Cierre de negocios, confusión y enfados en Hospitalet
La gran densidad de población, clave para su situación
El ambiente en sus calles es de crispación mezclada con resignación
Continúan aumentando los contagios en toda Cataluña, más de 900 en las últimas 24 horas. De ellos una veintena han sido en Hospitalet, que hoy comenzaba el día con las nuevas medidas aprobadas por el Ayuntamiento. Recomendaciones como no salir de casa si no es necesario, evitar el contacto con muchas personas distintas, suprimir actos públicos, eventos deportivos o celebraciones. Se incluyen también restricciones en el aforo de los comercios y restaurantes que hoy, muchos, ya no han abierto.
Entre las medidas, el Ayuntamiento incluía la prohibición de celebrar reuniones de más de 10 personas, algo que ha rechazado el juez al considerarlo "desproporcionado y carecer la Administración de solicitante de título habilitante para acordarla". El president Quim Torra ya ha advertido que recurrirá esta decisión porque controlar los contactos es fundamental para controlar el brote.
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En Hospitalet aunque la gente sigue paseando por las calles y estando en terrazas todos creen que este no confinamiento les va a volver a hacer mucho daño. "Si cada uno hace lo que le da la gana, esto no va a terminar", opina Eugenio, un vecino del barrio La Florida de L'Hospitalet de Llobregat que, sin embargo, está sentado en un banco leyendo el diario tras dar un paseo y charla con la mascarilla en la barbilla. "No debería hacerlo, pero mira. Tenemos que andar un poco. Una golondrina no hace verano", se justifica el vecino, que refleja las contradicciones que viven muchos de los cerca de 100.000 habitantes de los tres barrios del norte de L'Hospitalet que desde este miércoles tienen la recomendación del Govern de permanecer en sus hogares y salir únicamente para actividades imprescindibles tras el aumento de casos de COVID-19 en la zona.
Otro vecino, partidario de "hacer lo que nos mandan, porque si no mal vamos", explica que está dando un paseo por La Florida y al conocer las recomendaciones de Salud, responde dubitativo: "Bueno, pero yo soy de otro barrio". En la Plaza Espanyola, epicentro y uno de los pocos espacios comunes que tiene el barrio de La Torrassa, un cliente charla con el propietario del bar y saca el Fernando Simón que lleva dentro: "Esto ya se veía a venir", asegura mientras culpa a los jóvenes que se reúnen por las tardes y noches en el lugar.
En la zona, que durante la mañana esta ocupada principalmente por personas mayores sentadas en los bancos públicos o en las terrazas de los bares y algunos niños con sus padres en el parque infantil -que no ha cerrado-, cada vecino tiene su teoría sobre los "culpables" del rebrote y la efectividad de las medidas anunciadas ayer.
"Nosotros, los mayores, somos los que más cumplimos. En cambio, los jóvenes van con la mascarilla en la barbilla y hacen botellón", dice Carmen, vecina de La Torrassa, mientras sus cuatro amigas, con las que ha quedado para tomar un café, saludan a otro vecino, también mayor, que lleva la mascarilla por debajo de la nariz.
Los jóvenes que hacen botellón, los ancianos que no hacen caso de nada, los vecinos de una determinada nacionalidad que pasan de todo o incluso la policía y el Ayuntamiento que no hacen nada. El abanico de responsables del aumento de contagios es amplio, aunque en la mayoría de testimonios hay una idea común: "No nos podemos quedar todo el día en casa".
Así lo señala también la portavoz de la Asociación de Vecinos de Collblanc-Torrassa, Lali Colás, que recuerda que estos barrios del norte comparten problemáticas como la alta densidad de población, la sobreocupación de pisos o la falta de espacios comunes. "Tenemos muy pocos espacios verdes, esto hace que haya zonas más calientes. La gente tiene que salir. ¿Cómo le dices a alguien que está en una habitación realquilada que se pase las 24 horas del día allí? Es imposible", subraya.
En el paisaje de la Plaza Espanyola destaca, por su uniforme amarillo, la pareja de Agentes Cívicos, que va recordando a todos los vecinos que no solo tienen que llevar la mascarilla, sino que también deben colocársela correctamente.
Insuflada de paciencia, la pareja de agentes, que no atiende a las peticiones de los periodistas que preguntan, tiene que insistir a más de un vecino que sistemáticamente se quita el tapabocas cada vez que los agentes se dan la vuelta. Sobre la efectividad de las medidas, las opiniones de los vecinos también difieren.
Algunos, como Mari Carmen, que toma el café con Carmen, confían -y desean- que el aviso y las recomendaciones serán suficientes y no se requerirán medidas más drásticas: "Un confinamiento como el de antes sería horrible, nos destrozaría psicológicamente a los mayores", asegura. Por otro lado, otros, como Tomás, propietario de un bar y que también sufre por el futuro de su negocio, abogan por medidas más contundentes: "Si no se ponen más serios y multan no haremos nada. Solo la recomendación no es suficiente, para nada, porque la gente no hace caso".
A pesar de las dudas y la confusión por las medidas, Daily, trabajadora de una panadería de La Torrassa, asegura que los vecinos se están concienciando de la situación y apunta que en los últimos días, desde que se conoció el número de casos en la zona, la clientela ha bajado un poco: "Creo que ahora van teniendo un poco más de respeto con este brote. Esperemos que sirva".