Dejar de juzgarte o conocer tus emociones: 10 jóvenes comparten los beneficios de hacer terapia
La generación millennial ha convertido la salud mental en una prioridad desmontando el tabú de ir al psicólogo
Diez jóvenes explican cómo les ha ayudado la terapia psicológica: mejorar la autoestima, entender por qué sentimos lo que sentimos o evitar trastornos mentales en el futuro son algunas de las razones
El sufrimiento que hemos vivido tras la llegada del coronavirus ha normalizado algo tan necesario como pedir ayuda cuando estamos pasando un mal momento. Hace unos años, la terapia psicológica era algo a lo que sólo podían acceder unos pocos, considerándose motivo de vergüenza incluso.
La generación millennial ha desmontado esta creencia convirtiendo la salud mental en una prioridad. Ni nos avergüenza ni nos asusta pedir ayuda profesional, siendo la única limitación lo poco accesible económicamente que es a veces. Este ha sido precisamente el motivo por el que la comunidad de psicólogos se ha movilizado en redes sociales exigiendo un mayor número de profesionales de la salud en la sanidad pública.
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Bajo el hashtag #PIRvolución, se exige que aumente el número de plazas de Psicólogos Internos Residentes (PIR) a, como mínimo, 422. De esta forma, se podrán cubrir las necesidades de aquellas personas con problemas de salud mental que no pueden permitirse ir a un psicólogo privado y que están cansadas de las largas listas de espera en sus centros de salud.
Pero, ¿por qué es tan importante ir al psicólogo? Para responder a esta pregunta hemos recopilado el testimonio de varios jóvenes que en un momento difícil de su vida decidieron ponerse en manos profesionales.
1. Porque aprendes habilidades nuevas
“Empecé a ir al psicólogo en primero de carrera porque lo pasaba muy mal conociendo gente nueva”, explica Carolina, de 21 años. “El primer mes de universidad lo pasé tan mal le dije a mi madre que quería dejarlo, y todo era por la fobia social”.
Carolina comenzó a recibir terapia psicológica e inmediatamente notó la mejoría. “Cosas que antes me costaban un mundo eran más fáciles y al final hasta disfrutaba conociendo gente. Esas habilidades sociales me han ayudado muchísimo no solo a hacer amigos, sino también a no tirar la toalla en los estudios, a dejar de discutir con mis padres y a tener más autoestima”.
2. Porque dejas de juzgarte tan duramente
Para Mario, de 25 años, la autoexigencia siempre formó parte de su vida. “Mi madre es y ha sido mi mayor crítica y eso me provocó muchas secuelas”, confiesa. “Dudaba de mi mismo siempre y me sentía culpable cuando me priorizaba. Un día mi novia me dijo que por qué siempre le estaba preguntando si estaba enfadada y me di cuenta de que no era normal. Me recomendó el psicólogo al que iba una amiga suya y empecé a ir a terapia. Fueron cinco meses y cambió todo para mí. Dejé de odiarme y de juzgarme por todo”.
3. Porque hablas con alguien imparcial
“Yo estaba acostumbrada a contarle mis problemas a mis amigas o a mis padres, y por mucho que te quieren ellos al final te dan consejos desde la cercanía”, relata Arantxa, de 26 años.
“Lo bueno de un psicólogo es que no te dice lo que quieres oír como a veces hacen los amigos. Tampoco te sobreprotege ni se pasa de crítico como hacen a veces los padres. Mi psicóloga es la mejor, porque es como que sabe perfectamente encontrar el punto medio entre la cercanía y ser objetiva”, comparte la joven.
4. Porque reconoces tus vulnerabilidades
Marcos, de 24 años, comenzó la terapia al encontrar su primer trabajo en Madrid. “Estaba lejos de mi familia, con un alquiler carísimo y me acuerdo que intentaba compatibilizar el trabajo, estudiar un máster, quedar con mis amigos, buscar novia y hacer ejercicio. No me daba la vida y peté”.
Tras varias semanas de terapia, admitió que no podía con todo y que no pasaba nada por ello. “Me he dado cuenta de que se nos valora por lo productivos que somos y gracias al psicólogo me he quitado de la cabeza la idea de que hay que ser perfecto en todo”.
5. Porque evitas trastornos mentales en el futuro
En un momento de bajón, Lucía, de 28 años, acudió a un profesional. “Mi madre había pasado una depresión hacia unos años y en cuanto me notó mal me obligó un poco a ir al psicólogo. Yo pensé que exageraba, pero menos mal que le hice caso. Si hubiese esperado a lo mejor habría acabado con una depresión tremendaa lo mejor habría acabado con unadepresión tremenda, y ahora sé cómo gestionar lo que siento para no llegar a ese extremo”, comparte.
6. Porque mejoran tus relaciones sociales
“Era la típica persona que siempre estaba a la defensiva con todos y perdí muchas relaciones por eso”, explica Eider, de 23 años. “Todo lo que me decían me parecía un ataque y eso se juntó con que tuve una ruptura muy jodida y fui al psicólogo”.
“Mis amigos fliparon con el cambio y mis padres todavía más. Me decían que se me notaba más feliz y empezaron a contarme todas esas cosas que hacía y que alejaban a la gente de mí. Me hubiese gustado saberlas antes pero entiendo que les diese miedo decirme eso y que me lo tomase como un ataque”, relata.
7. Porque pierdes la vergüenza
“Al principio vas al psicólogo como si fueses a que te quitasen un eccema del culo. No se lo dices a nadie porque te da palo lo que puedan pensar”, bromea Bruno, de 20 años. “Luego se lo cuentas hasta al carnicero. Cada vez que conozco a alguien nuevo siempre sale el tema de que voy al psicólogo y te sorprendes de la cantidad de gente que también va, pero que les daba vergüenza decirlo y tú los has animado a hacerlo”.
8. Porque validas tus emociones
Para Fernando, de 25 años, intentar controlar sus emociones acabó costándole la salud mental. “Antes de ir al psicólogo sólo podía estar feliz, y obviamente eso es imposible. Por eso cuando me ponía triste o estaba mal por algo, me culpaba a lo bestia y acababa todavía peor”.
Ahora, Fernando entiende que las emociones desagradables son pasajeras y útiles. “No pasa nada por estar mal de vez en cuando”, reflexiona. “Ahora sólo tengo que conseguir que mi madre entienda esto, porque es la típica que cuando te ve mal te dice que no estés así, que hay que estar contento”.
9. Porque te cuidas en vez de cuidar sólo de los demás
Raquel, de 27 años, es la mayor de tres hermanos y siempre ha sido la responsable de cuidar a todos en su casa. “Crecí sintiéndome culpable por pensar en mí, como si fuese egoísta o mala persona, y arrastré esa sensación muchísimo tiempo”.
“He tenido relaciones en las que yo daba todo y se han aprovechado de mí porque no sabía poner barreras, y cuando fui al psicólogo por fin empecé a pensar que me tocaba cuidarme a mí. Ser egoísta no es malo cuando estás salvando tu salud mental”.
10. Porque encuentras una explicación
“Un psicólogo no es un adivino. No sabe por qué te pasa todo, pero a mi me ayudó a entender mi vida”, opina Manuel Alberto, de 26 años.
“En mi caso me di cuenta de que ciertas cosas de mi familia me habían condicionado mucho y que había repetido cosas que había visto en casa con mi exnovia. Cuando vi todo eso me sentí fatal, pero era el primer paso para cambiar”, confiesa.