¿Te da miedo que los demás se enfaden contigo? Una psicóloga analiza las causas y la solución

¿Alguna vez has callado lo que pensabas por miedo a que tus amigos se enfadasen? O quizá tu pareja, tu familia, tus compañeros de clase o del trabajo… ¿Y alguna vez has hecho un favor a alguien por no decepcionarle, aunque no te apetecía nada de nada? Quizá ni siquiera te lo había pedido, pero pensaste que una buena persona está obligada a desvivirse por los demás.

Déjame decirte que eso no es del todo cierto. No necesitas reprimir tus emociones ni tampoco darlo todo por los demás hasta quedarte sin energía. No es sano desatender tus necesidades por satisfacer las de los demás, porque tu salud mental siempre va a ser la prioridad. No se va a acabar el mundo por poner límites porque las personas que te de verdad te quieren, te respetan y te valoran, sabrán entender que cuides tu salud mental (aunque al principio les cueste). Pero qué fácil es leer esto y qué difícil creérselo, ¿verdad?

¿Por qué nos da tanto miedo decepcionar a los demás?

Todos tenemos claro que la empatía es necesaria para vivir en sociedad y para desarrollar relaciones sanas, pero muchas veces confundimos esa empatía con “sufrir para que otros no sufran”. Error.  

Complacer a los demás a toda costa es agotador para nuestra salud mental. Lo hacemos por miedo a decepcionar a las personas que son importantes (tus amigos, tu pareja, tu familia…). El problema es que una relación en la que no puedes ser tu mismo es una relación que poco a poco destruirá tu autoestima.

¿Por qué te da tanto miedo que tus amigos se enfaden? ¿Por qué te aterra decepcionar a tus padres? ¿Por qué te cuesta tanto poner límites a tu pareja?

  1. Porque desde pequeño se te ha educado para ser complaciente. Si tus padres se enfadaban cada vez que les llevabas la contraria, poco a poco aprendes que está mal expresar tus opiniones.
  2. Porque se han invalidado tus emociones. ¿Te decían que exagerabas cuando algo te molestaba? Frases como “es que eres muy dramático/a”, “es que no se te puede decir nada” o “es que todo te lo tomas mal” nos hacen pensar que nosotros somos el problema, cuando muchas veces el problema está en la falta de empatía y respeto de los demás. En consecuencia, comenzamos a reprimir nuestras emociones por miedo a que otros las juzguen.
  3. Porque te asignaron el rol de mediador en tu hogar. ¿Eras el hijo o hija que cuidaba de todos? ¿El que nunca dabas problemas? ¿El que siempre intervenía cuando alguien se enfadaba? ¿El que anteponía las necesidades de los demás a las suyas? Pues esto puede pasar factura.
  4. Porque cuando has intentado poner límites, alguien no los ha respetado. Hay personas que se aprovechan de nuestra complacencia y cuando empezamos a ser un poquito egoístas, nos hacen sentir culpables. Este tipo de relaciones pueden ser muy dañinas para nuestra salud mental.
  5. Porque tu autoestima está deteriorada. Cuando atravesamos una racha complicada para la autoestima o cuando arrastramos inseguridades durante muchos años, empezamos a dudar de nosotros mismos: sientes que tus amigos te van a dejar de lado, que tu pareja no te quiere lo suficiente, que te van a despedir en cualquier momento…, y para evitar todos estos miedos, actúas de forma complaciente.

Empieza a perder el miedo a que los demás se enfaden contigo

Párate a pensar en las secuelas de la complacencia. Es agotador actuar por y para los demás ignorando tus necesidades día tras día. No tienes que vivir así, así que ponte manos a la obra para perder el miedo a que tus seres queridos se enfaden contigo. ¿Cómo? Empezando a poner pequeños límites.

  • Anota todas las cosas que haces por complacer a los demás, sin que a ti te apetezca mucho. Por ejemplo, no quieres salir de fiesta, pero te insisten y te sientes culpable por quedarte en casa, así que acabas cediendo.
  • Anota todas las cosas que te callas para no decepcionar a los demás. Por ejemplo, cuando te molesta algún comentario de tu pareja o de un amigo, pero no dices nada.
  • Anota todas las cosas que haces por los demás y te desgastan, pero que nadie te ha pedido que hagas. Por ejemplo, invitar siempre que tomáis algo o llevar siempre tu coche cuando viajáis.

Este ejercicio te permitirá ser consciente de todo el tiempo, dinero y energía psicológica que inviertes en los demás.

¿La solución es mirar por ti y solo por ti? Realmente no, porque vivimos en sociedad y es bueno cuidar a las personas que nos rodean, pero sí que necesitas cuidar de ti y ponerte al mismo nivel que los demás (o incluso un poquito más arriba).

Todo eso que has anotado va a ser un reto al que debes exponerte. El objetivo es cuidar tu salud mental, y para ello debes exponerte a esos límites que tanto te cuesta poner. Para que sea más fácil, puedes ordenarlos según su dificultad.

Por ejemplo: esta semana voy a decir que no quiero salir de fiesta, aunque me insistan mucho. La semana que viene voy a “olvidarme” la cartera y no voy a invitar en el café, que invite otra persona que siempre lo hago yo. Dentro de tres semanas, voy a decirle a mi pareja si algo me molesta…

¿Qué puede pasar cuando empieces a poner límites? Que algunas personas se pueden extrañar porque están acostumbradas a tu complacencia. Incluso pueden hacerte sentir culpable a propósito. Que eso no te haga ceder: estás cuidando tu salud mental y a largo plazo, lo entenderán, tendrás relaciones más sanas y podrás sentirte completamente a gusto con tus amigos, tu pareja, tu familia o tus compañeros de trabajo.