El estrés es la gran epidemia de la salud del siglo XXI, según definición de la propia OMS. La alta demanda en el trabajo, los rigores de la vida familiar y la preeminencia de la tecnología ha elevado los niveles de estrés crónico en la población, especialmente en sociedades urbanas. Además, con la edad nuestro organismo reacciona al estrés con más intensidad y sus efectos para la salud se vuelven más perjudiciales, pues le cuesta más recuperarse.
Es también cierto que los años también traen la experiencia para manejar las situaciones angustiosas mejor que los jóvenes. Aún así, el estrés sigue siendo un enemigo agresivo de nuestra salud. En ese sentido, son buenos aliados actividades que promuevan la calma y el bienestar, como el yoga y el pilates. Sin embargo, una técnica menos conocida pero muy interesante originaria de Japón es el Shinrin-Yoku o baños de bosque.
Esta práctica se diferencia del senderismo, que consiste en llegar a un destino, y de los paseos por la naturaleza, centrados en identificar plantas y animales. Concretamente consiste en 'bañarse' de todo aquello que la naturaleza puede ofrecer. Relacionarse lenta y deliberadamente con ella, prestando atención a olores, sonidos, texturas y vistas. El único requisito para experimentar esta 'ducha' natural es dejar que los sentidos fluyan: "absorber la atmósfera del bosque', que es lo que significa literalmente el término japonés.
Para llevar a cabo un baño de bosque lo ideal es disponer de un monitor experto o guía terapéutico que nos ayude a calmarnos y hacernos bajar el ritmo con el que llegamos de la ciudad a la naturaleza, ya sea un parque, un bosque o incluso un jardín. Él debe ayudarnos a cruzar la puerta, aunque tendremos que poner de nuestra parte, dejando fuera del 'shinrin-yoku' móviles o dispositivos tecnológicos que pueden interferir en la experiencia.
Estos baños suelen prolongarse durante unas dos horas de caminata, durante los cuales efectuaremos ejercicios de respiración y actividades que promuevan los cinco sentidos, como respirar el aroma de un árbol, sentir la suavidad del tacto de una flor o tumbarnos sobre la hierba, cerrar los ojos y escuchar el sonido del aire.
Cada vez son más las investigaciones que demuestran que este acercamiento a la naturaleza, que combina esencialmente las ventajas de la meditación con las de estar al aire libre en la naturaleza, trae beneficios que van desde un mejor sueño hasta la reducción de la presión arterial, pasando por la mejora de la salud cardiovascular. Cuando la relajación llega al cuerpo, este regula sus niveles, provocando así que disminuya los riesgos de infarto en un 5,8% o bajando en un 12,4% los niveles de cortisol, la hormona del estrés.
"Los sonidos del bosque, el aroma de los árboles, la luz del sol que se cuela entre las hojas, el aire fresco y limpio... todo esto nos reconforta (...) alivia el estrés y las preocupaciones, nos ayuda a relajarnos y a pensar con más claridad. Estar en la naturaleza puede restaurar nuestro estado de ánimo, devolvernos la energía y la vitalidad, refrescarnos y rejuvenecernos", escribe el doctor Qing Li, presidente de la Sociedad Japonesa de Terapia Forestal, en su libro 'Into the forest'.
Las investigaciones de Quing Li también han demostrado el impacto positivo que los baños forestales tienen en el sistema inmunológico, al que fortalecen para luchar contra infecciones. Según sus estudios, los practicantes del shinrin-yoku ven aumentar de forma exponencial en sangre un tipo de glóbulos blancos con capacidades protectoras frente a enfermedades.
Cada vez hay más retiros y experiencias de baño en el bosque en todo el mundo, especialmente a raíz de la pandemia del Covid-19. Esta actividad también tiene ventajas para los más pequeños. Según un estudio de Tech Sciencie, los niños con alteraciones conductuales que participaron en un programa estructurado de baños de bosque experimentaron una reducción de ira, hostilidad, fatiga y confusión. Así que ya sabes, contra la ansiedad, refúgiate en la naturaleza.