Nos envuelve, constituye nuestra frontera corporal. A través de ella percibimos e identificamos los objetos, diferenciamos lo suave de lo rugoso o áspero. Nos ofrece información de la temperatura exterior, si hace frío o calor. También, a través de ella advertimos quemazón, picor, hormigueo, ardor… Es la piel, el mayor de los organismos que integran nuestro cuerpo, con una superficie de alrededor de dos metros cuadrados y un peso aproximado de 4 kilogramos. Estamos poco acostumbrados a prestarle atención. Si dedicamos un par de minutos en recorrerla con la mirada, encontramos que no es homogénea, que está salpicada por las conocidas popularmente como “manchas”, un concepto que el lenguaje dermatológico describe como aquellas lesiones elementales primarias que aparecen sobre piel normal.
Las lesiones elementales primarias son diversas y entre ellas están las “manchas”. Los expertos diferencian entre mácula y mancha, dos lesiones planas, sin relieve, no palpables y que tiene diferencias. La primera es menor de un centímetro y está delimitada. La segunda es mayor de un centímetro y puede no estar bien delimitada. Ambas pueden ser hiperpigmentadas (distintos tonos de marrón hasta el negro), hipopigmentadas (blancas), azuladas, violáceas, rosadas o rojizas. Aseguran los dermatólogos que el color es un indicador que revela cuál es el origen de esa mancha o mácula -melanina, vasos, pigmentos endógenos, pigmentos exógenos, etcétera- y cuál es su profundidad.
Raúl de Lucas, jefe de sección de Dermatología Infantil del Hospital Universitario La Paz de Madrid, apunta que “el concepto mancha cutánea es un concepto más popular que académico. En sentido estricto, una mancha es una lesión no palpable que aparece en la piel de forma congénita o adquirida. Si cierras lo ojos y pasas la mano por ellas, no notas nada. El concepto de mancha para la población en general es cualquier lesión que aparece en la piel con un cambio de color con respecto a la piel base”.
Centrándonos en las manchas hiperpigmentadas o “manchas oscuras”, estas pueden ser benignas o malignas (lentigo maligno o melanoma in situ). Los expertos, además, diferencian entre las manchas localizadas (máculas) y las manchas difusas. Agustín Viera, dermatólogo de la Asociación Española de Dermatología y Venereología (AEDV) de Las Palmas de Gran Canaria, comenta que “las primeras necesitan ser valoradas utilizando la epiluminiscencia, idealmente realizada por dermatólogos. Es una técnica diagnóstica con luz polarizada y sistema de aumento que identifica signos de preocupación en una mancha y que nos permite diagnosticar casos incipientes de melanoma”. Este dermatólogo explica que “se trata de una técnica no invasiva que mejora el diagnóstico clínico de lesiones cutáneas, especialmente las pigmentadas. Identifica estructuras de la piel no identificables a simple vista y es una exploración clave para aumentar la precisión (sensibilidad y especificidad) en el diagnóstico precoz del melanoma cutáneo y en la identificación de otras lesiones cutáneas de importancia médica”. Agustín Viera mantiene que “toda mancha de importancia médica debe ser extirpada y analizada por dermatólogos. El aumento de la incidencia del melanoma cutáneo, que en sus estadios iniciales puede ser confundido con una mancha solar, obliga a no realizar ningún tratamiento sobre una mancha localizada sin haber sido valorada previamente mediante epiluminiscencia por dermatólogos”.
Cada año aumentan un diez por ciento los casos de melanoma en España. “El melanoma es el cáncer cutáneo más agresivo y afecta a población de cualquier edad y tipo de piel. Se está observando una prevalencia cada vez mayor en gente joven y con piel morena”, agrega este especialista. Por ello, asegura que “una mancha localizada maligna (lentigo maligno o melanoma in situ) tratada erróneamente con láser o peelings químicos dificulta el diagnóstico exacto a posteriori, incluso si se realizase un análisis microscópico de la piel tras la biopsia”. Por eso, insiste, “no recomendamos tratar una mancha de forma estética sin haber sido valorada mediante epiluminiscencia por un dermatólogo”.
Las preguntas sobre “manchas oscuras” se consideran una de las visitas más asiduas de la población en las consultas de los dermatólogos.
El doctor Vicent Alonso, dermatólogo de la AEDV (Valencia), señala que existen diferentes tipos de manchas cutáneas dependiendo de la edad, el fototipo de piel, etcétera. Las más frecuentes son, en su opinión:
● Efélides o pecas: se trata de acumulaciones de pigmento de coloración parduzca, redondeadas y no uniformes que se localizan más frecuentemente en zonas fotoexpuestas como cara cuello y brazos en personas de piel blanca, intensificándose con la exposición solar, siendo por tanto más visibles en verano.
● El lentigo senil o actínico es una respuesta de la piel a la radiación ultravioleta. Afecta a zonas fotoexpuestas como son cara, cuello, escote y brazos. Son lesiones que aparecen en personas de raza blanca por lo general a partir de los 60 años y está relacionado con una historia de larga exposición solar y quemaduras intermitentes. Una vez aparecen las manchas persisten aunque cese la exposición solar.
● Nevus o lunares: Se trata de acumulaciones de mayor número de melanocitos afectando a las diferentes estructuras de la piel. Por tanto, tendremos diferentes tipos de lunares en función de sus características. Resulta especialmente importante el control por parte del dermatólogo de los lunares, sobre todo aquellos con ciertas características como son la asimetría, los cambios de coloración, la coloración no uniforme, los bordes irregulares y el crecimiento o cambios
● Melasma: manchas de color marrón claro o intenso que aparecen con mucha mayor frecuencia en mujeres y que se producen o agravan en el embarazo (cloasma), la toma de anticonceptivos o la menopausia. Suelen aparecer en cara, frente, mejillas y generalmente a partir de los 20 años. Estas manchas pueden durar años y su pigmentación se incrementa durante los meses de verano por la mayor exposición solar. Son lesiones benignas y su tratamiento se hace por razones estéticas.
● Queratosis seborreicas hiperpigmentadas: Lesiones que aparecen normalmente a partir de los 40 años de edad (aunque hay personas que pueden desarrollarlas a edades más tempranas o más tardías). Se observan característicamente como lesiones más o menos sobreelevadas de superficie rasposa (aunque pueden ser más planas y lisas), untuosa (esto no siempre es así), de un color marrón a negruzco, redondeadas u ovaladas (a pesar de lo cual pueden presentar formas diversas), localizadas en cualquier parte de la piel (excepto en palmas y plantas), indoloras (pero pueden causar molestias o picor al irritarse), con apariencia de estar “pegadas” a la piel.
● Queratosis actínicas hiperpigmentadas: La queratosis actínica evoluciona lentamente, durante años, y suele aparecer en la cara, las orejas, cuero cabelludo, el cuello, dorso de las manos y de los antebrazos, y en los labios. Su aspecto es plano, áspera al tacto y puede estar hiperpigmentada. Las personas de tez clara, rubias o pelirrojas y de ojos azules, verdes o grises, y las que tienen el sistema inmunológico suprimido como consecuencia de la quimioterapia contra el cáncer, del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) o de un trasplante de órganos, corren mayor riesgo de desarrollarlas.
● El melanoma, (lentigo maligno melanoma o melanoma in situ) aparece como una mancha de distintos tonos que varían del marrón claro al negro. Pueden surgir de un lunar previo o aparecer de modo súbito. Tiene los bordes irregulares, mal definidos y una cierta asimetría. Ante cualquier cambio de tamaño, color o simetría de una mancha o un lunar se debe consultar a su dermatólogo de referencia ya que son la forma más grave de cáncer de piel y su tratamiento a tiempo es fundamental.
El doctor José Carlos Moreno, dermatólogo perteneciente a la AEDV (Córdoba), enumera alguno de los tratamientos más empleados para “borrar” las manchas o imperfecciones de color oscuro de carácter benigno. Considera este experto que “en el tratamiento de las pigmentaciones cutáneas es fundamental descubrir la causa desencadenante e incluir siempre el uso de protección solar de grado alto (FPS 90+). Los pacientes deben de ser conscientes de que el olvido de la protección solar un día, echa por tierra lo conseguido en tres meses de tratamiento”. En su opinión, “el despigmentante ideal debe poseer un efecto potente, rápido y selectivo sobre los melanocitos, lograr la eliminación permanente del pigmento y no ser tóxico o con efectos secundarios mínimos”. La terapia despigmentante está indicada siempre en hiperpigmentaciones benignas como: melasma (cloasma), lentigos e irregularidad pigmentaria. “La hidroquinona y sus derivados son los despigmentantes más conocidos y más eficaces pero su manejo no es fácil y solo debe ser realizado por el especialista. Concretamente, la hidroquinona no debe usarse en concentraciones superiores al 4%, siendo especialmente eficaz, y por eso se considera tratamiento de primera línea la llamada “triple combinación” o fórmula de Kligman, que asocia hidroquinona, ácido retinoico y un corticoide a muy baja concentración. También estarían los peelings, especialmente el fenol al 88%, la crioterapia y los tratamientos con luz (láser o luz pulsada)”, continúa este miembro de la AEDV. Por otra parte, agrega el doctor José Carlos Moreno, “aunque clásicamente han estado contraindicados en las manchas hormonales tipo melasma, determinados protocolos aplicados por dermatólogos pueden ser válidos para casos concretos, especialmente cuando se utiliza láser con tiempo de disparos en nanosegundos (millonésimas de segundo) o en picosegundos (billonésimas de segundo)”. Existen también otros despigmentantes que, sin alcanzar la eficacia ofrecida por la hidroquinona, pueden ser una alternativa a su uso en caso de intolerancia. Asimismo, la utilización de todas estas sustancias en combinación demuestra mayor eficacia: arbutina, ácido kójico, rucinol, ácido azeláico, decapéptidos, procianidina oral y el ácido tranexámico tópico y especialmente oral.
Pese a la gran variedad de tratamientos que existen para acabar con las manchas, la prevención sigue siendo el más efectivo de todos, reiteran los dermatólogos consultados. El uso diario de fotoprotectores, gorro y gafas de sol y evitar las horas de mayor exposición solar (entre las 12 y 16 horas) son las medidas más importantes. Una vez que la mancha aparece en la piel, la doctora Carmen Carranza, dermatóloga de la AEDV (Madrid), opina que es fundamental:
● La utilización de fotoprotectores, productos que, aplicados sobre la piel, previenen los efectos nocivos del sol, la quemadura solar y el fotoenvejecimiento, además de reducir el riesgo de desarrollar cáncer cutáneo y disminuir la aparición de alergias solares.
● Las Guías recomiendan la utilización de un factor de protección mayor a 30 durante los meses de verano, en cantidad suficiente para cubrir la superficie cutánea y renovándola cada dos o tres horas.
● El Factor de Protección Solar (FPS) es el índice que indica la capacidad protectora del producto; es decir, cuánto tiempo podemos estar expuestos al sol sin que nuestra piel comience primero a irritarse y después a quemarse. Existen distintas formas galénicas: la crema para pieles secas, el gel o gel-cream para pieles grasas, el espray para amplias zonas o cuero cabelludo, el stick en el contorno de ojos y cicatrices, la emulsión oil free para pieles grasas o acneicas o pacientes en tratamiento con isotretinoinas.
Los especialistas aconsejan que, ante cualquier duda sobre este tipo de afecciones, las manchas benignas hiperpigmentadas, acudan a la consulta de un dermatólogo porque será la única manera de combatir el cáncer de piel. Es esencial cambiar la actitud y el comportamiento con respecto al sol y para conseguirlo, dice Raúl de Lucas, “es necesaria una educación sanitaria. En nuestra mano tenemos toda la información del mundo, pero no sabemos utilizarla. La divulgación científica es necesaria para cambiar el comportamiento y la actitud para prevenir las afecciones de la piel”