Hablar rápido y de forma acelerada puede resultar muy elocuente para quien escucha, pero no siempre es la mejor forma de transmitir una idea. En realidad, este estilo de comunicación puede decirnos muchas cosas de quien lo practica. A veces, esa velocidad simplemente es consecuencia de la ansiedad o el nerviosismo, cuando la persona acelera su discurso para liberarse de la incomodidad. En otra ocasiones responde a un trastorno del habla como la taquilalia, definida por un discurso atropellado y con repeticiones que genera cierta confusión en el oyente. Y también puede deberse a la aceleración del pensamiento, a un flujo mental muy rápido que apremia a expresar las ideas inmediatamente y que es propio de lo que llamamos personas inteligentes.
Linda Kreger Silverman, psicóloga especializada en Altas Capacidades y Superdotación, sostiene que las personas dotadas tienen un pensamiento rápido y complejo que lleva a generar muchas ideas en poco tiempo y a querer expresarlas todas a la vez antes de olvidarlas, según indica la cuenta de Instagram @soy_superdotado. Este tipo de discurso tan veloz denota una capacidad intelectual profunda y una energía inagotable, pero el problema es que a veces sacrifica la claridad y la estructura del mensaje.
Al hablar tan rápido el orador salta entre temas, dificultando la comprensión de lo que está diciendo, omite detalles clave de su discurso en su empeño por acompasarse al ritmo de su pensamiento y termina generando frustración en el oyente. Al no tener la capacidad de filtrar todo lo que pasa por su mente referente a un tema específico, suele atropellarse, sin llegar a la idea central que quiere transmitir, o peor, provocando que ésta sea malinterpretada.
Hablar de forma acelerada afecta a cómo eres percibido por los demás. Por el lado positivo, se te identifica como una persona creativa, extrovertida y apasionada. En ciertos entornos laborales en los que prima la inventiva puede constituir una gran ventaja competitiva. En el aspecto negativo, no das tiempo a que tu audiencia llegue a digerir toda la información que transmites. Algunos de ellos pueden sentirse abrumados o incluso excluidos de una escucha activa y terminan desconectando.
Aprender a pausar el discurso no es solo cuestión de bajar el ritmo, sino de aplicar un pensamiento más reflexivo y menos impulsivo que permita estructurar mejor las ideas. Estas son algunas claves que nos pueden ayudar a reducir el habla acelerada que recopilan en la web 'La mente es maravillosa':