Conductas relacionadas con los trastornos de la alimentación que todos hacemos y normalizamos
Las redes sociales y la cultura de apología a la delgadez han provocado un incremento de casos de Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCAs)
Marina Pinilla, psicóloga, describe cinco señales de alarma que pueden indicar un problema de salud mental relacionado con la alimentación
Contar calorías, considerar que algunos alimentos están prohibidos para ti o compensar los excesos y otros "hábitos" de la cultura de la delgadez
Los Trastornos de la Conducta Alimentaria o TCAs son los únicos problemas de salud mental en los que hay un componente socialmente bien visto: la delgadez. A nadie le dicen “te encuentro genial, se nota que estás más triste”, o “últimamente estás fenomenal, como más nervioso”, pero todos hemos escuchado, dicho o pensado un “te veo genial, se nota que has adelgazado”.
Con los años, esta apología de la delgadez se ha suavizado –recordemos cómo era la industria de la moda y la belleza en la década de los 2000 y el impacto que generó en la autoestima de las adolescentes que ahora tienen 30 años–, pero aun así sigue existiendo una presión para tener un cuerpo normativo. Muestra de ello es que en la mayoría de tiendas de ropa no existan tallas más allá de la XL o de la 42, o que siga siendo noticia que una actriz haya ganado peso.
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Esta cultura de la belleza inaccesible se ha extrapolado a las redes sociales, algo que se puso de manifiesto durante el confinamiento y que a día de hoy es el pan de cada día en Instagram. Cuentas con millones de seguidores recomiendan ayuno intermitente sin supervisión de un profesional, dietas restrictivas, culpabilidad respecto a la comida y ejercicio extremo. ¿El resultado? Un incremento de los TCAs que preocupa a las autoridades sanitarias.
Como vemos, hay muchos caminos que conducen a un Trastorno de la Conducta Alimentaria, y desgraciadamente todos nos hemos encontrado en algún momento u otro de nuestra vida paseando por alguno de ellos. Eso sí, pasear no significa padecer, pero que este tipo de conductas que exponemos a continuación estén normalizadas o incluso bien vistas en nuestra sociedad, es un riesgo que dificulta la prevención de TCAs.
1. Contar calorías
Las calorías no son malas. Tampoco son un indicativo de lo saludable que es un alimento. Por ejemplo, el aguacate, las nueces, el coco, la soja y el salmón aportan nutrientes necesarios para nuestro cuerpo y son altos en calorías. En cambio, los productos que se anuncian como light o ‘zero’ pueden contener muchos sustitutivos y bajo poder saciante.
Esta guerra contra las calorías ha hecho que muchas personas se obsesionen contándolas a mano o utilizando aplicaciones de móvil. Incluso nos imponemos una cantidad máxima diaria basándonos en lo que leemos en internet o en la dieta que sigue un amigo o un influencer. ¡No puedes sobrevivir con 1200 calorías diarias porque hasta un bebé necesita más!
Si quieres adelgazar o cuidar tu alimentación, no cuentes calorías. Habla con un profesional para que estudie tu cuerpo, tus necesidades psicológicas y nutricionales, y elabore en base a éstas una rutina de alimentación en la que no haya cabida para la restricción ni la culpabilidad.
2. Prohibirte alimentos
Como antes decíamos, hay alimentos que aportan más nutrientes que otros, pero no debemos etiquetar la comida en buena o mala.
Si tenemos un semáforo mental que se pone en rojo cada vez que vemos una hamburguesa, una pizza cuatro quesos o un brownie, la ansiedad puede ser tan grande que acabaremos sufriendo atracones, culpabilidad y conductas compensatorias.
Toda la comida es buena en su justa medida, porque cada alimento aporta unas cosas u otras. Un plato de arroz integral con pollo al curry y verduras nutre tu cuerpo, pero una tarta el día de tu cumpleaños con amigos nutre tu mente. Busca un equilibrio sin desatender ni la salud física ni la salud mental.
3. Compensar los excesos
Las dietas restrictivas, contar calorías y prohibirnos alimentos son conductas insostenibles en el tiempo. ¿Por qué? Porque llegará un día en el que te saltarás la dieta y comerás algo muy calórico o que habías catalogado como “malo/ultraprocesado/poco saludable”.
En un cumpleaños, un sábado por la noche, en Navidad… Hay muchas ocasiones en las que nos excedemos y comemos más de la cuenta. Es una situación excepcional, pero podemos sentirnos tan culpables que necesitamos compensar esos excesos. ¿Cómo? Ayunando o haciendo ejercicio extremo al día siguiente.
Una cosa es comer menos porque estás lleno y no tienes hambre, y otra obligarte a no comer cuando tu tripa parece un móvil en vibración. Si tienes hambre, come. Prioriza alimentos que te nutran, que te hidraten y que te hagan sentir bien, pero come.
Por otro lado, el ejercicio debe ser algo que hagamos porque nos gusta y para cuidar nuestro cuerpo, no para castigarnos por haber comido más de la cuenta.
4. Pesarte constantemente
Seguro que los veinteañeros que se criaron con la Wii recuerdan esa dichosa tabla que medía el equilibrio, IMC y edad corporal. Pensándolo en retrospectiva, ¿cómo podía estar bien visto un juego que le decía a niños de 12 años que tenían sobrepeso y una edad corporal de 50 años basándose en una medición?
Ahora, diez, quince o veinte años después, nos encontramos en la misma situación, pero sustituyendo la Wii Fit por una báscula de última generación que divide tu peso en agua, grasa y huesos.
Ser conscientes de nuestro cuerpo y de su estado es algo bueno, pero obsesionarnos no solo es contraproducente, sino que además es engañoso.
Cuando te pesas todos los días, en realidad no estás viendo tu evolución, sino un espejismo. Hoy la báscula marca 70 kilos. Mañana 72 porque has bebido mucha agua y estás hinchado. Pasado mañana 68 porque justo has ido al baño. Al día siguiente 73 porque te va a bajar la regla. Pero ignoramos estas fluctuaciones naturales y dejamos que un simple número influya en nuestro estado de ánimo y autoestima.
¿Quieres registrar tu peso porque estás en un proceso de adelgazamiento o intentas ganar volumen en el gimnasio? Genial, pero no lo hagas a diario. Lo recomendable es pesarse como máximo una vez a la semana, el mismo día, a la misma hora y utilizando la misma báscula.
5. Filtrar fotos de tu cuerpo
Todos hemos utilizado alguna vez un filtro de Instagram que distorsiona tu cara. Al principio te quedas en shock. “Pero si ese no soy yo”, piensas. El problema es que cuando utilizamos constantemente estos filtros nos acostumbramos y lo que nos acaba resultando raro y antiestético es nuestra imagen real.
Lo mismo sucede con la edición fotográfica del cuerpo. Hay aplicaciones de móvil en las que con un par de toques consigues reducir tu cintura, tus caderas, tus muslos… En definitiva, pareces más delgado.
Este tipo de aplicaciones alteran nuestra percepción corporal y acabamos sintiéndonos más cómodos en foto que en la vida real. Cuando te miras en el espejo te ves mal, no estás conforme, te sientes como un impostor en tu piel.
¿Cómo evitar esa sensación? Borrando las aplicaciones de edición corporal y observándote en el espejo tal y como eres, sin filtros, sin Photoshop, sin edición. No hay nada malo en tu cuerpo, el problema está en la sociedad que nos anima a ocultarlo o editarlo.