El confinamiento a causa de la pandemia por coronavirus ha hecho que todas las miradas se centren en el nucleo del hogar. La necesidad de que la población tenga que permanecer en casa está ocasionando que aumenten los casos de abusos sexuales intrafamiliares, según denuncia la ONU. Los expertos destacan la dificultad de detectar los casos.
"El confinamiento silencia mucho a los menores, están más tiempo con el agresor. No tienen apenas espacio para evadirse o para contárselo a un amigo, más aun teniendo en cuenta la importancia del distanciamiento social en estos momentos", señala a Informativos Telecinco Natalia Ortega, directora de Activa Psicología y experta en maltrato y abuso sexual del Colegio Oficial de Psicología, COP.
El chat de la fundación ANAR, que está activo, al igual que los recursos de las organizaciones y los servicios de denuncia policial, ha recibido 1 055 llamadas desde el inicio de la emergencia sanitaria, de las que casi la mitad están relacionadas con la violencia hacia los menores de edad (46%). Dentro de esta cifra, el 15% se relaciona con el maltrato físico, el 13,7% con el maltrato psicológico, el 3,6% con el abuso sexual y el 3,5% con el abandono.
"Estos datos, además de los aportados por otras fundaciones españolas y de otros países, hacen indicar que sí se han incrementado los abusos durante la pandemia", comenta Ortega. Según una publicación del The New York Times, los expertos aseguran que se suelen ver más casos de abuso sexual en otoño que en verano, ya que en la época estival pasan desapercibidos, por lo que es vital detectar casos lo más pronto posible estos meses.
"Desde el Colegio de Psicología estamos ultimando una infografía para dar pautas sobre dónde acudir en caso de sufrir una situación de abuso. Damos pautas a profesores y niños, ya que los maestros están conectados con los alumnos de manera más habitual y pueden detectar los casos o recibir el aviso de un niño", explica la experta en maltratos y abusos.
Una de cada cuatro niñas es abusada sexualmente antes de los 18 años y, generalmente, ocurre en el ámbito intrafamiliar, según la publicación del medio estadounidense. "Estas situaciones son muy difíciles de detectar ya de por sí. Ahora lo son mucho más porque apenas hay contacto con el exterior. No hay colegio o contacto con los vecinos. Además, el abuso no implica violencia. En algunos casos, cuando acuden a una exploración médica, no se detecta nada porque no hay lesiones que solo sean compatibles con una agresión sexual. Puede haber una irritación que se deba a múltiples motivos", precisa.
"El agresor intrafamiliar no se tipifica por ser una persona que padece una enfermedad mental. La gente puede decir, alguien así está loco, pero no es así. Los abusos intrafamiliares distan mucho de los abusos en cuanto al maltrato físico, donde si hay indicadores más potentes como la situación de estrés por el confinamiento o el consumo de sustancias. El abuso sexual no tiene por que tener ninguna de estas variables", destaca.
"El perfil de el agresor intrafamiliar es de una persona narcisista, egocéntrica, que puede ser de clase económica media alta, con trabajo y con una relación de pareja, es decir, socialmente una vida totalmente adaptada. Este perfil se corresponde a lo que se conoce como pederasta secundario. El perfil del pederasta primario se relaciona más con niños, sobre todo ciberacoso, aunque se ven situaciones con profesores, sacerdotes o monitores (aquí el abuso no es intrafamiliar)", apostilla.
El padre es quien normalmente comete los abusos sexuales intrafamiliares. "Una de cada 10 serían mujeres y 8 de cada 10, hombres, aproximadamente. La madre, en muchos casos, comete un abuso sexual intrafamiliar pasivo que consiste en que lo sabe pero no lo pone en conocimiento y lo consiente. Sin embargo, también he podido ver situaciones donde una madre ha abusado de su hijo, pero es poco habitual", comenta la experta.
"Los abusos pueden conllevar graves traumas a corto plazo por no poder escapar de casa y convivir con el agresor o maltratador. Se pueden apreciar desde cambios de hábito de sueño o alimentación, estrés postraumático, ansiedad o pesadillas, entre otros factores. El abuso, por lo general, posiblemente no se haya originado en el confinamiento, puede venir de largo y que esta situación genere todavía más indefensión al menor", señala Ortega.
"Los menores no ven la realidad, depende de la edad. No son responsables y los agresores se encargan de tener estrategias para que la víctima no desvele lo que pasa. El agresor reparte responsabilidades, lo empieza como un juego y el niño, al verlo de esta manera, incluso puede pedirlo. Aquí se ve porque es difícil de detectar, no hay violencia, el agresor incluso lo llama "de fuego". El menor puede llegar a normalizar la situación", explica.
"Pedimos que se aumente la alerta en cuanto al abuso de menores. Están aumentando los casos. Se debe fomentar la orientación para padres mediante trabajadores sociales o pediatras e iniciativas que ayuden a detectar casos de abusos, como la idea que se hizo en relación a la violencia de género de pedir una mascarilla de color de rosa para manifestar que se vive una situación de maltratato", concluye.