El dolor está presente en casi la mitad de la población española (el 45%), siendo de intensidad extrema o severa en el 9%, y alcanzando el 15% en los mayores de 75 años, precisamente la franja de edad más castigada por el COVID-19, según datos de la última encuesta de salud elaborada por el Ministerio de Sanidad.
Según advierte la Sociedad Española del Dolor (SED), el dolor crónico puede suponer un factor estresante para quien lo padece, más difícil todavía de sobrellevar en esta situación de confinamiento por la pandemia, especialmente si estás solo o lejos de los tuyos.
En una entrevista con Infosalus, la portavoz de esta sociedad científica, la doctora Concha Pérez, jefa de la Unidad del Dolor del Hospital La Princesa de Madrid, explica que se considera dolor crónico aquel que persiste por más de 3 meses, según establece la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Hay muchas patologías que producen un dolor mantenido, como por ejemplo la artrosis, o el dolor lumbar, patología o enfermedad que más discapacidad produce en el mundo". También pueden ser fuentes de dolor crónico, según detalla la doctora Pérez, el dolor cervical, los dolores de cabeza o los viscerales, como el dolor abdominal crónico.
Una de las características que diferencia al dolor crónico frente a otros es que repercute en la vida diaria del paciente. Eso sí, no todo el dolor crónico interfiere por igual en la cotidianeidad de los pacientes. Hay casos que perfectamente pueden ser supervisados por la atención primaria, o bien por otras especialidades como la traumatología o la reumatología, por ejemplo.
Después, se encontraría un tipo de dolor crónico más incapacitante, que es el que se ve en las unidades del dolor, y para el que, aparte del tratamiento farmacológico, muchas veces se le asocian otro tipo de tratamientos farmacológicos que se les pautan por vía intravenosa o epidural, o mediante técnicas intervencionistas, entre ellas las infiltraciones, por ejemplo, "que ayudan a mitigar su dolor", según aclara la experta.
Dentro de este contexto, la portavoz de la SED remarca que el objetivo es siempre mejorar la vida del paciente y su funcionalidad, siendo muchos los casos en los que no se cura ese dolor porque la patología que lo produce sigue debajo. En concreto, la experta apunta que en España un 20% de la población presenta dolor crónico, es decir, que afecta a entre 8 y 9 millones de personas.
Además, la doctora Pérez destaca que la prevalencia de dolor y la discapacidad no sólo no disminuyen con el paso del tiempo, sino que aumentan. "En pacientes institucionalizados, aquellos que se encuentran en las residencias, el porcentaje de dolor crónico llega al 85% de los casos", mantiene la especialista.
Partiendo de este escenario, la portavoz de la Sociedad Española de Dolor quiere aplaudir la labor de los pacientes de dolor durante esta pandemia porque, según admite, han sabido sopesar el riesgo-beneficio de cambiar o retrasar tratamientos, así como aceptar el haber sido atendidos por vía telemática o telefónica. "En el momento más crítico, sobre todo en grandes ciudades, cualquier paciente podría ser COVID-19, era una cuestión de seguridad del paciente el no contagiarse al ir al hospital, ante la saturación de estos", subraya la especialista de dolor.
Además, considera que esta situación ha supuesto "un reto y una oportunidad" para toda la medicina a la hora de replantearse algunas cosas. "Esta pandemia ha puesto en evidencia que hay pacientes a los que no hay que hacerles desplazarse hasta la consulta, ya que algunas se pueden realizar por vía telemática, mientras que otros necesitarán venir o hacer técnicas", mantiene la miembro de la SED.
A su vez, la jefa de la Unidad del Dolor del Hospital La Princesa remarca que la pandemia también ha obligado a atender a los pacientes con suficientes medidas de seguridad, tanto a los que acuden a la consulta como en la realización de los tratamientos intervencionistas. "Ha supuesto un cambio de paradigma completo", subraya.
En concreto, la doctora Pérez apunta al dolor más frecuente, el musculoesquelético, unos pacientes para quienes el ejercicio es básico, y al estar confinados de la noche a la mañana, y sin supervisión de cómo hacerlo, se han visto sometidos a la falta de ejercicio que tanto necesitan, y han tenido que emprender nuevas fórmulas para mantenerlo.
En muchos casos, cuenta, se les ha enseñado vía telemática la realización de posibles ejercicios, aparte de que se les han ofrecido recursos en la Red, con la dificultad y el esfuerzo que eso conlleva para los pacientes mayores, que no se manejan con los medios virtuales.
Asimismo, la portavoz de la Sociedad Española del Dolor resalta que aquellos pacientes con dolor crónico que se han infectado de COVID-19 han presentado un aumento de su sintomatología dolorosa, "no se sabe muy bien por qué, si se trata de una manifestación de esta viremia, o bien ha sido casualidad".
Destaca también que durante algún tiempo han salido a la luz informaciones sobre la peligrosidad de algunos fármacos analgésicos, especialmente en Francia, y donde se contraindicaban el tramadol o el ibuprofeno o los corticoides. "Esto ha supuesto un paradigma y una incertidumbre para los profesionales, quienes han intentado seguir las normas de las agencias reguladoras de medicamentos y la literatura científica. Ha habido incertidumbre y nuevamente ha supuesto un reto", remarca.
Con ello, sostiene que "ningún tratamiento analgésico ha demostrado tener un peligro potencial para el desarrollo del COVID-19, ni desarrollarlo con más agresividad, no hay evidencia por el momento, pero sí hay estudios en marcha que están valorando si los pacientes que han tomado analgésicos han tenido una mayor peligrosidad con respecto al coronavirus, para la que, por ahora, no hay evidencia científica".