"No me siento preparada": cinco consejos para afrontar la vuelta al trabajo o a clase de presencial
Miguel Ángel e Inés son dos jóvenes que en septiembre tienen que volver a la presencialidad y sienten ansiedad por ello
¿Por qué nos cuesta tanto volver a la normalidad? Durante año y medio nos hemos acostumbrado a la rutina en casa.
Una psicóloga propone cinco recomendaciones para que el nuevo curso presencial no nos genere ansiedad
El mundo se divide en dos tipos de personas: las que celebran año nuevo en enero y las que consideran que septiembre es el mes que marca un nuevo comienzo. Una agenda a estrenar, material escolar aunque tengas veintiocho años, y ese escritorio pidiendo a gritos ser utilizado.
Si de por sí es emocionante la vuelta a la rutina —aunque la emoción nos dure dos semanas contadas—, este año esa ilusión se tiñe de incertidumbre y ansiedad. ¿La razón? Volver a la presencialidad y a la normalidad después de un año y medio marcado por el coronavirus.
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Estudiantes y trabajadores, los grandes afectados
La ansiedad respecto al nuevo curso está afectando en primer lugar a estudiantes, sobre todo los que vivieron el primer año de carrera confinados y no conocen la vida universitaria tal y como era antes. Ese el caso de Miguel Ángel, estudiante de Ingeniería Biomédica en Madrid a punto de cursar su segundo año. “Vivir el primer año de carrera con todo el tema del Covid ha hecho mucha mella en la gente de mi edad”, reflexiona, “y ahora que ya por fin volveremos a la normalidad vacunados, da un poco de vértigo”.
“Es un poco como empezar de nuevo. Para mí el primer año fue muy difícil porque no hice muchos amigos, no quedé, no salí de fiesta. Aunque nos vendan la idea de que los jóvenes hemos sido unos imprudentes, la mayoría de gente que conozco ha actuado igual que yo”, confiesa en un alegato a favor de la prudencia de los jóvenes. “Y claro, ahora toca hacer amigos y salir, y acostumbrarte a una vida que es desconocida”.
El otro grupo de damnificados por esta vuelta a la normalidad es el de los que han teletrabajado durante toda la pandemia. “Me costó un montón acostumbrarme a trabajar desde casa”, relata Inés, ingeniera informática de 31 años. “Me acuerdo que de marzo a septiembre estuve trabajando en una mesa en la cocina porque en el salón y en la habitación oía a los vecinos gritando y dando golpes. Era incapaz de concentrarme, me daba pánico que hiciesen un ERTE y me echasen, y encima viviendo yo sola me sentí muy hundida, supongo que como mucha gente”.
Ahora la empresa de Inés está retomando el trabajo presencial de forma escalonada, y en septiembre tiene que reincorporarse a la oficina. “Después de año y medio en casa no quiero volver de forma presencial, me ha costado tanto acostumbrarme que no me siento preparada. Es una mezcla de pereza y de agobio”.
Tal y como Miguel Ángel e Inés han relatado, la vuelta a la presencialidad trae consigo una serie de sentimientos encontrados. Por un lado, la ilusión ante esa normalidad que perdimos de golpe. Por otro lado, la ansiedad que genera haber perdido la capacidad de socializar o de rendir adecuadamente en un contexto más estructurado que el de nuestro hogar.
5 tips para volver a la rutina presencial
- Organízate de forma realista
Si estás acostumbrado a trabajar o estudiar desde casa, es muy difícil adaptarse en cuestión de días a la rutina presencial. Por eso es importante establecer metas que sean realistas y, sobre todo, ordenadas.
Prioriza aquellas tareas que son más importantes y céntrate en ellas, dejando en un segundo lugar otros asuntos más triviales o que no requieren urgencia. Pero, ¿qué es importante? Responder a esta pregunta es muy difícil, ya que por ejemplo en el ámbito universitario algunas personas priorizan hacer amigos, otras priorizan crear una conexión con sus compañeros de piso, y otras priorizan adelantar estudio y trabajo. Sea lo que sea importante para ti, dedícale tiempo y esfuerzo, pero no desatiendas otras obligaciones.
- Apóyate en tus compañeros
No te va a caer bien todo el mundo de la oficina o de clase, pero seguro que hay un grupo de personas con las que te sientes a gusto y a las que puedes confiar tus inseguridades respecto a la presencialidad.
Apoyaos mutuamente y haced de la rutina algo un poco más llevadero. Además, es muy posible que surja una amistad más allá de la universidad o del trabajo. ¿Cómo? Pidiéndoles su WhatsApp, quedando para tomar algo después del trabajo y compartiendo pequeños detalles personales que generen un vínculo y una relación de confianza.
- Sé congruente con tus habilidades psicosociales
Las habilidades psicosociales no son algo que se tiene o que no se tiene, y tampoco un listado de trucos para hacer amigos o caer bien a quienes te rodean. En realidad, lo importante es potenciar aquello que se te da bien a la hora de socializar y más importante aún, que te hace sentir cómodo.
Si odias dar dos besos, abrazos o tocar a la gente, no te fuerces a ello —además el coronavirus ha hecho que todos tengamos respeto ante el contacto físico—. Tampoco tienes que obligarte a contar chistes si no te salen solos o a hablar constantemente si eres una persona introvertida.
Lo importante es que te sientas cómodo con tu forma de ser y a la hora de socializar intentes actuar acorde a tu personalidad, es decir, sin fingir ser alguien que no eres.
- Establece límites firmes respecto a tu vida personal
Una de las grandes ventajas de la presencialidad es que nos permite poner límites más claros entre el trabajo o los estudios y nuestra vida personal.
Son muchas las personas que durante el confinamiento han trabajado más horas de la cuenta. Si la oficina es tu casa, muchas veces te ves tentado a adelantar cosas, mirar emails o contestar WhatsApps a tu jefe cuando estás en tus horas libres.
Ahora que vuelves a la oficina, recuerda que tienes un horario. Después del trabajo tienes que desconectar, por muy culpable que te sientas.
- No desatiendas tu salud mental
Si algo nos ha enseñado la pandemia es la importancia de la salud mental. Da igual que no parezca grave, que te de apuro contarlo, que creas que se pasará solo, ¡pide ayuda! Háblalo con tu pareja, con tus amigos, con tu familia, con tus compañeros de trabajo o hasta con tu jefe o profesores para que entiendan lo que está pasándote.
Es normal atravesar rachas de estrés o sobrecarga en el trabajo o en los estudios, pero si empiezas a sentir ansiedad o tristeza que se vuelve imposible de gestionar, que afecta a otras áreas de tu vida o que se alarga en el tiempo, ponte en manos de un profesional.