Cinco señales de que sufres el síndrome del impostor: Desde el perfeccionismo hasta el miedo a pedir ayuda
El síndrome del impostor es un fenómeno psicológico que te hace infravalorar tus logros, tus habilidades y tu esfuerzo
Este problema de autoestima suele surgir cuando creces en ambientes muy exigentes o mantienes relaciones con personas que te menosprecian
¿Cómo sé que soy víctima del síndrome del impostor? Te contamos cinco señales características
Cuando todo te va bien y te autoconvences de que en cualquier momento se va a torcer, que tus éxitos son gracias a la suerte y que la gente que te rodea (tu pareja, tus amigos, tus compañeros de trabajo, tus jefes…) va a darse cuenta de que eres un fraude, déjame decirte que quizá sufres el síndrome del impostor.
Este problema de autoestima no surge de la nada. Se suele gestar durante años, sobre todo cuando crecemos en ambientes muy exigentes o mantenemos relaciones con personas que nos menosprecian, ya sea nuestros padres, una expareja tóxica o un amigo. El resultado es una inseguridad constante que distorsiona la visión que tenemos de nuestros logros: nada es suficiente.
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Pero, ¿cómo sé que soy víctima del síndrome del impostor? Analizando si cumples las siguientes cinco características.
1. Perfeccionismo: si no soy perfecto, soy una mierda
El umbral del éxito es tan alto que para considerarte bueno en algo, debes rozar la excelencia. Esto es aplicable a cualquier sector: necesitas rendir al cien por cien en el trabajo, estar emocionalmente disponible siempre para tus amigos, ser el mejor novio o novia del mundo, ayudar a tus padres siempre que te lo pidan y darlo todo en tus aficiones (que son cosas que haces porque te gustan, no porque se te tengan que dar bien sí o sí).
¿Cuál es el problema? Que es imposible aspirar a ese umbral de perfección porque ni eres un robot, ni tienes el control sobre tu entorno. Cuando algo no sale tan bien como te gustaría, te frustras y te culpas a ti mismo. ¡Error!
2. Poca tolerancia al ensayo y error
No solo quieres ser perfecto en todo, sino que quieres ser perfecto desde el principio. Da igual que lleves dos días tocando la guitarra, aspiras a ser tan bueno como Jimi Hendrix. Da igual que nunca hayas tenido una planta en casa, te compras la más dura de cuidar y te frustras si le amarillea una hoja. Da igual que sea tu primer día de trabajo y nadie te haya explicado nada, te culpabilizas si no sabes hacer algo. Y así con todo.
3. ¿Pedir ayuda? No, gracias
Cuando consigues algo muy complicado, se lo cuentas a los demás, pero mientras estás en ello lo realizas en silencio. Te cuesta pedir ayuda instrumental (es decir, que alguien te eche una mano para conseguir algo: enseñarte a hacer una tarea del trabajo, montar un mueble con tu pareja, que te lleven en coche cuando el tuyo se ha averiado, etc.), pero también te cuesta pedir ayuda emocional (es decir, evitas desahogarte y compartir tus inseguridades con tus seres queridos para no preocuparles).
4. Minimización de los logros y magnificación de los fracasos
Cuando algo te sale mal, le das un bombo increíble. Te machacas durante días, analizas cada pequeño detallito y te obsesionas con lo que otros pueden pensar de tu error. En cambio, das poca importancia a los éxitos e incluso los minimizas aludiendo a factores externos como “he tenido buena suerte” o “es que X persona me ha ayudado”.
Tanto en los logros como en los fracasos influyen tus capacidades, tu esfuerzo, las ayudas externas y la suerte, y es un error responsabilizar solo a una causa.
5. Comparación constante con los demás
Los humanos somos seres sociales y a menudo nos comparamos para valorar nuestro rendimiento. Una cosa es eso y otra cosa es tirar por tierra todo lo que consigues porque otras personas han logrado subir un escalón más.
Al compararnos ignoramos que cada persona tiene unas condiciones completamente diferentes (hay profesiones en las que es más fácil conseguir trabajo o ascender). Tampoco tenemos en cuenta el estado psicológico de cada persona (por ejemplo, hay personas que han sido criadas por padres que les apoyaban o persona que han realizado terapia psicológica y que tienen una autoestima de hierro). Y a menudo tiramos por tierra las diferencias interindividuales, es decir, que a ti se te dará mal algo, pero también tendrás una capacidad muy desarrollada que a menudo minimizas (por ejemplo, la escritura, la empatía, el cuidado de las plantas, etc.).