Es la historia de Mariel Sander. La joven nunca pensó que su último mes en la universidad fuera a ser así. Todos lo imaginan repleto de fiestas, adquiriendo facultades en las últimas actividades e incluso viajando para celebrar el final de un ciclo. Pero la realidad ha sido otra.
La crisis de coronavirus ha parado todo el mundo. Y no solo lo ha parado, sino que lo ha transformado por completo. Mariel ha tenido que dedicar este mes de despedida de la universidad a transportar cadáveres, desde las camas de hospitales hasta camiones frigoríficos que servían como almacén.
Más de 20.000 personas han perdido la vida en Nueva York. El número de contagios, al igual que ha ocurrido en otras ciudades y países, ha sido tan elevado que ha desbordado los servicios sanitarios. Por ello, han solicitado la ayuda temporal de otros ciudadanos. Y ahí estaba Sander.
La joven se había trasladado desde Manhattan hasta su casa en Nueva Jersey tras el cierre de su universidad. Ante la situación, no dudó en contactar con diferentes hospitales para ofrecer su ayuda. Finalmente, tras todos los intentos, logró un contrato en un hospital de Brooklyn por 25 dólares la hora.
Durante el tiempo que estuvo colaborando en las labores propias de la crisis, pudo ver imágenes que nunca olvidará: miembros amputados, bolsas para cadáveres rasgadas... Todo ello en un ambiente en el que, cada día, veía fallecer a más personas.
No obstante, esta experiencia también le ha aportado mucho. Sobre todo aprendizaje y respeto. "Esta experiencia me enseñó más sobre empatía que cualquier otra cosa", comentó a The New York Times.