Desde que las mascarillas y la distancia social se impusiesen como escudo para frenar los contagios de coronavirus se ha incrementado el número de situaciones en las que no siempre entendemos lo que nuestro interlocutor trata de comunicarnos. Incluso en el Congreso de los Diputados, cuando se celebró el primer pleno con la recomendación de intervenir desde los escaños con la mascarilla puesta, en septiembre de 2020, el que fuese vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias, durante un cara a cara con el secretario general del PP, Teodoro García Egea, pedía al diputado “vocalizar un poco más” por su dificultad para entenderle ya que, dijo, “se nos entiende regular cuando hablamos con la mascarilla puesta”. Esta escena del hemiciclo sería solo un ejemplo de un problema generalizado entre la población. De hecho, el número de pacientes que acuden al médico aquejados de problemas de audición ha aumentado durante la pandemia y muchas de las personas que antes rechazaban el uso de audífonos, ahora los aceptan.
“Ha aumentado el número de pacientes que consultan porque dicen que creen que están perdiendo la audición o que su audición ha empeorado y no es así, lo que sucede es que las mascarillas y la distancia social juegan en su contra y ahora, con el mismo problema, se defienden peor”, indica a Informativos Telecinco la doctora María José Lavilla Martín de Valmaseda, presidenta de la Comisión de Audiología de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello y facultativa especialista del área de Otorrinolaringología del Hospital Clínico Universitario de Zaragoza.
Además, “muchos pacientes con hipoacusias moderadas que antes de la pandemia rechazaban el uso de audífonos, porque no creían necesitarlos (“aún me defiendo”, es la típica frase excusa que ponen los pacientes que ya necesitarían audífonos para facilitar su comunicación, pero que se resisten y apuran el no ponérselos a pesar de la dificultad y el esfuerzo que les supone entender la conversación usando otras pistas no auditivas como es la pista visual de la lectura labial y el lenguaje no verbal), ahora los aceptan, ya que sin la lectura labial no pueden comunicarse y necesitan la amplificación de los sonidos que generan los audífonos”.
Pero, ¿de qué manera afectan a la comunicación las mascarillas y la distancia social? “La mascarilla es una barrera para el paso de gérmenes, por eso durante esta pandemia, es importante su uso responsable, por nuestra salud, y por la de los demás”, subraya la doctora lamentando que a su vez este escudo contra el coronavirus es una barrera “visual” y “acústica” que “dificulta la comunicación”.
“Cuando es opaca, es una barrera visual porque no nos permite leer los labios, ni ver los movimientos articulatorios del habla, ni la expresión facial que acompaña a lo que decimos. Todo esto, en condiciones normales, nos da muchas pistas para no perdernos nada sobre todo en esas situaciones en las que es difícil comunicarse, como cuando hay mucho ruido de fondo, varias personas hablando a la vez, o cuando ya se tiene un problema auditivo. En estas circunstancias nos apoyamos mucho, incluso inconscientemente, en los labios y en la cara para rescatar, captar, reconocer, aquellos sonidos suaves que se le escapan a nuestro oído”, señala.
“Por otra parte, es una barrera acústica porque reduce el volumen de la voz, el volumen que sale a través de ella, y esto depende del material del que están hechas y del número de las capas que lleven, cuanto más nos protegen, más reducen el volumen, pudiendo reducirlo entre 4 y 12 decibelios”, dice. “Además de salir la voz más débil, sale distorsionada y, sin tanta nitidez es más difícil de entender; nuestros movimientos articulatorios están limitados, atrapados bajo la mascarilla, y la resonancia también cambia”, agrega al respecto, especificando que “los sonidos que más se amortiguan son los de alta frecuencia, los agudos, que son los que vamos perdiendo con la edad y con la exposición al ruido y la música muy alta; los sonidos que más amortiguan consonantes que son sonidos agudos, y son los sonidos del habla más importantes para diferenciar unas palabras de otras. Oímos las palabras, pero no las entendemos bien, las confundimos, oímos, pero no entendemos lo que han dicho”.
A los obstáculos de la mascarilla en la transmisión del mensaje se suma la distancia social. En este sentido, apunta que “por cada metro que nos alejamos de la fuente sonora, de la persona que habla en este caso, perdemos seis decibelios”. Si a estos añadimos, “los que ya habíamos perdido por la mascarilla, continuamos restando decibelios, continuamos disminuyendo el volumen y oyendo peor”. Y, ejemplifica, si ocurre en una sala de reuniones, “estoy alejado dos metros de la persona más próxima a mí, pero según las personas que haya, puedo estar alejado 4,6,8 metros, y sigo restando volumen”.
“Esta situación es difícil, es incómoda, para todas las personas, sobre todo en situación de ruido, incluso para las personas que oyen bien, y para las que creemos que oímos bien y que no es así porque ya vamos perdiendo las frecuencias agudos con la edad, el ruido, el mal hábito de la música muy alta, y no lo sabemos”, asevera.
No obstante, insiste en que el problema se agrava en el caso de los pacientes hipoacúsicos porque “ya tienen una pérdida de decibelios, así que si todavía les restamos los que se pierden por las mascarillas y la distancia social, les es imposible seguir una conversación”. Normalmente, “las personas con problemas de hipoacusia, aunque sea moderada, tienen que apoyarse en la lectura labial, tienden a leer los labios para captar los sonidos que se pierden por su sordera y entender todo lo que les dice su interlocutor. Sobre todo si hay ambiente de ruido o hay varios interlocutores hablando a la vez”. Por ello, recalca, “en estas circunstancias necesitan la lectura labial y con las mascarillas opacas es imposible”.
Por otro lado, dado que el SARS-CoV-2 es un virus relativamente reciente sobre el que continúan las investigaciones y estudios, entre otras cosas, acerca de su relación con otras patologías, cabe preguntarse si existe alguna que tenga que ver con la audición. En concreto, la doctora cita dos que se han relacionado con la covid-19: “otitis medias serosas en relación con la inflamación del oído medio como en los cuadros gripales con congestión nasal” y; en relación con el oído interno, “se han descrito casos de hipoacusia súbita”, sobre los que aún estudian si tienen o no que ver con el coronavirus.
En el caso de las otitis medias, detalla que estas se producen como en otros virus congestivos porque “en la primera fase de la enfermedad el virus se aloja y multiplica en la rinofaringe, que es una zona anatómica que hay detrás de la nariz, donde se toma la muestra de la PCR (introduciendo un bastoncito a través de la nariz a la rinofaringe), porque es donde más se concentran los gérmenes”. La rinofaringe se comunica con el oído a través de la trompa de Eustaquio y, “debido a esta estrecha comunicación, los virus colonizan el oído, sin producir patología o generando una respuesta inflamatoria, congestiva, con producción de moco generando una otitis media aguda o una otitis serosa, responsable de una hipoacusia que sería en principio, transitoria, cuando ceda la congestión”.
El hecho de que se haya comprobado la asociación de esta patología al coronavirus es importante “dada la gran cantidad de positivos asintomáticos y más en la primera fase que no se hacían PCR”. Demostrar “la presencia de gérmenes en la mucosa del oído medio” permitió a los especialistas “empezar a esperar precauciones al explorar un oído y operar sin generar aerosoles para evitar contagios”.
Sobre la hipoacusia súbita, “también llamada sordera brusca”, esto es, “una pérdida auditiva neurosensorial superior a 30 decibelios en tres o más frecuencias consecutivas que se instaura bruscamente en menos de 72 horas”, la doctora subraya que hay “algunas publicaciones que están relacionando distintas pérdidas auditivas y covid”, pero “no está claro” y “se necesitan más estudios para respaldar esta afirmación”.
Ante tales publicaciones, junto a los doctores Carmelo Morales, Guillermo Plaza y Pablo Parente, Lavilla hizo una revisión bibliográfica de los casos asociados al virus de hipoacusia súbita y recopilaron un total de 12 en el mundo, aunque, tal y como consta en un comunicado de la SEORL-CCC, “se desconoce si la incidencia podría ser mucho mayor”. De estos, se sabe que “de los 8 pacientes en los que se registró el seguimiento, solo un paciente presentó una recuperación total de la audición, dos pacientes no presentaron mejoría y el resto de casos experimentaron una mejoría parcial”. Además, “ocho pacientes presentaron acúfenos asociados y dos, síntomas vestibulares (vértigo)”.
Cabe destacar que la hipoacusia súbita es una patología “frecuente” en las consultas de Otorrinolaringología, “una urgencia médica” de “evolución variable”. “Los pacientes se levantan una mañana y oyen menos o nada, o notan de que de repente en un momento puntual o muy progresivamente en menos de tres días”, explica la especialista que señala que en un 90 por ciento de los casos no encuentran la causa: “la llamamos ‘idiopática o de causa desconocida’”. “Se piensa que las causas principales pueden ser por esos espasmos de los pequeños vasos sanguíneos del oído, o por trombosis de los mismos, por alteraciones de la inmunidad y por virus”.
“Por eso en estos casos aislados que se han publicado de pacientes con hipoacusia súbita y covid positivo, se duda de si el virus puede ser la causa o puede haber sido una coincidencia, porque esta patología es frecuente en la población general y no estamos observando un incremento desmesurado”, argumenta Lavilla.
Precisamente, para conocer si es “una asociación real al coronavirus o casual”, una “mera coincidencia”, ya que “solo excepcionalmente se han descrito casos aislados asociados”, la SEORL-CCC ha puesto en marcha un estudio retrospectivo y prospectivo a nivel nacional sobre la incidencia de la hipoacusia súbita en el que participan 70 hospitales. Por un lado, investigan “el grado de asociación de esta hipoacusia súbita con infección por el virus SARS-CoV-2 en el momento del debut de la hipoacusia”. Para ello, “a todo paciente que consulta por hipoacusia súbita en urgencias, se le va a hacer una PCR”, añade. “Estudiamos el grado de asociación, luego habría que analizar si ese grado de asociación es tan 'fire' como para ser estadísticamente significativo o pudiera ser una mera coincidencia”, prosigue, indicando que también se está haciendo un estudio retrospectivo, pero “en la mayoría de los casos no se hicieron PCR a las hipoacusias súbitas, con lo cual no se puede valorar más que si la incidencia de la hipoacusia súbita ha sido mayor en época covid que en época no covid”.
Aunque “todavía conocemos poco acerca del comportamiento de este virus en el oído y sus secuelas”, admite, “sabemos que es un virus neurotropo, es decir, que tiende a afectar al sistema neurológico y a los nervios, por eso estamos muy pendientes de lo que pasa con el nervio auditivo”, explica, añadiendo que “la realidad es que hay mucho covid-19 pero pocas hipoacusias relacionadas”. “Sí que hay una fuerte asociación en la afectación de otros nervios, como el nervio olfatorio. De aquellas personas que desarrollan síntomas, entre el 60-80% desarrollan pérdida de olfato y del gusto”, pero “no ocurre lo mismo con el nervio auditivo, en la que esta asociación es excepcional”, concluye.