Cuando Óscar, de 20 años, empezó el grado de derecho, no tenía muy claro a qué se enfrentaría. No sabía qué quería estudiar, pero sí lo que no, y tras descartar la mayoría de carreras, escogió derecho por las salidas laborales y porque sus padres le presionaron para tomar esa decisión. El primer año se dio cuenta de que no le apasionaba, pero decidió darle una segunda oportunidad. El siguiente curso, la cosa no mejoró; “ahí vi que no me hacía feliz y que no tenía vocación”, comparte el joven que ahora está en tercero de carrera. “Me arrepiento mucho de lo que estudio, pero es que ya casi es el final. Estoy acabando la carrera y no sé qué hacer. A veces pienso que para lo que me queda, hago un último esfuerzo. Otras me agobio y pienso que estoy tirando años de mi vida. Me siento muy perdido”, comparte con Yasss.
Su situación es más común de lo que pensamos, y es que son muchos los jóvenes que comienzan un grado universitario o bien con unas expectativas demasiado altas, o bien sin vocación. A veces sale bien, pero lo más habitual es que se sientan decepcionados y se planteen dejar la carrera. ¿Es esa la solución?
Si te has sentido identificado con el testimonio de Mario, seguro que más de una vez te has preguntado si la situación va a ir a mejor o si cada curso te frustrarás más.
Para responder a esta pregunta, lo mejor que puedes hacer es informarte respecto a tus estudios. Es decir, metete en la guía académica y busca cuáles son las asignaturas de los próximos años. ¿De qué van? ¿Son teoría o hay algo de práctica? ¿La asignatura es interesante pero el profesor es horrible? Para responder a estas cuestiones, te aconsejo preguntar a compañeros de otros años, aunque te de un poco de vergüenza. Piensa que ellos han pasado por lo mismo que tú y que estarán encantados de echarte una mano.
El siguiente paso es dividir las asignaturas en tres: las que te gustan, las que ‘ni fu ni fa’ y las que te van a resultar una tortura. ¿En qué categoría hay más asignaturas? Si todas te horrorizan, es evidente que la situación no va a ir a mejor.
Otra recomendación es mirar a largo plazo y plantearte las opciones después del grado. Muchas veces la carrera no representa lo que realmente queremos hacer en un futuro. ¿Hay algún máster que sí te apasiona? Si la respuesta es sí, intenta ver el grado como un trámite y aférrate al pensamiento de que, aunque tardes unos años, la situación va a mejorar.
Si tienes claro que la carrera no te gusta, párate a pensar en cuáles son los factores que te hacen seguir.
Vamos a valorar la opción de dejar la carrera como una posibilidad y no solo como un sueño o una fantasía. Para ello, es importantísimo elaborar un plan, es decir, decidir cuál es el siguiente paso.
Tomarse un año sabático no es hacer el vago. Puedes dedicarte a formarte o adquirir experiencia en otros aspectos, por ejemplo, mejorando tu nivel de inglés, sacándote el carné de conducir, haciendo un voluntariado en algo que te gusta, ayudando a algún familiar, buscando un trabajo para el que no exijan estudios, etc. Este tiempo puede ayudarte a aclarar tus ideas. Quizá después te apetece retomar la carrera sin tanta ansiedad y terminarla, sobre todo si te quedaban un año o dos. También es posible que te des cuenta de que quieres dar un giro a tu vida, y eso no significa que hayas perdido el tiempo, sino que lo has sabido invertir bien para encontrar tu vocación.
Por otro lado, hay vida más allá de los grados universitarios. La formación profesional es una de las alternativas más interesantes para personas descontentas con la universidad, ya que permiten aprender de una forma más práctica y rápida.
Lo más importante es que te informes, que no te avergüences de tu decisión, que no te compares con nadie, que no dejes que la opinión de tus padres condicione tu autoestima, y que priorices lo que realmente te gusta. Siguiendo estos cinco pilares básicos, irás encontrando tu camino poco a poco.