Cuando uno tiene una herida y en lugar de limpiarla, cuidarla y dejarla secar al aire, la tapa y mira para otro lado, como si no estuviera, es muy probable que la herida acabe infectándose y generando un problema más grave. Con este metáfora, la psiquiatra y escritora Anabel González nos habla en su último libro, Las cicatrices no duelen (Planeta 2021) de las heridas emocionales y de la necesidad de enfrentarnos a ellas para poder sanarlas: en eso consiste en definitiva este concepto de salud mental del que tanto se habla en estos tiempos de pandemia.
Si una cosa ha quedado clara a lo largo del último año es que la crisis del coronavirus nos ha dejado heridas muy profundas a algunos. A otros les ha puesto en contacto con viejas heridas del pasado. En términos de salud mental y bienestar emocional muchos hemos aprendido a la fuerza que el sufrimiento forma parte de la vida y que el primer paso para repararlo no tiene que ver con anestesiarse y mirar para otro lado sino con aceptar y entender lo que nos pasa hasta que nos lleguemos a sentir "orgullosos de las viejas cicatrices que forman parte de quienes somos", como dice esta psiquiatra especialista en trauma.
Pregunta: Se habla mucho de cómo la pandemia está afectando a la salud mental de la población en términos negativos ¿no ha habido nada positivo en todo esto?
Respuesta: Creo que lo ha comentado mucha gente ya: en la pandemia he tenido más tiempo para estar conmigo mismo, para mirarme por dentro y me he encontrado con cosas, claro. Esto ocurre porque llevábamos un ritmo de vida tan acelerado que no nos parábamos nunca y yo creo que eso no está mal, porque si sigues y sigues y sigues y no te paras, a veces viene una etapa en la que te saturas hasta tal punto que te para el cuerpo o te para la cabeza porque ya no puede más. Haber tenido esta oportunidad no ha sido malo y yo creo que hay gente que vive positivamente el haber tenido tiempo para pararse, porque igual de otro modo nunca nos lo hubiésemos permitido (…) Dentro de los que han tenido ese tiempo para pararse, yo creo que hemos visto a personas a las que les ha ido muy bien y que solo por haber tenido ese tiempo se han empezado a replantear cosas de su forma de relacionarse y de vivir que yo creo que todo eso nos lo llevaremos para después del periodo de pandemia. Yo he tenido pacientes que curiosamente te comentan que están mejor ahora: porque para ellos, relacionarse, salir al mundo, era un esfuerzo constante y ahora hay como una coartada para no hacerlo.
P: Pero lo cierto es que lo que realmente destacan los profesionales de la salud mental es el efecto negativo de la pandemia…
R: Para otras personas realmente esto ha sido un paro que les ha puesto en contacto con cosas más dolorosas y, de hecho, hay más gente empezando procesos de psicoterapia también a raíz de ello. Pero yo creo que es muy variable. La situación es la misma, para todos es un estrés, a quien más a quien menos la pandemia le ha pasado su factura, pero también depende mucho de con qué se te conecte a ti. Hay una serie de factores objetivos, como por ejemplo si me quedo sin trabajo obviamente estoy agobiado. Pero, por ejemplo, hay personas que la sensación de soledad les ha conectado con situaciones de soledad de otras etapas más dolorosas, con abandono, con otras sensaciones. O para otros, las situaciones de peligro -porque esto no deja de ser una situación de peligro constante- el coronavirus, les ha conectado con situaciones de inseguridad y de peligro que a lo mejor no tienen nada que ver.
Entonces estamos viendo cosas muy distintas que no veríamos si no se hubiese producido esto, desde luego.
P: La pandemia también ha puesto sobre la mesa que hacen falta muchos más recursos en salud mental. De hecho, este es un tema que se está valorando ya a nivel político.
R: Ojalá los políticos hagan algo más que hablar de ello. Hablar es fácil, pero hay que poner recursos encima de la mesa. La salud mental está debajo de los niveles mínimos de dignidad desde hace mucho tiempo, o sea, muchas personas tampoco piden ayuda porque es que es verdad que la ayuda que les podemos dar desde los sistemas públicos es de vergüenza: La cita para una psicoterapia te sale dentro de "X" tiempo, a veces meses y solo se te puede dar a lo mejor media hora de tiempo porque hay mucha gente. Trabajar en esas condiciones es tremendo y a nivel de sanidad esto siempre ha sido un problema (…) Mucha gente se tiene que buscar la vida a nivel privado. Aunque tengamos supuestamente una cobertura universal, la realidad es que no es así. Ojalá los políticos se tomen en serio que esto es necesario.
P: Otro de los obstáculos que yo veo a la ahora de acercar la salud mental a la gente, es que todavía hay mucho estigma. Muchas personas tienen vergüenza de reconocer que necesitan ayuda y eso hace que no la pidan. Es decir, el estigma obliga a lo que para ti sería tapar la herida, hacer como si no estuviera.
R: Es cierto lo que dices de que mucha gente no pide ayuda por el estigma cultural que hay respecto a la enfermedad mental y, a veces, también por la propia historia que cada uno trae, por ejemplo las personas que se cuidan más (…) y no en el sentido de arreglarme sino de pedir ayuda cuando la tengo que pedir, aceptarla cuando me la dan, buscar activamente que haya cosas buenas en mi vida, funcionar en las relaciones de una manera equilibrada, cuidar y dejarme cuidar y tratarme bien por dentro, porque a veces somos nuestro peor enemigo (…) Esto es un factor que hace que muchas veces la gente no pida ayuda o que si la pide no la aproveche del todo.
P: Esto que dices del autocuidado es muy cultural. Porque desde pequeños nos machacan mucho eso de formarnos profesionalmente, tener unos estudios, un trabajo, pero muy poco de ese autocuidado que es tan importante para la salud mental.
R: Sí, y el principal lugar de aprendizaje es la familia y la escuela, que es donde pasamos un montón de tempo. Pero yo creo que no es tanto un aprendizaje teórico -que también seria interesante- sino un aprendizaje de experiencia personal. Ahora, por ejemplo, con todo este tema de la pandemia, en las familias había mucha preocupación de cómo todo eso iba a influir en los niños y lógicamente les influye como nos influye a los adultos. Pero, por ejemplo, se sabe que niños que vivieron la guerra de los Balcanes, cuando tenían adultos al lado que estaban medianamente centrados -lógicamente afectados por la situación, quien no lo estaría- pero que estaban con ellos y estaban atentos a cómo se sentían, esos niños no hacían estrés post traumático o por lo menos lo hacían en porcentajes más bajos.
P: ¿Los padres tenemos una gran responsabilidad en la salud mental de nuestros hijos?
R: Nosotros podemos hacer de colchón emocional de los niños. Pasar con ellos por esta etapa, a lo mejor hace que esos niños sean más resilientes, más capaces de afrontar otras adversidades en el futuro, porque habrán sido capaces de pasar por una pandemia, habrán sentido muchas emociones diferentes, se habrán sentido arropados por los que están alrededor que les entienden y ayudan a entenderse a ellos mismos y en el futuro, en otras situaciones difíciles igual tienen más recursos (…) Yo creo que la mejor escuela emocional son unos profesores y unos padres que estén ellos emocionalmente bien. Si ellos están emocionalmente bien lo que van a transmitir a través de los ejemplos de cómo regulan sus propias emociones o como están ahí cuando los niños están experimentando distintos tipos de emociones, pues va a influir mucho en como los niños aprenden después a hacerlo ellos.
P: Como psicoterapeuta, ¿podrías decir que otra de las realidades sobre las que ha puesto luz la pandemia es la necesidad de muchas personas de sentirse escuchadas?
R: En este mundo en que vivimos, la gente también está muy sola; hay unos niveles de aislamiento muy grandes y necesitamos comunicarnos. Y esto nos lo ha puesto muy de manifiesto la pandemia. Yo tengo pacientes que me han dicho que ellos ya habían estado en cuarentena antes, que ya habían estado aislados antes..hay mucha soledad y hay mucha necesidad de comunicación.
P: Tu libro deja una agradable sensación de esperanza de que la enfermedad mental se cura...
R: Sí, ese es el mensaje para mi más importante (…) decir que sí se puede, que no tenemos que conformarnos con el dolor porque tenemos formas de reparar y de recuperarnos, que yo he visto a mucha gente hacerlo y sé que se puede. Sí, esa era la idea central de este libro.