La muerte de una joven alérgica a la leche tras tomarse un café en Ciudad Real ha impactado a todos. A la espera del resultado de la autopsia, que determinará finalmente si el fallecimiento se ha producido por esa causa -hay dudas porque según los expertos una alergia no es tan fulminante-, lo que nos preguntamos es por qué cada vez somos más alérgicos a los alimentos.
En los últimos 10 años el número de personas con alergias alimentarias se han duplicado. Suponen ya casi al 3 % de la población general, y en niños menores de 3 años puede alcanzar el 8 %. Las previsiones además, no son optimistas. En 2050 la mitad de la población mundial sufrirá alguna alergia, en muchos casos será alimentaria, pero ¿cuál es la razón de este aumento?. Si los humanos llevamos miles de años comiendo leche, huevo o fruta, ¿cómo es que justo ahora hemos dejado de tolerarlos?
En la actualidad entre el 25% y el 30% de la población tiene algún tipo de sensibilidad alérgica, es más, en algunas partes de Europa esa cifra llega al 40%, "Tenemos un sistema inmunológico cada vez más alterado que está generando reacciones adversas", dice a NIUS Juan José Zapata, presidente del comité de Aerobiología de la Sociedad Española de Alergología (SEAIC).
"La humanidad, en otros momentos de la historia, ha sufrido muchas enfermedades infecciosas y el sistema inmunológico ha tenido que especializarse en luchar contra virus, bacterias, gusanos, protozoos, etc... pero ahora, tenemos muchas menos infecciones de ese tipo en el mundo occidental, así que el sistema inmunológico, en vez de centrarse en protegernos de ellas, está pendiente de sustancias que habitualmente no debieran de ser alergénicas, pero que empiezan a serlo como hongos, pólenes, ácaros del polvo o alimentos", explica el experto. "Piensa que en la estructura de un alimento la mayor parte son proteínas y las proteínass son las que procesan la reacción alérgica".
Además, según explica la alergóloga Alicia Armentia, "muchos de los alimentos que consumimos ahora no son los mismos que comieron nuestros abuelos. Ni los mismos que comió nuestra madre, que nos transmitió la tolerancia a todo lo que ella ingirió y respiró. En la actualidad, gracias al desarrollo de la biotecnología, los cultivos se han modificado para incorporar proteínas de resistencia a patógenos (virus, hongos, bacterias), aumentar su rendimiento, poder conservarlos en cámaras o hacer que sus semillas germinen sin que los hongos ni los insectos del suelo las devoren. Esas proteínas que a ellos le sirven de escudo protector son un arma de doble filo. Porque con nosotros se han comportado como los alérgenos más agresivos".
"Son muchos los factores que se suman en el origen de las alergias alimentarias", argumenta Zapata. "El hecho de tener cada vez menos hermanos hace que tengamos menos infecciones, la vida en la urbe, el vivir sujeto a un ambiente donde hay contaminantes, donde comemos muchos alimentos procesados, donde alteramos la flora intestinal y la microbiota son aspectos determinantes", indica el alergólogo.
"La microbiota es el conjunto de bacterias que influye en cómo se absorben y procesan todos los alimentos que tomamos y también nos protege de enfermedades y agentes patógenos. Esas bacterias colonizan nuestro organismo desde el vientre materno, pero fundamentalmente desde el momento del nacimiento, cuando éste es por vía vaginal. ¿Qué está pasando? que cada vez se producen más partos por cesárea. Ya ha estudios que indican que estos pequeños pueden tener alteraciones de la microbiota, por tanto ser más proclives a sufrir en el futuro enfermedades inmunológicas alérgicas, entre ellas la alimentaria.
"Las alergias son la pandemia del s.XXI y unas nos pueden conducir a otras", indica Zapata. "Cuando nos hacemos alérgicos a los pólenes o a los ácaros resulta que hay alérgenos de entrecruzamiento", explica el especialista. "Por ejemplo, una persona que se hace alérgica al ácaro puede tener también alergia a los caparazones de los crustáceos y puede desarrollar una alergia a la gamba. O un paciente que tiene sensibilidad al olivo, a las gramíneas, o a las parietarias -que tienen proteínas de entrecruzamiento con vegetales- puede terminar haciendo una alergia a las frutas", aclara Zapata.
"Cualquier alimento puede producir reacciones alérgicas, pero en los niños los más frecuentes son la leche y el huevo, aunque estas alergias suelen desaparecer al alcanzar la edad escolar, cuando el sistema inmunológico se hace más maduro. Y si no se puede forzar una tolerancia mediante algunas técnicas de inmunoterapia con alimentos que se están haciendo en estos momentos", explica el experto.
"Cuando las alergias alimentarias se desarrollan en edad adulta es mucho más difícil que desaparezcan de forma espontánea. De mayores lo más frecuente suelen ser las alergias a los mariscos, los frutos secos, los cacahuetes o las frutas, que se han disparado en los últimos años".
Los números hablan por sí solos. En la última década la alergia a frutas se ha incrementado un 34%. Y es la familia de las rosáceas (melocotón, manzana, pera, cereza, ciruela, nectarina, membrillo, etc) es la causante de la mayoría de los casos. "En concreto el melocotón es el responsable del 25,7% de la alergia a alimentos en España. De las reacciones graves provocadas por alimentos en nuestro país, el 44,7% son producidas por frutas y semillas, y de ellas el 60% por sensibilización a LTPs (del inglés Lipid Transfer Proteins). Es decir, antifúngicos naturales de las frutas y semillas que las protegen frente a hongos y otros parásitos y que son, a su vez, potentes alérgenos", detalla la alergóloga Alicia Armentia.
"Tal vez debiéramos enseñar al sistema inmune a tolerar alimentos alergénicos desde el periodo de lactancia. Un estudio realizado por el King´College de Londres (Reino Unido) demostró que se puede reducir en un 80% la alergia al cacahuete en niños si lo consumen regularmente desde el primer año de vida. Y lo mismo se puede decir del huevo", informa la especialista.
Lo primero es saber identificar a qué alimento tenemos alergia. "Es muy sencillo porque aparece después de comer el alimento, por ejemplo, tú te comes un cacahuete y si eres alérgico, a los pocos minutos empieza el picor en la boca, la sensación de que se te duermen los labios, te baja el picor a la garganta, sientes que no puedes respirar, empieza a latirte el corazón más deprisa, te desciende un poco la presión arterial, te mareas... esto en los casos más graves. En los más leves o medios se limita a un picor de boca, garganta u ojos, acompañado a veces de estornudos, lagrimeo, erupciones o picores en la piel", explica Zapata. "Hay reacciones muy raras que pueden ser tardías, pero lo normal es que el efecto sea inmediato. Es como un disparo, te das cuenta, hasta tal punto que en los pacientes que acuden a mi consulta con sospechas de alergias alimentarias yo lo que hago en el 90% de los casos es confirmarlas", reconoce.
Lo segundo es saber cómo tratarla. "Lo fundamental es evitar el alimento y disponer de una medicación de rescate para tratar una eventual reacción. Depende mucho, claro, del tipo de reacción que nos provoque. Si es un simple picor en la boca no hay que preocuparse, pero hay alergias a proteínas que llegan al tubo digestivo que te pueden producir reacciones de diferente gravedad, desde problemas digestivos hasta un verdadero cuadro anafiláctico que te provoque la muerte", alerta.
"En este caso, cuando un paciente tiene una reacción por alimento severa, debe llevar siempre consigo un maletín de emergencia que consiste en un antihistamínico, un corticosteroide oral y una pluma precargada de adrenalina. En el caso de que la reacción sea leve, puede tomar los dos primeros, pero si se produce una anafilaxis debe tener siempre disponible adrenalina, porque le puede salvar la vida", advierte.
"Por tanto, es muy importante saber qué agresividad tiene, hacer un buen diagnóstico y tener un tratamiento que pueda ser útil cuando se produce alguna de estas reacciones indeseables, porque muchas veces los alimentos están camuflados y terminamos ingiriéndolos sin querer, aunque pongamos mucho cuidado", concluye el alergólogo.