la escuela, ahora. No podemos esperar. Es algo que tenemos que tomar muy en serio", añade.
"Ahora estamos en una situación en la que todo es de semana a semana, en la que no sabemos qué podremos hacer. Lo he notado en mis hijos, que dicen "sería genial hacer… pero ¿podremos hacerlo?". Son conscientes de que estamos en esta extraña situación en la que no tenemos el control, y esa es otra cosa que está presente, que uno no tiene el control. Los niños son resilientes y esa es una razón importante para ser optimistas y pensar que si les damos los apoyos correctos van a poder recuperarse y vivir vidas felices. Pero cuanto más se extiendan las restricciones, más difícil va a ser", confiesa la especialista.
La mayoría de los problemas de salud mental se desarrollan durante la adolescencia. Las tasas de daño autoinfligido y de suicidio se disparan entre la adolescencia media y tardía. Es un período muy sensible y puede marcar un rumbo en la vida. "Si sufres depresión, tienes mayores probabilidades de sufrir una recaída luego. Los jóvenes, que ya son vulnerables, se han visto más afectados. Otro aspecto son las consecuencias económicas, porque los jóvenes sufrirán esa carga. Deberán soportar en su vida adulta el peso de lo que se ha hecho a lo largo de esta pandemia", precisa Ellen Townsend.
Aunque les preocupa el impacto en las personas que los rodean, los jóvenes sufren por muchas de las restricciones sin entender por qué se aplican sobre ellos también. La gente joven no confía lo suficiente en nadie como para compartir cómo se siente. Por ejemplo, acercarse a un adulto aparece como algo imposible, o a un profesional de la salud, como muy muy difícil. Hay gente joven con muchas dificultades.
"Hay muchas cosas que podríamos estar haciendo para ayudar a la gente joven a que se sienta mejor, segura. Además del tema de la pandemia, los confinamientos y los efectos del aislamiento social, hay otras cosas previas para pensar en términos de los modelos psicosociales que hemos desarrollado. Las crisis muchas veces tienen que ver con la falta de esperanza, con sentirse derrotado, sentirse atrapado", comenta la especialista.
Para Ellen Townsend, los políticos deberían lanzar un mensaje de esperanza lo antes posible, pero es necesario trabajarlo con los docentes, en lugar de dictar medidas desde arriba. "Es algo que ha hecho muchísima falta. Pequeños grupos de científicos asesoran a los gobiernos que después toman estas medidas compulsivas en lugar de plantear una reflexión sobre cómo podemos darles a los docentes la confianza o seguridad de que pueden volver al trabajo y sentirse seguros", precisa al respecto.
Townsend pone de ejemplo la gestión de Suecia, que no cerró las escuelas durante el pico de la epidemia. "A nadie le gusta hablar de ellos, pero podríamos haber observado lo que están haciendo y pensar qué podíamos hacer. Ellos no hicieron todo perfecto, pero lo admitieron. Los líderes deben admitir cuando cometen un error. Nos colocamos a nosotros mismos en un rincón de miedo abyecto y terror. Para sacar a la gente de ahí, podemos lograr algo creativo a través de diferentes disciplinas. Es posible", concluye.