La maldición del tabú: ¿por qué da vergüenza que nos vean desnudos en la intimidad?

Los seres humanos somos criaturas pudorosas por naturaleza. Desde que éramos neandertales y empezamos a cubrirnos con prendas para soportar los cambios de temperatura, hemos utilizado la inhibición como método de protección y de sentido común. Nos valemos continuamente de códigos sociales para definir la jerarquía de la intimidad y el espacio en el que nos sentimos cómodos para mostrarnos como realmente somos. 

El peso de la cultura marca como hierro ardiente nuestras flaquezas, miedos y tabús respecto al propio cuerpo, y aunque desnudarnos debería ser un acto tan natural como respirar o comer, existen aún muchas personas que sienten pánico o incomodidad a quitarse la ropa en la intimidad, y eso que dormir desnudxs tiene muchas ventajas para la salud.

Pero ¿por qué sucede esto? Respondemos con algunas claves.

Un problema de autoimagen

En una sociedad que castiga cualquier imagen no normativa del cuerpo y que glorifica necrófilamente un canon de belleza imposible de alcanzar, es perfectamente común que muchas personas cuenten con una autoimagen debilitada. Jamás se desnudan delante de sus parejas, nunca irían a una playa nudista y hasta evitan quitarse la ropa delante de un espejo. No quieren verse, así los obliguen a enfrentar su propia imagen y a aceptarla

Esta inhibición puede ser moderada, en muchos casos, o puede llevar a desarrollar una fobia específica, la gimnofobia, el pánico cerval a la propia desnudez. “La persona puede imaginar que otra persona le está observando y fijando la mirada cuando está sin ropa”, explica la psicóloga Carolina Lozano en ABC. “Interfiere en la conducta sexual”. 

Los expertxs en psicología y sexología suelen explicar la vergüenza a la propia desnudez desde varios ángulos y factores psicológicos y sociales. Por un lado, la autoimagen que tenemos de nosotros y de nuestro cuerpo, un terreno abonado para los sesgos y las distorsiones que nos hacen magnificar las estrías o cualquier otro detalle relacionado con nuestro peso. Las personas que sienten vergüenza extrema al desnudarse en la intimidad suelen aplicar un doble juicio instintivo: la mirada del otro (una pareja, una amistad, un familiar) y el autojuicio degradante. Quizá tú mismx necesites saber si tu autoestima está tocada.

“Es una construcción y que se compone de varias partes”, explica la sexóloga María Ponte en la revista Mia. “La visual, que establecemos de nosotros mismos. La mental, lo que pensamos sobre ella. La emocional: si me acepto o me niego. La histórica: todas las experiencias vividas a lo largo del tiempo en relación con el cuerpo; placer, dolor, abuso. Por último, la imagen social, que viene determinada por la escuela, los padres o los medios de comunicación”.

El maldito canon

La experta explica que el porno añade un problema a esta ecuación, y se refiere específicamente a la gran cantidad de mujeres que piensan que sus genitales no dan la talla, son ‘feos’ (¿para quién?, habría que preguntarse) o no se ajustan a cierta imagen de perfección; esos órganos sexuales fílmicos, siempre grandes, lubricados, productivos, depilados completamente, que proporcionan placer constante; en suma, genitales completamente falsos que solo existe en una industria que crea ideología y modos de consumo perversos a través de unos códigos de imagen específicos.

Hay que aceptar quiénes somos y disfrutar de la relación compartida, sabiendo que la seguridad es independiente de lo que peses. De hecho, no hay nada más sexy que una mujer segura de sí misma”. 

Si es tu caso, primero has de intentar reconocer tu miedo y hasta dónde llega. ¿Te da vergüenza quitarte la ropa, que te vean desnudx, incluso verte así a solas? No pasa nada. No eres una persona menos válida por sentirte así, y de la misma manera, tu cuerpo es tuyo y de nadie más. No necesitas estar a la altura de un canon que te ha sido impuesto. Prueba enfrentándote con pequeñas situaciones a tu fobia para ir domándola y perdiendo la vergüenza, y sobre todo, empieza a trabajar tu autoestima de la forma que te sea más cómoda, con autopráctica o acudiendo a terapia. 

Todos los cuerpos son válidos.