¿Cómo puede afectar a la salud mental la hora del día a la que comes?
Las rutinas son básicas para mantener una buena salud mental, y ello pasa por llevar unos horarios más o menos claros en lo que a nuestra alimentación se refiere
Lo que ingerimos también influye en nuestro estado de ánimo: determinados nutrientes nos ayudan a generar más 'hormonas de la felicidad' y a mantenernos activos y ligeros
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El ser humano es un animal de costumbres y, aunque contamos con una capacidad de adaptación extraordinaria, vivir en constante caos y cambio no nos sienta nada bien. Las rutinas, siempre a la medida de nuestras necesidades personales, nos ayudan a encontrar cierto anclaje y estabilidad, especialmente en un entorno cada vez más acelerado, cambiante e inseguro. Esta máxima se aplica a todas las facetas de nuestro día a día: desde el horario y tiempo de descanso hasta los momentos que reservamos para trabajar o para nuestro autocuidado, pasando, por supuesto, por la alimentación.
Aunque es poco probable que el simple hecho de comer a deshoras desemboque en un problema grave de salud mental, sí es cierto que este desorden puede ser síntoma de que algo no va bien, así como una actitud agravante que no nos ayudará a salir del bucle nocivo en el que nos encontremos. ¿Cómo puede afectar a la salud mental la hora del día a la que comes? ¿Por qué es tan importante mantener un equilibrio en la ingesta de alimentos?
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¿Cómo puede afectar a la salud mental la hora del día a la que comes?
Afortunadamente, nuestra salud mental no depende solo de los pensamientos que cruzan nuestra cabeza. Existe un amplio margen de actuación que nos permite dar un giro a la situación a través del deporte, de la alimentación, de nuevas rutinas saludables... En otras palabras, es posible reprogramar nuestra actitud y generar un cambio progresivo que nos lleve hacia una visión más positiva de la vida, así como hacia el equilibrio que necesitamos para ser felices. La clave para la mejora pasa muchas veces por comprender que no somos lo que pensamos: podemos tomar el control y llevarnos hacia el lugar adecuado gracias a nuestras acciones.
En este sentido, la hora a la que comemos puede no parecer tan importante, pero descuidar nuestra alimentación y los horarios asociados a la ingesta de alimento suele ser un síntoma de dejadez en cuanto a nuestro autocuidado. En sentido contrario, si reservamos un tiempo para alimentarnos de forma saludable y lo hacemos dentro de un horario reservado a tal efecto (sin importar cuántas tareas pendientes tengamos), estaremos poniendo en primer lugar nuestro bienestar y dejando claro que, para poder funcionar bien, primero debemos estar bien internamente.
Además, si permanecemos atentos al efecto que tienen determinados horarios y alimentos en nuestro bienestar, es probable que terminemos concluyendo lo que los expertos ya señalan: por ejemplo, que cenar muy tarde y de forma pesada hará que descansemos peor, que determinados alimentos son más indigestos que otros o pueden llevarnos a experimentar mayor pesadez, que ciertos nutrientes nos ponen más contentos y nos mantienen ligeros... Por ejemplo, se sabe que la avena, el plátano, los huevos, el chocolate puro, la piña o el salmón ayudan a mejorar tus niveles de serotonina y dopamina, conocidas como las 'hormonas de la felicidad'.
Como ejemplo, un artículo publicado recientemente en la revista especializada PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences) ha revelado que las interrupciones del reloj biológico (que regula la alternancia entre sueño y vigilia) tienen comprobados efectos negativos sobre el estado de ánimo y el bienestar emocional, y lo mismo se aplica al simple hecho de comer de noche. Así, en el estudio publicado por esta revista se analizó la salud mental de 19 individuos a los que se les hizo desempeñar un trabajo nocturno, manteniendo condiciones idénticas de vida (actividad física, duración del sueño, calorías ingeridas, iluminación...). La única diferencia se encuentra en que parte de este grupo recibió alimentos solo durante el día y otra parte los recibió durante el día y la noche.
Los resultados del estudio son claros: quienes recibían comidas durante el día y durante la noche mostraron un 26 por ciento más de estados de ánimo depresivos y un 16 por ciento más de estados de ánimo ansiosos, comparando con una medida base. Por otro lado, quienes solo comían durante el día no mostraron estos cambios de humor. El estudio también demostró que los sujetos cuyo ritmo circadiano se mostró más alterado fueron también los que mostraron mayor grado de estados de ánimo depresivos o ansiosos.