El psiquiatra José Luis Carrasco quiere desterrar el mito de que los trastornos mentales no se curan nunca y asegura que la mayoría de ellos se superan con tratamiento, como el resto de enfermedades, mientras anima a vivir y aceptar las emociones negativas para no entrar en un bucle de difícil salida.
"Seguimos pensando que la mente es el ego y que si se toca ya no somos nosotros", comenta Carrasco en una entrevista con EFE con motivo de la publicación de su nuevo libro "Mentalmente sano y feliz" (Penguin), con el que quiere transmitir que se puede aspirar a estar mentalmente sano sin obsesionarse con eso.
El catedrático de Psiquiatría de la Universidad Complutense (Madrid) deja claro su rechazo al "término de salud mental o trastornos mentales en general", por ser un estigma y una "barbaridad": "Tenemos trastornos que son ansiedades, depresiones -leves y menos leves-, y enfermedades mentales más graves, como la esquizofrenia, el trastorno bimodal, de personalidad, agudos".
"Meter todo en el mismo saco es como decir que todo el que tiene un trastorno mental tiene la mente tocada y ya no va a funcionar igual", advierte.
Por eso, aboga por darle a cada trastorno su nombre: de ansiedad, de tristeza, depresivo, de las emociones o de los pensamientos, para "normalizarlos dentro de la salud".
En este sentido, critica la iniciativa (paralizada) de poner en marcha una ley de salud mental, al asegurar que "tiene mucho peligro; una norma para enfermedades mentales supone sacarlas de la salud normal", señala el responsable de la Unidad de Trastornos de la Personalidad del Hospital Clínico (Madrid).
El psiquiatra reconoce que en su campo queda mucho camino por recorrer, "no solo para la medicina y la psicología, sino por la propia naturaleza humana", que, a su juicio, tiene que entender que "a veces nos alteramos, perdemos el control y se nos viene el ánimo abajo".
"No quiero contar que tengo una depresión o que tengo ansiedad porque esto es de débiles, y nadie quiere serlo, por eso lo esconde", insiste.
A su juicio, "hay un miedo terrible a que algo que pueda venir de la mente esté alterado. Pero es que es como el estómago, hay veces que la mente se altera y empieza a soltar chispas produciendo un trastorno de ansiedad, que se puede curar", puntualiza.
Según Carrasco, "a pesar de que somos más civilizados que nunca, hay más miedo a mostrar las emociones negativas".
"Vivimos en una cultura individualista, en la que estamos nosotros solos y si queremos podemos hacer todo", una frase que califica como "terrible" porque lleva a esconder muchas emociones negativas, como sucede en las redes sociales donde "casi todo el mundo está fenomenal, salvo los que cuelgan autolesiones". "Es una forma de exhibicionismo de trastorno mental".
Pero no solo se intenta esconder las emociones negativas, sino que se tratan de desterrar, creando más malestar psicológico y más trastorno.
"Si las aceptamos, estamos mal, tristes o ansiosos, pero son nuestros impulsos", y "si intentamos echarlas, se vuelven cada vez más fuertes".
El experto explica que en determinadas ocasiones se puede sentir tristeza o tener ansiedad sin tener un trastorno. Eso se produce cuando podemos cambiar con argumentos ese "circuito de pensamientos".
Sin embargo, llega un momento en el que "esa situación se hace rígida; la mente y el cerebro cogen un esquema de pensamiento, de emociones y de asociaciones que no hay forma de cambiar con la interacción de los demás. Es un bucle que va por su cuenta", señala Carrasco.
Lo argumenta con una anorexia nerviosa en el que la persona pesa 37 kilos. "Intentas explicarle delante de un espejo y con cariño y argumentos racionales que no puede perder más peso, pero no hay forma. Su circuito mental cerebral va por su cuenta y además es destructivo. Eso es un trastorno y hay que hacer algo".
"Como en todas los trastornos, cuanto antes se coja algo que está empezando a trastornarse y a establecer un circuito anómalo mucho mejor va a ir", enfatiza, por lo que anima a reconocer que uno no se siente bien.
Asegura el psiquiatra que si no hay tratamiento se estropea la vida y las relaciones de la persona, porque va cambiando el carácter y todo se complica.
Cree el psiquiatra que la proliferación de trastornos entre los jóvenes se deben a que están muy solos ante la falta de referentes con orden. "Les hemos educado para evitarles el sufrimiento y ahora vemos que eso ha producido mucha intolerancia al estrés y a la frustración".
También se refiere a la desesperanza e incertidumbre en la que están envueltos, así como la gratificación inmediata. "Tienen todo muy rápidamente: las imágenes, la gente, los amigos, o una cita. Eso que parece tan cómodo, al final hace que la personalidad se vaya haciendo fofa".
También advierte del uso de las drogas, que "no son inofensivas" y cuyo consumo se inicia a los 12 años produciendo una serie de inestabilidades emocionales y evasiones, según su experiencia .