Densidad de población muy alta, riesgo de contagio masivo, controles policiales vigilando la movilidad, áreas restringidas... son pinceladas comunes en las grandes ciudades que están favoreciendo la huida hacia los que se han convertido en auténticos paraísos en tiempos de pandemia: pueblos y pequeños municipios. Y los hay que no lo dudan y optan por empadronarse en ellos.
Un incremento en el censo que se nota ya en la costa gallega. Aunque a los vecinos de siempre no les parezca tan bien. En Andalucía, localidades como el Puerto de Santa María han multiplicado por cuatro los habitantes censados desde el inicio de la pandemia. Suma de vecinos que conlleva ya problemas en la gestión de residuos o la asistencia sanitaria.
En la España rural los nuevos vecinos son una bendición, como en el pueblo soriano de Deza, donde la llegada de dos familias con niños ha permitido la reapertura de la escuela. Un éxodo potenciado por la pandemia que dibuja un nuevo reparto poblacional.