Quizá sea el estudio más exhaustivo sobre las razones que hacen felices a las personas. En 1938 en Harvard comenzaron a hacer un seguimiento físico y psicológico a 724 jóvenes. Y luego siguieron con sus 1.300 descendientes. Ahora el actual director de ese estudio, Robert Waldinger, publica un libro, The Good Life, con sus principales conclusiones. Y una de ellas es muy llamativa: la salud física está principalmente ligada a tener buenas relaciones, más que a otros factores.
¿Cómo llegaron Waldinger y sus colegas de Harvard a esa conclusión? Miraron los participantes que llevaban una vida más saludable con 80 años y se fijaron en qué parámetros tenían en común cuando tenían 50. En cuanto a la salud, no hallaron coincidencias: algunos tenían hipertensión, otros obesidad, otros estaban relativamente sanos, etc. Pero lo que sí compartían los que mejor estaban físicamente eran sus buenas relaciones.
Los investigadores no se fiaban mucho de sus conclusiones, pero otros grupos de estudio estaban llegando a similares resultados. No parecía una casualidad. Para intentar explicar el hallazgo se hicieron más pesquisas. Lo que hallaron fue que en muchos casos el factor determinante de la mala salud era el estrés. La ansiedad acelera el ritmo cardiaco y la tensión arterial. Es difícil prevenirla, pero es fundamental saber controlarla.
¿Y cómo hacerlo? Robert Waldinger pone un ejemplo en una entrevista con The Harvard Gazette: “Por ejemplo, si me sucede algo molesto durante el día y estoy agitado o dándole vueltas rodo el rato, si voy a casa y hablo con mi esposa o con un amigo (y si esa persona es buena para escuchar) entonces puedo sentir literalmente como mi cuerpo se calma”. Es decir, ese contacto social reduce nuestro estrés y mejora a la larga nuestra salud.
Waldinger va más allá y cree que la soledad puede ser tan peligrosa para la salud como fumar o ser obeso. Porque la soledad no buscada es un factor estresante. “Si piensas en cuando tratábamos de sobrevivir en la naturaleza, te das cuenta de que las personas que se unieron sobrevivieron más tiempo”, afirma.
Los autores no dudan que para ser feliz (y por tanto sano) es crucial gozar de una situación desahogada: un buen trabajo y suficiente dinero. Pero creen que no son factores determinantes. En cuanto al trabajo, recomiendan uno que no desgaste mucho y que se disfrute. “Ser premio Nobel o profesor en Harvard no garantiza nada”, bromea Waldinger tras revisar todos los casos. En cuanto a la riqueza, hay que tener unos niveles mínimos de ingresos para cubrir las necesidades básicas. Pero llegados a ese punto, más dinero no garantiza mayor bienestar emocional o físico.
La pregunta del millón es: ¿es preferible tener muchos amigos o pocos pero buenos? Opinan los investigadores de Harvard que depende de cada uno. Si uno es muy extrovertido, necesitará más contactos. Si es más tímido, menos. Pero por regla general consideran que basta una relación sólida con la propia familia, incluso con una sola persona. Creen que un matrimonio bien avenido es garantía de éxito. La pregunta es: “¿A quién llamarías en mitad de la noche? Hay gente que no puede llamar a nadie”, revela Waldinger.
Nunca es demasiado tarde para echarse nuevos amigos, explican los autores de esta investigación. Cuentan el caso de un hombre con mala relación con su familia que al jubilarse encontró un buen grupo de amigos en el gimnasio. Porque la vía más fácil para generar nuevas relaciones –explican- es toparse con individuos con gustos compartidos: música, arte, fútbol, etc.
Ahora bien, todo esto hay que entrenarlo. Esas “aptitudes sociales” son como “aptitudes físicas”, explican en Harvard. “¿A quién extraño? ¿A quién me gustaría ver más? ¿Con quién no he estado en contacto? Todo lo hay que hacer es enviarles un mensaje de texto, un correo electrónico o llamarlos por teléfono. Se sorprenderá de las respuestas positivas que obtiene por esta pequeña acción”, explica Waldinger.
El investigador da una última advertencia: nadie es feliz todo el tiempo. Pero es fundamental encontrar una red de seguridad para cuando vengan mal dadas. Como decía la canción de Sabina, “si lo que quieres es vivir cien años….”, no mires tanto el nivel de colesterol o la presión arterial. Solo cuida las buenas (y sanas) relaciones.