Imagínate la siguiente situación. Llegas a un nuevo trabajo y todos tus compañeros son amables, divertidos y habladores, menos uno. Hay una persona que es muy tajante e incluso borde, y a veces siente que trata de forma injusta. No tenéis que trabajar codo con codo, pero la situación te incomoda. Sin embargo, en vez de pasar y dedicar tu energía en toda la gente amable que te rodea, te centras en ese compañero con el que no conectas. “Tengo que ganarme su amabilidad”, piensas inconscientemente, y a más pasa de ti, más te esfuerzas en caerle bien. ¿Te ha pasado alguna vez?
Lo que acabo de describir puede parecer una anécdota, pero en realidad es una dinámica muy común que nos afecta en el trabajo, en la universidad, en el grupo de amigos o en todas las parcelas sociales de nuestra vida.
Qué es la necesidad de validación social y cuándo es un problema
Todos los seres humanos necesitamos, en menor o mayor medida, gustar a los demás. Esto se conoce como necesidad de validación social. En otras palabras, nos reconforta sentirnos amados y que las personas que nos rodean acepten nuestras emociones, pensamientos o conductas. Esto no es malo.
Buscamos la validación social en personas que no nos importan tanto. Esto es lo que ocurre cuando te preocupa más lo que piensen desconocidos o conocidos que tus amigos o familia.
Buscamos la validación social realizando conductas incongruentes con nuestros valores. ¿Qué son las conductas incongruentes con nuestros valores? Aquellas que realizaos para quedar bien, cuando realmente no queremos realizarlas. Por ejemplo, decir “sí” a planes que no te apetecen lo más mínimo.
Cuanto peor me tratan, más me esfuerzo en caer bien
Las tres problemáticas que acabamos de describir muchas veces se solapan: alguien te trata mal, dejas de considerarla amiga, pero aun así necesitas su aprobación y por eso realizas conductas incongruentes con tus valores. La gran pregunta es por qué actúas así.
La explicación está en los sesgos, que son pequeños errores que cometemos al interpretar la realidad.
Algunos de los sesgos implicados en esa necesidad de validación social son:
La personalización o cuando creemos que el comportamiento de los demás está relacionado con nosotros. Por ejemplo, cuando alguien es serio con todos porque tiene una personalidad distante, pero piensas que tú le caes mal.
La lectura del pensamiento o cuando creemos saber lo que está pensando la otra persona. Por ejemplo, cuando piensas que alguien se ha enfadado contigo por decir un comentario inofensivo.
El error del adivino o cuando anticipamos el futuro. Por ejemplo, piensas que tus amigos se van a molestar si dices “no me apetece quedar”, así que o bien quedas a disgusto, o bien mientes poniendo una excusa.
El razonamiento emocional o cuando interpretamos la realidad en función de cómo nos sentimos. Por ejemplo, pensar que “sentirme culpable por algo” significa “ser culpable de algo”, y pedir perdón sin haber hecho nada mal.
La deseabilidad social o cuando adaptamos nuestro comportamiento a lo que pensamos que el otro quiere ver. Por ejemplo, actuar diferente dependiendo de si estás con unos amigos o con otros, ocultando partes de tu personalidad para no causar mala impresión.
Cómo controlar la necesidad de validación social
Acepta quesiempre te va a importar (un poco) lo que otros piensen. Los humanos somos seres sociales y aunque podemos trabajar la independencia, la aprobación social influirá en nuestra vida.
Evalúa tu círculo social. ¿Quiénes son las personas que están en tu vida? ¿Quiénes te respetan? ¿Quiénes fortalecen tu autoestima? ¿Y quiénes la hunden? Centra tu necesidad de validación social en las personas que te quieren de forma sana, no en las personas que te quieren “mucho” y mal.
Conoce tus valores. Es decir, descubre qué es lo que te apetece y qué es lo que te gusta, para empezar a hacer cosas por ti y no para agradar a los demás. Quizá no te gusta salir de fiesta pero a todos tus amigos sí, o quizá odias las películas de Superhéroes pero tu pareja las ama… Es importante trabajar el autoconocimiento.
Pon en práctica la asertividad. Deja de decir “sí” cuando quieres decir “no” (por ejemplo, cuando no te apetece salir) y deja de decir “no” cuando quieres decir “sí” (por ejemplo, cuando alguien te pregunta si estás enfadado/a y mientes para evitar conflicto).
Identifica tus sesgos. Los sesgos que hemos mencionado en el apartado anterior nos afectan a todos, sobre todo en épocas en las que estamos un poco más inseguros. Conócelos para poder identificarlos en tu día a día.