Los amigos son una de las mejores cosas de la vida, la salsa que empapa nuestros rigatonni, la tribu elegida, que hay que regar con mimo para que se mantenga sana. Los buenos, los de verdad, lo darían todo por nosotros… a lo mejor un riñón no, una pierna o dinero. Reconozcámoslo: cualquier amistad puede ser puesta a prueba por asuntos de pasta; que se lo digan si no a ese o esa colega que te debe tres euros desde hace diez años. Seguro que a estas alturas piensas que nunca recuperarás tu dinero, que esa persona merece la muerte; seguro que no sabes cómo sugerirle amablemente (sin un arma blanca en el bolsillo) que te pague de una vez.
¿Qué podemos hacer cuando surgen conflictos en torno al dinero con nuestras amistades?
Cada grupo de colegas suele compartir situaciones socioeconómicas muy diferentes, desde el que cobra un sueldo de tres cifras al que se chupa los dedos por si encuentra restos de comida mientras afirma con los ojos en blanco: “Puedo llegar a fin de mes sin devorar mi propio hígado”. Esta desigualdad material suele traducirse en desequilibrios a la hora de hacer planes, con una parte del grupo que propone cenar en un restaurante a 50 euros el cubierto y otra porción que se siente incómoda palmando 25 euros por unos rigattoni de trufa. A la larga, con el tiempo, las prioridades diferentes a la hora de hacer planes más caros o más baratos pueden derivar en reproches y malos rollos.
En estos casos, lo mejor es hablar con sinceridad en el chat de WhatsApp del grupo, bien sea para declinar el plan (“Chicxs, yo este mes voy justo de pasta”); bien sea para tomar la iniciativa, abrir ese melón y plantear el problema con mano izquierda y guante blanco. “A ver, algunxs no podemos permitirnos estos planes, y os agradecería si pudiéramos bajar el ritmo de las cenas o escoger actividades un poco más asumibles”. Empatía, generosidad, comunicación.
Resulta difícil acordarse de aquel tiempo perezoso en el que había que estar gestionando las deudas en los viajes con papel y lápiz. Por suerte para todxs, el uso de los móviles ha popularizado las aplicaciones que gestionan las cuentas y las deudas y los grupos. Salvo que tu grupo viva todavía en la edad del fuego y se alimente de carne de mamut en las salidas de los viernes, el problema de los gastos de grupo es ya cosa del pasado gracias a apps como Splitwise o Settle Up.
Como ya te contamos aquí, este tipo de programas funcionan a la perfección para repartir quién debe qué y a quién. El “pagar a pachas” de toda la vida, pero con un algoritmo que reparte equitativamente cualquier gasto en un viaje o en un evento que tengamos con amigos. Con registrar cada pago y quién lo ha hecho es suficiente para que el programa recalcule automáticamente el porcentaje de deuda de cada miembro del grupo. Además, admite la compartimentación, si hay ciertas actividades o gastos que solo se le pueden computar a ciertas personas.
Splitwise o Settleup no son la mejor opción en las cenas o las cañas de los viernes. No te van a salvar de una de las situaciones más incómodas: esos eventos donde es imposible controlar si alguien bebe agua del grifo y pide el plato más barato o ha decidido beberse el cuarto margarita con tequila Don Julio (el más caro). Luego llega el drama. Alguien sugiere: “Pagamos a escote, ¿no?”
Si realmente no nos sentimos cómodos pagando la misma cantidad que alguien que ha consumido mucho más que nosotros, no hay mucha más opción que ser francos, alzar la voz y explicar qué nosotros pagaremos nuestra parte. La parte mala es esa: explicarlo. La parte buena: si son tus amigos, entenderán la situación y habrá consenso.
“Devuélveme la pasta, rata traicionera”. “Sé dónde vives”. “Vigila tu espalda, a lo mejor te atropella un coche mañana cuando salgas a comprar el pan, uy, uy, quién podrá ser”… Quizá estos no sean los mensajes adecuados para un amigo o amiga que aún mantiene una deuda contigo. En estos casos, si no nos apetece esperar a esa persona con un bate de béisbol a la puerta de su casa para que por fin nos haga entrega de esos dos euros (o mil) que nos debe desde hace una temporada, saber algo de gestión y resolución de conflictos es relativamente útil.
Además, siempre hay formas palaciegas y sibilinas de sugerir “paga la coca” sin proferir una sola palabra violenta. Podemos argumentar que este mes estamos mal de pasta y nos vendría bien tener ese asunto cerrado, o bien hacer alguna pregunta boomerang, esa que obligará a la persona deudora a responder y actuar, si no quiere retratarse: “Oye, ¿me hiciste el Bizum? Es que creo que no me ha llegado”. “Te paso mi cuenta para que me hagas la transfe”.