Pepe Demi, el coach de tenis viral: “Si uno de mis chicos rompe la raqueta le saco del torneo”
A los 13 dejó el alto rendimiento en tenis porque “no podía más”, pero a los 16 regresó para empezar a entrenar niños. Ahora triunfa en las redes gracias a sus métodos
Sus charlas se han convertido en virales pero él explica que, aunque “la gente piensa que son mágicas, es una cuestión de trabajo diario”
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Hace ya más de una década que Pepe Demi comenzó Ciencias Políticas y un Máster en Relaciones Internacionales en Madrid. Ambos proyectos los terminó, pero consciente de cuánto echaba de menos el tenis. Él sabía que no podía vivir lejos de una pista y una raqueta, así que apostó por formarse en Coaching Deportivo y Psicología del Alto Rendimiento y ahora está al frente de una academia en Mallorca en la que ayuda a niños a buscar su sueño de ser tenistas.
Lo hace con un método muy particular que, a través de sus redes (@pepedemicoach), se ha convertido en viral. Sus charlas de motivación, su apoyo constante, sus explicaciones y su modo de hacer ver a sus alumnos la realidad en la que se encuentran ha conquistado a miles de personas, que incluso le piden ayuda psicológica. Por supuesto, él deja claro que no es psicólogo y que sus charlas no son mágicas. También nos explica que lo más complicado de su trabajo no siempre tiene que ver con los niños sino más bien con sus padres.
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En los últimos meses te has convertido en viral por tu forma de entrenar y transmitir tus mensajes a los niños, pero ¿cómo ha sido el camino de Pepe Demi hasta aquí?
La realidad es que yo, al haber jugado toda la vida e incluso haber estado en alto rendimiento hasta los 13 años, entrenaba muchas horas y sufrí lo que se llama ‘burnout’. Llegó un punto en el que empecé a pensar que ya no me gustaba el tenis, que necesitaba un cambio, que no podía más. Esto se juntó con que no había jugado todo lo bien que se suponía que tenía que haber jugado y me pasé al rugby, un deporte que disfruté mucho.
Sin embargo, siempre me quedó ese ‘runrún’ del tenis. Por mucho que dejara de jugar y sintiera que ya no quería más, creo que es el deporte que más he disfrutado en mi vida. Así que, cuando dejé de jugar a los 16, empecé a trabajar como entrenador en los veranos y algunas tardes, como una forma de ganar algo de dinero extra.
Sin embargo, tus estudios te llevaban por otros caminos.
Sí, pero cuando me fui a estudiar la carrera a Madrid empecé a conectar otra vez con el tenis. Estaba en tercero o cuarto de Ciencias Políticas y haciendo un máster en Relaciones Internacionales, pero entendí que eso no era lo mío. Echaba mucho de menos la pista, el tenis, estar ahí. Al volver de Madrid, justo un año antes de terminar, empecé a entrenar tenis de competición y dije: “Vale, esto es lo mío. Aquí es donde estoy en mi salsa”.
Creo que lo que me llevó a ser entrenador fue esa sensación que tuve toda la vida de no haber sido un gran jugador ni haber llegado muy alto, pero siempre preguntándome qué habría pasado si hubiera tomado otras decisiones.
Al final, sigo amando el tenis, me da un estilo de vida que me gusta mucho. Aquí, en Mallorca, tengo las pistas enfrente del mar; ir a trabajar es un regalo. Además, siento que no quiero que más gente viva con ese ‘qué habría pasado’.
A raíz de eso, ¿te preocupas por que los niños no pasen por lo que tú viviste, por ese dilema de dejarlo o seguir? La realidad es que a la élite llegan muy pocos.
Sí, pero no se lo digo de forma directa. Creo que es muy importante que los niños tengan motivación. Es mucho más probable que logren cosas si creen que pueden lograrlas. Por eso, intento evitar decirles que tienen solo un 0.5% de probabilidades de ser profesionales. Si a un niño de 12 años le dices que es casi imposible, entenderá que no vale la pena intentarlo.
Intento evitar decirles que tienen solo un 0.5% de probabilidades de ser profesionales. Si a un niño de 12 años le dices que es casi imposible, entenderá que no vale la pena intentarlo.
Lo que sí trabajo mucho es que antes de los 14 años tengan un buen grupo, que se lo pasen bien y que vean el tenis como algo positivo, más que como una competencia. Creo que hay un momento en la vida de los jugadores, cuando su cuerpo se transforma en adulto, en el que siempre estás a tiempo de mejorar la técnica, empezar con alto rendimiento y ponerte a tono. Pero muchos niños llegan a ese punto ya hartos del tenis.
Cuando ves a un chico, ¿ya sabes si tiene posibilidades de llegar a ser profesional? ¿Eso cambia tu forma de entrenarlo?
Sí, lo veo y no, no cambia. Yo no me valido por si mis jugadores llegan lejos o no. También te digo que tengo una posición cómoda ahora. Gracias a las redes sociales, mi fuente de ingresos no depende directamente de la academia, así que puedo permitirme ser yo al 100% y no preocuparme tanto por los resultados.
En el club donde trabajo nunca han tenido una academia de ultra alto rendimiento. Cuando llegué, convencí al dueño de desarrollar la competición a mi manera. Entreno a todos por igual, aunque a veces eso cause discusiones con los padres.
Hay niños claramente mejores que otros, pero entrenan en el mismo grupo. Mi batalla con los padres pasa por evitar que separen a grupos de niños que son amigos por el tenis. Entreno a todos igual, aunque es verdad que muchas veces ves claramente si un niño tiene potencial o no.
Hay niños claramente mejores que otros, pero entrenan en el mismo grupo. Mi batalla con los padres pasa por evitar que separen a grupos de niños que son amigos por el tenis
¿Cómo manejas las expectativas de los padres, sobre todo con ejemplos como las hermanas Williams, que fueron casi fabricadas para jugar al tenis?
Trabajo mucho la pedagogía con los padres. Ellos ven casos como el de Carlos Alcaraz o Serena Williams y creen que es la norma. Pero, cuando hablas con alguien como Carlos Moyá, que ha sido número uno del mundo, te dice que no recomienda la figura del padre entrenador. Esto es algo que les intento hacer entender: las películas y documentales muestran las excepciones, no la regla.
Les explico que hay muchas maneras de llegar al alto rendimiento. La realidad del tenis profesional es que cada vez es más normal llegar más tarde. Antes, si no estabas a tope a los 16, parecía que ya no servías. Ahora, con ejemplos como el tenis universitario, puedes estudiar una carrera, volver con nivel y ser profesional. Hay muchos top 10 que tienen entre 30 y 35 años.
¿Qué opinas de ese tipo de métodos?
Las grandes historias narran excepciones. Serena Williams es única, pero ¿cuántos padres han destruido relaciones con sus hijos por obsesionarse? Es un tema delicado. Hay casos en los que la presión extrema funciona, pero no es el estándar. Estadísticamente, los jugadores que tienen relaciones saludables con sus entrenadores y familiares suelen llegar más lejos.
Serena Williams es única, pero ¿cuántos padres han destruido relaciones con sus hijos por obsesionarse?
¿Y qué opinas del caso de Rafa Nadal y su tío Toni?
Toni Nadal fue muy exigente, pero siempre con un propósito. Nunca le faltó el respeto. Es distinto que te entrene tu tío a que lo haga tu padre; la dinámica cambia completamente. La clave está en la confianza y en saber cuándo apretar.
¿Cuáles son las claves para conectar con los niños?
Lo primero es no infantilizarlos. La relación que intento tener con ellos es más de mentor que de dictador. Ellos deben entender por qué les digo lo que les digo. Modulo el tono, la paciencia, pero no el mensaje. Un niño quiere ser mayor, y si siente que lo tratas con respeto, a la larga se genera una relación muy buena.
Toni Nadal fue muy exigente, pero siempre con un propósito y nunca faltó el respeto a Rafa
Creo que la clave es la empatía, adaptar tu estilo de entreno a cada jugador y no tratarlos como si fueran tontos. Yo no soy su padre; puedo ser más duro o más flexible según el contexto. Eso me funciona mucho, porque ellos perciben que los respeto y sienten la responsabilidad de devolver ese respeto.
Si hablamos de tenis o cualquier deporte, desde el punto de vista mental, físico y técnico, ¿qué importancia tiene cada parte?
Te diría 60-20-20. Si miras el top 10 mundial, todos juegan extremadamente bien al tenis, pero lo que marca la diferencia es cómo gestionan la cabeza. Al final, puedes repetir gestos técnicos un millón de veces hasta perfeccionarlos, pero la mente es lo que define el éxito.
Entonces, ¿en el tenis base se prioriza también la parte mental?
En el tenis base, casi te diría que es 80-10-10. Un niño tiene un cerebro moldeable, y es ahí donde puedes establecer los pilares básicos de quién es. Los gestos técnicos se pueden aprender más adelante, aunque cueste más. Hoy en día, los jugadores entrenan tantas horas y hay tanto conocimiento sobre el deporte que cualquiera en un torneo ITF, aunque no sea conocido, puede jugar a un nivel muy alto.
Y ahí aparece la parte mental
Exacto, es lo que marca la diferencia y esto aplica a todos los niveles. No quiero caer en el tópico de “la cabeza es lo más importante”, pero si dos jugadores tienen el mismo nivel, lo que decidirá quién gana es quién gestiona mejor las emociones. A medida que crecemos, nuestra mente se vuelve más inflexible. Es mucho más fácil enseñar a un niño de 10 años cómo manejar su frustración que a un adulto cambiar la idea de quién cree que es.
Trabajas mucho la frustración. ¿Cómo lo llevan los niños?
Es un trabajo diario. A veces, la gente cree que mis charlas en los vídeos son mágicas y cambian a los niños de un día para otro, pero no es así. Puedo darles un consejo, pero al día siguiente, van a un torneo y se enfadan o tiran la raqueta. Lo que hago es repetir el mensaje desde diferentes ángulos hasta que lo interioricen. Lo importante es que ellos vivan la experiencia, porque solo así aprenden realmente. Si un consejo no les funciona en el momento, pensarán que no sirve, pero cuando ven que les ayuda, lo integran.
La gente cree que mis charlas en los vídeos son mágicas y cambian a los niños de un día para otro, pero no es así
¿Qué hay de emociones como la euforia? ¿Trabajas también en bajarlos a tierra?
Sí, les hablo mucho de la montaña rusa que es el tenis, con sus picos y valles. Cuando están arriba, no deben emocionarse demasiado, y cuando están abajo, no deben pensar que son los peores. Es difícil, porque los niños tienden a los extremos. Les enseño a enfocarse en lo que deben hacer, no en el resultado. Les hablo de patrones, decisiones estadísticamente correctas que, aunque salgan mal, eran las adecuadas. Esto les ayuda a centrarse en el proceso más que en el resultado.
Hoy día se trabaja mucho más el aspecto mental en el deporte. ¿Crees que vamos hacia un enfoque más emocional o más hacia resultados inmediatos?
Son dos cosas diferentes. Yo defiendo que la educación emocional no está reñida con el alto rendimiento. Puedes profesionalizar un grupo de jugadores que sean amigos y trabajen juntos, o separar a un niño y someterlo a sesiones individuales intensivas. Para mí, el problema está en confundir alto rendimiento con resultados inmediatos. Si estás trabajando la agresividad, por ejemplo, puede que el niño pierda partidos que podría haber ganado, pero a largo plazo será más creativo y entenderá que fallar no es el fin del mundo. Es un proceso.
¿Qué digieren mejor los niños: la parte técnica o la mental?
La técnica, sin duda. Es acción-reacción. La satisfacción es inmediata. La mente, en cambio, requiere paciencia y trabajo constante. A los niños les cuesta entender por qué tienen que gestionar sus emociones cuando están bien, hasta que algo sale mal y vuelven a frustrarse. Es un ciclo.
La educación emocional no está reñida con el alto rendimiento
¿Cómo gestionas gestos como tirar o romper la raqueta?
Trabajo para que eso no ocurra. Hacemos un acuerdo previo: ellos me dicen qué líneas rojas no quieren cruzar, como romper una raqueta o faltar al respeto. Esto les hace partícipes de su propia disciplina. Cuando ocurre, intervengo enseguida. Si un niño rompe una raqueta, no juega más ese torneo. Pero también entiendo la frustración, porque yo también fui jugador. Cuando están tristes, los apoyo; cuando ganan, soy más crítico.
¿Y el respeto al rival?
Es fundamental. Hace poco, en un campeonato, uno de mis jugadores empezó a gritar demasiado cuando iba ganando 3-0. Lo llamé y le dije que lo sacaría de la pista si seguía así. También enseño a ceder puntos si el reglamento nos favorece injustamente. Esto viene del rugby, un deporte que practiqué durante 10 años, donde el respeto es prioritario. Intento inculcar ese mismo espíritu en el tenis.
¿Tus métodos individuales, como los que usas en tenis, son extrapolables a otros deportes?
Sí, pero quiero dejar algo claro: no soy psicólogo ni hago psicología. Hablo con psicólogos y coaches deportivos para poder ofrecer herramientas útiles. Aunque estoy especializado en tenis, las emociones son las mismas en otros deportes. He trabajado con atletas de karting, skate, voleibol y fútbol, y las herramientas sirven. Además, he notado que muchos entrenadores están dispuestos a aprender este enfoque. Soy un facilitador, no un psicólogo, y sí, mis métodos son extrapolables a otros deportes.
¿Te ves en unos años entrenando en la élite?
Es un objetivo, claro que sí. Me encantaría. Este año he hablado con entrenadores de alto nivel y asistido a masterclasses. Creo que mi fuerte es la gestión emocional y tengo muchas ganas de probar estas ideas con jugadores de mayor nivel. Eso me ayudaría a confirmar o reajustar mis tesis.
¿Trabajas también en gestionar tus propias emociones durante los partidos?
Sí. Hasta hace poco, solo jugaba por trabajo. Pero ahora que tengo otra fuente de ingresos, he vuelto a jugar por pasión. Me he sacado la licencia ITF y he aprendido muchísimo sobre mí mismo, mis errores y cómo afrontarlos. Todo lo que enseño lo pruebo primero conmigo. Uso tres pilares: mi experiencia personal, la validación de profesionales del sector y el impacto positivo que veo en los demás.
Uso tres pilares: mi experiencia personal, la validación de profesionales del sector y el impacto positivo que veo en los demás
¿Qué haces cuando estás en un partido viendo a uno de tus alumnos?
He aprendido que tus acciones dicen más que tus palabras. Si no estás capacitado para mantener la calma, mejor no ir. Pactamos algunas directrices básicas, pero me gusta que se enfrenten a la frustración y aprendan de ella. En los torneos por equipos, donde puedo hablar más, mi enfoque sigue siendo que ellos estén cómodos y concentrados.
¿Qué consejos darías a los padres para que sus hijos disfruten del tenis?
El tiempo y dinero invertidos en el deporte siempre son positivos, pero solo si estás dispuesto a disfrutar de ver a tu hijo enfrentarse a desafíos. Si no puedes manejar sus altibajos, es mejor no implicarte. Además, los padres deben entender que su autoridad es limitada y deben usarla sabiamente. Es más importante para su desarrollo personal que tengan tu apoyo emocional que una buena derecha.
¿Entrenarías a tu propio hijo en el futuro?
No, porque sé que no sería objetivo. La carga emocional es demasiado grande. Prefiero delegar en otro entrenador y centrarme en ser un apoyo. He aprendido de Carlos Moyá que incluso los mejores deben saber echarse a un lado.