Coger frío no es causa de ninguna enfermedad de este tipo, sino que es necesario que entre en nuestro cuerpo un patógeno. Lo que ocurre es que el invierno favorece este proceso. Por eso los primeros días de frío nos traen la alerta de las llamadas infecciones respiratorias estacionales.
Recientemente se ha propuesto que la transmisión aérea por aerosoles (gotas emitidas al hablar o respirar de tamaño tan pequeño que quedan flotando en el aire durante mucho tiempo) no solamente representa la principal vía de transmisión del covid-19, sino muy probablemente también en la mayoría de las enfermedades respiratorias. En invierno pasamos mucho tiempo en interiores de ambiente seco que no se ventilan suficientemente. Como consecuencia, estos aerosoles se acumularían y permanecerían mucho tiempo en el aire, listos para infectarnos.
De cara a las próximas semanas, existe preocupación en torno a las enfermedades respiratorias de los niños. ¿Por qué? Pues porque estamos en una situación inédita, ya que las medidas higiénicas implantadas para la prevención del coronavirus supusieron la práctica ausencia de las enfermedades respiratorias más frecuentes, aunque no todas, durante el último año.
Por ejemplo, durante todo 2020 (lo que incluye los meses anteriores al confinamiento) hubo en España casi medio millón de casos de gripe, mientras que hasta finales de octubre de 2021 solo se habían registrado algo más de 10.000.
También fue anómala la transmisión del virus respiratorio sincitial, muy frecuente y que puede llegar a causar patologías respiratorias graves en niños, típicamente durante el invierno. El invierno pasado apenas hubo casos, pero aparecieron de manera sorprendente durante el verano de 2021, con la relajación de las medidas higiénicas. Eso sí, con una incidencia por debajo de lo habitual.
El sistema inmunitario de los recién nacidos es aún muy inmaduro, detectándose cantidades de anticuerpos sustancialmente inferiores a los que posteriormente alcanzarán en la edad adulta. Son tan bajos que, durante los primeros meses de vida, la principal protección de los niños tiene origen materno.
En efecto, la madre transfiere al feto una gran cantidad de inmunoglobulina G a través de la placenta (que se va degradando progresivamente tras el nacimiento), y de inmunoglobulina A contenida en la leche materna. Por eso los primeros meses de vida son de relativa ausencia de infecciones.
Sin embargo, en cuanto desaparecen los anticuerpos maternos los episodios infecciosos resultan muy frecuentes, desde los 6 meses y hasta los 6 ó 7 años. Es lo que llamamos inmunodeficiencia transitoria de la infancia.
Durante este tiempo, además de madurar, el sistema inmunitario de los niños se va exponiendo a distintos patógenos, generando así células memoria que montarán una respuesta muy potente en el caso de volver a encontrarse con ese mismo patógeno. De ahí que la frecuencia de infecciones sintomáticas vaya disminuyendo con el tiempo.
La baja transmisión de enfermedades respiratorias el año pasado hace que los niños no hayan tenido la exposición que hubiera sido habitual. ¿Podría su sistema inmunitario estar "desentrenado"? Pues es una posibilidad. En dos recientes e interesantes artículos, se ha postulado la existencia de la llamada "deuda inmunitaria". Se trata de una atractiva hipótesis, aunque carente aún de una base experimental sólida.
Se postula que la falta de exposición a los patógenos provocaría un "desentrenamiento" del sistema inmunitario, especialmente en la respuesta inespecífica. Eso provocaría, según indica 'The Conversation', una mayor susceptibilidad y gravedad de las infecciones tras cesar las medidas higiénicas de contención.
¿En qué situación nos encontramos ahora? Aunque aún no ha llegado la temporada máxima de transmisión de la gripe, que suele alcanzar un pico de incidencia entre las segundas semanas de enero a febrero, ya se han producido más casos que los registrados el año pasado en estas mismas fechas. La escasa transmisión observada hasta ahora de la gripe y otras enfermedades, y por lo tanto la falta de inmunidad adquirida de manera natural, habría provocado que un número importante de niños se hayan incorporado a la población potencialmente diana para esta temporada de gripe y otras enfermedades.
Esto haría que, si bien la circulación de virus es similar a la de años anteriores, las consecuencias podrían ser más graves. Aunque el comportamiento de la transmisión viral es impredecible, debemos considerar este escenario como posible y estar, en consecuencia, preparados para ello.
La protección que nos confiere el sistema inmunitario se adquiere de manera natural tras superar una infección, sí. Pero también gracias a las vacunas, cuya tasa de administración se ha visto significativamente reducida durante la pandemia en muchos países.
Los niños en España reciben vacunas muy eficaces frente a 14 enfermedades infecciosas. Resulta esencial mantener los altos niveles de vacunación que hemos tenido en el pasado. Es la mejor protección que podemos ofrecer a nuestros niños.