Primero fue la prohibición de usar pantallas y otros recursos tecnológicos a sus propios hijos. Mientras la mayoría de los colegios del resto del mundo introducen pizarras interactivas y tablets en sus aulas sin contemplaciones, en las escuelas del corazón de Silicon Valley, epicentro de la transformación digital donde se diseña la tecnología más puntera, no hay ni rastro de pantallas hasta el inicio de secundaria.
Ahora, hemos conocido que los mismos ejecutivos y gurús de Silicon Valley se han sumado a la moda del ayuno de dopamina, lo cual viene a confirmar algo que no deja de tener un punto de perverso: los adultos que mejor conocen la tecnología y los procesos subyacentes en móviles y aplicaciones -que buscan mantener al usuario el mayor tiempo posible conectado para poder recabar más datos sobre las conductas de navegación e insertar más anuncios- se esfuerzan por mantenerse lejos de ellas.
La psiquiatra Anne Lembke, autora del libro Dopamine Nation, explica en una entrevista en BBC que en los últimos cinco años hay una tendencia entre los ejecutivos en Silicon Valley a hacer ayuno de dopamina. Sería más correcto decir ayuno de las sustancias y los comportamientos que generan dopamina en nuestro cerebro, no de la dopamina en sí misma, explica la psiquiatra, ya que este es un neurotransmisor presente en muchos procesos cerebrales, como el aprendizaje, la memoria o el control de movimiento. Existen diferentes vías en el sistema dopaminérgico. El sistema de recompensa cerebral es uno de ellos y lo encontramos en la vía dopaminérgica mesolímbica.
El enganche o adicción a la tecnología se produce por ese sistema de recompensa, que libera una pequeña dosis de dopamina cuando uno entra en contacto por primera vez con una pantalla (las aplicaciones están diseñadas para que nos gusten tanto que nos sea difícil decir basta). El problema es que nuestro cerebro regula la liberación de dopamina a la baja. El cerebro se adapta enseguida a esa cantidad de dopamina liberada y cada vez necesita más dopamina para obtener el mismo nivel de placer. Esa necesidad de dopamina, paradójicamente, nos genera un malestar que nos impulsa a paliarlo repitiendo durante más tiempo ese comportamiento que tanto placer nos generaba, es decir, pasando cada vez más tiempo enganchados a la pantalla. Este es básicamente el proceso por el que surgen las adicciones, no solo a la tecnología.
El término ayuno de dopamina fue acuñado por primera vez por el psicólogo Cameron Sepah, profesor de la Universidad de California, que lo definió como “la decisión que toman algunas personas de renunciar, por lo menos durante un tiempo, a la utilización de toda clase de redes, servicios y también dispositivos digitales” para ‘resetear’ el cerebro y el sistema de recompensa.
El tiempo de abstención de la tecnología para favorecer este ayuno de dopamina puede ser de horas, de días o incluso de semanas, pero variará en cada persona en función del tiempo que cada cual necesite para bajar el nivel de dopamina que segrega su cerebro.
El objetivo del llamado ayuno de dopamina es evitar no solo que aparezca una futura adicción, sino que ese comportamiento se convierta en tóxico o disfuncional, por ejemplo que nos desconecte de nuestro entorno hasta el punto de perder la capacidad de concentrarnos o de estar presentes en una conversación. Nuestras relaciones sociales cara a cara se pueden ver alteradas por esa necesidad de estar mirando permanentemente el móvil. Sabremos que el uso de la tecnología se ha convertido en tóxico cuando interfiera en otras tareas más importantes como el estudio, el trabajo o las relaciones cara a cara. “Estamos ahora viendo que la consecuencia más grave del uso del móvil de forma abusiva es la soledad y el aislamiento”, decía el psicólogo Marc Masip, experto en adicción a las nuevas tecnologías y fundador del proyecto Desconect@ en una entrevista en NIUS.
Otro concepto relacionado con el mal uso de las tecnologías que podríamos englobar dentro de los aspectos tóxicos de estas, es el llamado tecnoestrés. A primera vista, las tecnologías nos facilitan la vida y nos permiten hacer más cosas en menos tiempo pero, si no ponemos límites, corremos el riesgo de que nuestra agenda se desborde de tareas. Muchos de estos quehaceres, que aparentemente nos facilitan la vida porque podemos hacerlas a golpe de clic, en realidad nos generan muchas más preocupaciones y agobios que calma y bienestar. “Podremos hacer muchas cosas, pero la realidad es que los días seguirán teniendo solo 24 horas”, como explicaba a NIUS en este artículo el psicólogo Antonio Cano, presidente de SEAS, la sociedad española para el estudio de la ansiedad y el estrés.
Lo cierto es que, de momento, no hay estudios que demuestren los beneficios del ayuno de dopamina ni los cambios en los niveles de dopamina cuando se renuncia a los subidones de este neurotransmisor durante un tiempo.
Otros expertos y psicólogos que trabajan en terapia con personas adictas a las tecnologías son más partidarios de enseñar a sus pacientes a disminuir paulatinamente el uso de los dispositivos electrónicos y la navegación a través de Internet hasta llegar a un uso moderado que no perjudique la salud y el estilo de vida de las personas, y no tanto establecer tiempos de ayuno de dopamina demasiado prolongados. La ansiedad que esto genera puede ser contraproducente en algunos casos y puede llegar a producir un efecto rebote: es decir, cuando se acaba el tiempo de ayuno y la persona vuelve a conectarse, lo hace por más tiempo.
El ayuno de dopamina sería, para otros muchos expertos, como poner un parche a un problema mucho más grave: la falta de conciencia que existe en nuestra cultura sobre la necesidad de educar y regular el uso de la tecnología de manera responsable y eficaz.
En ese sentido, el psicólogo Marc Masip asegura que no es solo una cuestión de que los padres y educadores enseñen a los niños dinámicas de uso de las tecnologías más saludables para lograr una próxima generación de nativos digitales no adictos ni dependientes de las pantallas, sino que debe haber una implicación de todos los agentes sociales y políticos. Además de más información y educación, “debe haber leyes estatales que regulen el uso de las tecnologías desde arriba, desde las grandes empresas”, insiste Masip.
En la misma línea, Narciso Michavila presidente de GAD3, una de las consultoras de investigación social y comunicación, recordaba en esta entrevista en NIUS que aún nos queda mucho por aprender porque estamos en un momento de cambio y de transformación hacia la consolidación de lo digital en todos los ámbitos de la vida: “Cuando empezamos a conducir, todo era un caos, y había accidentes por todos lados y aprendimos a poner unos semáforos con unas luces que decidimos que el rojo era parar y el verde avanzar y unas rayas en el suelo que había que seguir". Con el tema de las tecnologías pasa algo parecido, según Michavila: que aún estamos en ese periodo de pintar las rayas de las carreteras.
Prácticas como el ayuno de dopamina pueden ser efectivas en momentos puntuales para personas concretas pero, como sociedad, no debería desviarnos del asunto realmente importante, que es esa necesaria reflexión colectiva sobre qué tipo de sociedad queremos construir y cómo podemos usar la tecnología como herramienta para lograrla.