Un equipo de estudiosos dirigido por Miron Zuckerman de la Universidad de Rochester encontró "una relación inversamente proporcional entre la inteligencia fiable y la religiosidad", en 53 de los 63 estudios realizados entre 1928 y 2012.
Los estudios utilizados en el documento de Zuckerman incluyeron un análisis de toda la vida de las creencias de un grupo de 1.500 niños superdotados -con un CI superior a 135-.
Incluso a los 75 y 91 años de edad, los niños del estudio de Lewis Terman obtuvieron calificaciones más bajas de la religiosidad de la población en general - contrariamente a la creencia generalizada de que las personas recurren a Dios a medida que envejecen, según el portal de YahooNews.
Ya un estudio de 1958, del especialista Michael Argyle concluyó que aunque "los niños inteligentes captan conceptos religiosos antes, sino que también son los primeros en dudar de la verdad de la religión, y los estudiantes inteligentes son mucho menos propensos a aceptar las creencias ortodoxas, y bastante menos propensos a tener pro- actitudes religiosas ".
Sin embargo, la razón de que las personas con mayor coeficiente de inteligencia son menos propensas a creer no parece ser del todo exacta y la explicación podría ser algo más compleja, según Zuckerman.
Los psicólogos definieron la inteligencia como "la capacidad de razonar, planear, resolver problemas, pensar de manera abstracta, comprender ideas complejas, aprender rápidamente y aprender de la experiencia".
Sobre esta base, el estudio concluye que "la mayoría de las explicaciones existentes comparten una idea central, la premisa de que las creencias religiosas son irracionales, no apoyadas por la ciencia, no comprobables y, por lo tanto, poco atractivas para gente inteligente que 'sabe más'".
Los investigadores también sugieren que las personas más inteligentes son menos propensas a tener creencias religiosas porque estas se asocian con ideas de un control personal absoluto.
"Las personas inteligentes suelen pasar más tiempo en la escuela, es una forma de autorregulación que puede producir beneficios a largo plazo", sostienen los investigadores.
"Las personas más inteligentes consiguen trabajos de más alto nivel (mejor empleo y un sueldo más alto), lo que puede conducir a una mayor autoestima y a alentar las creencias de control personal".