Estar delante de Santiago Muñoz Machado es presentarse ante cinco mandamientos que le definen: trabajo, humildad, conocimiento, prudencia y atrevimiento.
Nació en el último año de la década de los 40 en Pozoblanco (Córdoba), en el Valle de los Pedroches, donde la vida rural es auténtica y la naturaleza es la verdadera protagonista, y por tanto la mano del hombre debe limitarse a hacerla florecer y a seguir el ritmo de las cosechas. Hijo de un abogado, nunca pensó que su destino podría ser otro que ese. Esa es mi primera cuestión para abrir la conversación: “¡Vaya pregunta para comenzar! Supongo que el primer impulso lo tuve en mi niñez porque mi padre era abogado y yo lo admiraba mucho, mis hermanos mayores decidieron ser ingenieros y quedaba yo para sucederle, y esta debió ser la razón por la que me decidí, porque realmente yo, lo que era ser abogado no lo conocía muy bien salvo ver a mi padre hablar con mucha gente que entraba en su despacho y preocuparme un poco en ver en qué consistía el oficio, y así acometí la idea de ser abogado sin saber muy bien de qué iba aquello”.
Honra merece quien a los suyos se parece, dice la sabiduría popular; siguiendo esa línea dinástica, Julia Muñoz Machado, su hija, se dedica también a la abogacía, es doctora en Derecho por la Universidad Complutense, ejerce la profesión en el despacho Muñoz Machado Abogados e imparte docencia en la Universidad Carlos III de Madrid desde hace 12 años. La llamo, le cuento que el Palabra de Vino de este sábado es con su padre y por tanto le pido que me ayude en la tarea de acercamiento: “Trabajar con mi padre es tener la suerte de aprender a diario del mejor maestro. Es ejemplo continuo de estudio, esfuerzo, dedicación y amor a la profesión. Desde la fundación del despacho Muñoz Machado Abogados, hace ya más de cuarenta años, ha tratado con empatía y esmero a todos aquellos que se han acercado a él a pedirle consejo, atendiéndoles siempre con palabras tranquilizadoras, sabias, y logrando hacer de la mayor parte de ellos amigos muy queridos con el paso de los años.
Desde que tengo uso de razón, le recuerdo estudiando y escribiendo sin descanso, dedicándose muy intensamente también a sus labores de estudioso del Derecho y de profesor universitario. Ha redactado incontables estudios jurídicos, monografías e incluso un tratado, en el que son objeto de estudio todas las áreas del Derecho Administrativo y Público en general, en el que constituye uno de los trabajos más imponentes y completos que existen en la materia en España.
Como padre, destacaría su generosidad infinita y su necesidad nunca suficientemente satisfecha de estar rodeado a todas horas de su familia. Le gusta muchísimo que sus hijos y nietos estemos cerca suyo, y le divierte oír las risas de los niños mientras lee o piensa en sus cosas.
La verdad es que soy una persona muy afortunada por tener este padre tan “genial”**, en las acepciones primera, tercera y cuarta del Diccionario RAE. ¡Te quiero, papá!”.
**Genial- Del lat. Geniālis (RAE)
1. adj. Propio del genio o inclinación de alguien.
3. adj. Sobresaliente, extremado, que revela genio creador.
4. adj. Magnífico, estupendo. U. t. c. adv.”
El despliegue de energía de Santiago y su arrolladora capacidad de trabajo le llevaron a conseguir la excelencia en su profesión. Dice Andrés Trapiello en El arca de las palabras que “no hay éxito que no nos expulse de nuestro lugar natural” y por ello le pregunto a Santiago cómo consiguió un chico de Pozoblanco llegar al escalón más alto de su profesión: “Hace falta tener un poco de suerte, pero fundamentalmente esas cosas ocurren con el boca a boca, no se hacen anuncios en la prensa, se va generando una fama en relación con las personas que son las que determinan que en poco o mucho tiempo te vaya conociendo la gente".
"Yo realmente no empecé como abogado sino siendo funcionario, nada más terminar la carrera me hice técnico de la Administración Civil del Estado, trabajé en la Presidencia del Gobierno, pasé la Transición en Moncloa, estrené la Moncloa con Adolfo Suárez, estuve 6 ó 7 años en la Administración, luego oposité a cátedras, fui catedrático muy jovencito, con menos de 30 años en Valencia, dejé entonces la Administración y fue a partir de ese momento cuando me decidí a poner un bufete de abogados en Madrid".
"Fue un atrevimiento poner un despacho. El primero fue en la calle Galileo, solito, sin conocer a mucha gente en Madrid y esperando a que entrara por allí alguien a consultarme y ocurrió: primero llegó uno y luego otro y otro requiriendo mi opinión. Al principio me preguntaban más las Administraciones Públicas porque siendo yo catedrático de Derecho Administrativo, era especialista en cosas de la Administración y por ello acudían mucho por allí, muy especialmente en dos periodos decisivos de mi vida, que fueron la aplicación del título octavo de la Constitución. Yo ya había escrito un libro muy extenso sobre las comunidades autónomas que me valió para adquirir cierta fama. Mi especialización era en esa rama tan complicada de organizar territorialmente el Estado y muchas comunidades autónomas acudían entonces a mí para preguntarme cómo hacían esto o aquello".
"Ahora ha pasado mucho tiempo y seguramente se lo saben todo y preguntan menos, pero antes preguntaban mucho. Esa es la historia de mis primeros pasos, también acompañada porque hice muchos dictámenes y estudios para los ministerios, para las diferentes materias que les ocupaban. También la transición hacia la Unión Europea me pilló en medio de todo ese movimiento y la Constitución también me pilló en medio. Fui muy afortunado porque me tocaron épocas nuevas y tener que estudiar y aprender cosas de las que entonces no sabía casi nadie. Nadie tenía ni la menor idea de cómo funcionaba un Estado descentralizado, de modo que quien supiera algo, y yo estaba bien considerado entre los que sabían algo de esto, tenía cierta ventaja, y yo conseguí tener fama de saber de ello y también de asuntos relacionados con la Comunidad Europea".
Digamos que estos fueron los orígenes de mi despacho profesional, que iban acompañados de una cierta actividad universitaria, de conferenciante y escritor de ensayos jurídicos constitucionales. Escribí mucho en aquel tiempo de cosas que calaban, porque como te he dicho eran asuntos de los que sabíamos poco, estábamos estrenando una Constitución que no sabíamos muy bien cómo funcionaba”.
Conocí a Santiago en el año 1990 con motivo del nacimiento de Telecinco, le seguí desde entonces con “muda admiración”, como decía Calderón de la Barca. Era un tiempo de muchas expectativas y de enorme ebullición por lo que suponía de transformación del paisaje audiovisual español. Eran también tiempos de incertidumbres, de un nacimiento escalonado de la cobertura televisiva del territorio y de una labor de apostolado para la implantación de las televisiones nacientes.
Muñoz Machado fue un actor principal de aquel alumbramiento. Le pregunto cómo lo recuerda: “Con enorme ilusión -me responde-, cuando apareció la primera imagen en pantalla fue algo muy emocionante porque yo había participado en aquel proceso como protagonista, en la medida que es protagonista alguien que no era accionista de la compañía pero que contribuyó a que los accionistas se pusieran de acuerdo, y sobre todo como persona que hizo todo el expediente administrativo de la concesión que se presentó en el ministerio para que se le otorgara la concesión a Gestevisión Telecinco, que así se llamaba la compañía entonces. De modo que cuando se concedió la licencia tuve un subidón, como es natural, y cuando empezó aquello a funcionar, pues una alegría enorme. Me gustaba muchísimo oír a Valerio Lazarov que decía cosas que para mí eran deslumbrantes, era un mundo que yo desconocía. Y todas aquellas cosas que manejabais también de las mediciones de audiencias, el prime time y su composición, la estructura de la parrilla de programación, era todo muy bonito. Desde el punto de vista del jurista nos encontrábamos con un mundo nuevo: había muchas acusaciones de difamación, de utilización de la imagen indebidamente, montones de cosas que descubrimos de un mundo de comunicación jurídicamente muy novedoso. Escribí por aquel entonces algunas monografías relativas a los límites de la libertad de expresión, también al régimen jurídico de la televisión, en fin, trasladaba siempre a escritos y libros lo que iba aprendiendo".
Como escribió el poeta Yeats: “El esfuerzo florecía y bailaba en el lugar”.
La escritora italiana Natalia Ginzburg hablaba del deseo de ser y de saber. Santiago hizo que de sus pasiones e inquietudes nacieran sus libros, sus estudios que fue escribiendo con mirada jurista, de historiador, de periodista, de lingüista; en suma, de investigador. Su curiosidad le llevó a escribir sobre momentos históricos de complejidad y gran alcance. Así nació la sobriedad de su obra.
Siento curiosidad por saber en qué terreno se siente más cómodo: “He sido siempre una persona preocupada por todo lo que ocurre a mi alrededor, nunca he querido que nada de lo que sucede en el mundo me resulte indiferente. Para algunas cosas he tenido más dedicación y para otras menos. Le debo al Derecho haber subido en la escala del conocimiento, en la escala social, en la escalera del prestigio, porque realmente debo decir que he sido jurista así estrictamente durante muchos años, durante el tiempo en el que anduve sacando mis cátedras y los 40 años de docente durante 4 días a la semana al mismo tiempo que atendía mi despacho, pero todo va evolucionando y yo siempre he tenido otras aficiones humanísticas y culturales que me han terminado inclinando hacia otros mundos como el del ensayo. Soy un apasionado del Estado, me atrae mucho, me he preocupado como jurista de hacer cosas que le sirvieran, que fuesen útiles para proteger al Estado y garantizar frente a él los derechos de los ciudadanos. He escrito mucho sobre eso, por tanto tengo muchos monográficos sobre la Constitución y los derechos, y poco a poco también para explicarlo desde una perspectiva histórica pues he hecho muchos trabajos que estudian la evolución de nuestro sistema político en los siglos XV, XVI, XVII y el XIX. Sí, me he ocupado de la historia, creo que soy historiador al mismo tiempo que ensayista, he tenido la fortuna que además tengo el Premio Nacional de Ensayo y el de Historia, así se me ha reconocido la dedicación”.
Santiago está dotado de una enorme capacidad para entenderlo todo, para analizarlo, es un pensador.
En estos tiempos en los que cualquiera está dispuesto a dar todo tipo de lecciones en la barra de un bar, en la calle o en una esquina como los “speakers” de Hyde Park, él despliega sus conocimientos, expone la perspectiva. Como diría el poeta René Char, “exacto en lo excepcional”.
Tiene tantos premios que necesitaría una nave en alquiler para alojarlos. Le pregunto si pesan los reconocimientos: “Hace un par de semanas me dieron la Medalla de Honor de la Academia de Jurisprudencia y Legislación de Valencia y leyeron allí los méritos que han sucedido en mi vida, y la verdad es que me da mucha vergüenza oírlos, es una cosa abrumadora que lean o digan públicamente lo que has hecho. He tenido suerte de recibir tantos reconocimientos, pero que lo digan me gusta poco, me da pudor que se haga exhibición de nada. Prefiero disfrutarlo en familia, no necesito alharacas”.
La letra “r” es la decimonovena del abecedario y decimoquinta consonante, es una letra vibrante, de sonido suave en ocasiones y cuando no, rotunda y contundente. Desde el año 2012 ocupa el sillón designado con esa letra en la Real Academia Española y desde 2018 es el director de esa institución: “Fui elegido académico, como bien dices, en el año 2012 y tomé posesión al año siguiente. Nunca pensé que podría llegar a ser miembro de la RAE, había ingresado con anterioridad en la de Ciencias Políticas, de la que tampoco pensé que llegaría a formar parte, pero la RAE, que es la primera de nuestras academias, es algo impresionante. Un día vinieron unos académicos y me lo propusieron, les dije que adelante y salió.
Lo de ser director tampoco fue una decisión mía, mis colegas después de unos años me dijeron que por qué no me ocupaba de la dirección en un momento en el que la institución atravesaba una situación delicada y no me pude negar. Es un gran honor dirigir esa casa, es muy duro en la gestión pero un reconocimiento importantísimo. La Academia es la primera institución cultural del país, la que tiene mayor repercusión en el mundo, la que defiende nuestro valor cultural más elevado, que es la lengua. Es una gloria enorme que alguien piense que tú puedes dirigir algo tan importante”.
Llamo a Luis Goytisolo, escritor y académico veterano, para que me ayude en una mejor descripción de su director: “A los pocos años de mi ingreso en la Academia, el entonces director, Lázaro Carreter, al tanto de que yo me había iniciado en la carrera de Derecho hasta que el Premio Biblioteca Breve me permitió la plena dedicación a la escritura, me encargó revisar el empleo de diversas palabras al uso en sentencias del Código Penal; mi conclusión fue la de que efectivamente, en más de un caso, costaba saber quién era el agresor y quién el agredido.
Ahora, los problemas que se le plantean a la Academia son otros. En especial, el de la renovación creciente del lenguaje. Lo que hace unos años era más o menos un fenómeno creciente, se ha convertido en abrumador, lo que obliga a la Academia a acrecentar aceleradamente el léxico presente en los diccionarios, no tanto ya impresos cuanto consultables en la red, y el realizador de ese cambio ha sido Santiago Muñoz Machado.
Consecuencia de tal vertiginoso incremento de consultas ha sido un incremento no menos vertiginoso de los ingresos, sin coste para el usuario, que han liberado a la institución de las dificultades económicas propias de la crisis. Por tanto, su gran talento ha sido provocar que en la Academia remontáramos la situación.
Solo más recientemente he sabido que además de excelente gestor, es también un gran especialista en Cervantes, confluencia que nada tiene de incompatible”.
Santiago viene de publicar un colosal trabajo sobre Cervantes en el que ofrece una profunda lección de literatura. Escribió recientemente Mario Vargas Llosa en El País. “Todo es deslumbrante en este libro que simboliza, mejor que ningún otro, la riqueza de nuestra lengua: la infinita variedad del español para expresar con todos los matices y variantes la condición humana, la fantasía que lleva a los seres humanos a transformar la vida y hacerla progresar; en otras palabras, la manera como la literatura nos defiende contra la frustración, el fracaso y la mediocridad”. Un trabajo que el director de la Academia comenzó hace más de diez años. Leerlo es una experiencia que recomiendo. Un relato delicado exhaustivo, maravilloso. Tengo curiosidad si uno de los motivos que le impulsó a este proyecto fue, como cuenta en su prólogo, el descubrir que el cuadro de Cervantes que preside el salón de actos de la RAE es falso: “Un poco sí, pero tiene algo de novelesco ese comienzo del libro, en la medida en la que le he añadido un poco de imaginación al inicio de la obra para que tenga tirón, que tenga ese atractivo para el lector. Realmente Cervantes es un personaje que como a muchos lectores me ha acompañado toda la vida. La obra cervantina me ha parecido impresionante y en particular El Quijote siempre lo he tenido cerca, creo haberla leído unas veinte veces y el resto de su obra también muchas veces. En ocasiones iba tomando notas al leer monografías de la vida de Cervantes, sobre críticas literarias de tal o cual novela pero no había pensado en escribir sobre ello. Cuando llegué a la Academia aprendí que ésta había sido decisiva tanto para que El Quijote como obra literaria alcanzara la fama que ha tenido, como también decisiva en la figura de Cervantes como escritor. El Quijote tuvo muy buena fama ya desde el año de su nacimiento, a principios del siglo XVII, en 1605 y 1615, fue reeditado inmediatamente y todo el mundo lo acogió como un libro muy divertido, con muchas bromas muy agradables. Con el tiempo esa fama se extendió y se consideró que no solo era un libro contra los libros de caballería sino un libro con muchísimos significados y de una gran calidad literaria pero se había olvidado un poco a la persona del escritor, había quedado un poco relegada en la segunda parte y la Academia contribuyó mucho a poner las cosas en su sitio, que autor y obra merecían, mediante una edición preciosa de 1780, como a través de algunas biografías que hicieron académicos a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. Eso me estimuló especialmente, y luego esos detalles de encontrarme con que el cuadro de Cervantes, el busto que preside el salón de actos no es de época, es falso y que otras cosas más que hay por la Academia, que son iconos pero son falsos; me llamó mucho la atención y me dije: aquí hay un libro precioso por escribir que es la vida de Cervantes contada de otra manera a como lo han hecho los biógrafos hasta ahora. Contar cuál es la historia del escritor, de su obra, las ediciones, la crítica, el entorno social en el que vivió, la política y cómo era la sociedad de su tiempo, cuáles eran sus cuestiones favoritas…”.
Dice otro narrador y académico, José María Merino, que “la literatura explica la realidad y no al revés”. Cervantes era un personaje que provenía de la dificultad, curtido en mil batallas y que pese a todo afirmaba que debíamos amar los sueños y que “quien sabe sentir, sabe decir”. Me asalta la curiosidad por saber si hay mucho de común entre el escritor y sus personajes, sobre todo el del Quijote: “No lo creo, él se valió de sus experiencias para diseñar sus personajes literarios, sin duda vivía una vida llena de contradicciones, de pequeñas evoluciones de las cosas que le sirvieron para inspirarse, había personajes literarios antes de que él escribiera que le pudieron valer como inspiración pero Cervantes era un genio con una capacidad literaria impresionante, el genio de la literatura de todos los tiempos, por lo tanto no importa demasiado de dónde sacaba las ideas si de su experiencia, o de la literatura anterior, lo importante es cómo las plasmaba y lo original que era al hacerlo”.
El escritor, periodista y amigo Antonio Lucas me dice siempre que los libros tienen “algo de cobijo amable, de casa segura, de mundo tomado”. Llamo a Antonio para que también él contribuya al acercamiento a Santiago:
“Muñoz Machado es un tipo que por fuera no delata la mucha vida acumulada. Tiene algo de señor que pasa de largo, pero en verdad está en muchos sitios. Y está atento. Y está callado. Y no eleva la voz. Y sonríe más que reír. Y tiene la misma habilidad en el trato en corto que en la operación a larga distancia. Elegante, cauto, inteligente sin necesidad de exhibicionismo, ha confeccionado una biografía de esas que, al repasarlas, no le sobra demasiado y, sobre todo, no le falta sitio de interés. Lo conocí de viva voz cuando tomó posesión como director de la Real Academia Española (a la que volvió a impulsar por donde más vías de agua acumulaba la institución, y de paso la apaciguó por dentro) y después durante los cuatro años en los que he compartido con él jurado en el Premio Princesa de Asturias de las Letras. En su caso, como presidente. La ironía es una de las herramientas de uso que mejor maneja Muñoz Machado. El empeño sin fatiga es la otra. Estoy leyendo su biografía de Cervantes y ahí está él de cuerpo entero: sagaz, guadianesco y riguroso. Es uno de esos sujetos de los que, al despedirse, deja en el otro el 'bullebulle' de haberle preguntado poco".
Soy yo quien sigue preguntando, ahora, si Santiago cree que la lectura de su libro es necesaria para un mejor conocimiento de Cervantes: “Pienso que sí. Ahora que acabo de publicarlo creo que mi libro contribuirá a que los que tengan afición a la lectura vuelvan a Cervantes otra vez, vuelvan a su obra, que tengan ganas de conocerla y recordarla. Estoy seguro que la lectura de este libro les añadirá información, conocimientos que les interesarán, mejorarán sin duda su acercamiento a la persona y al escritor”.
El intelectual gallego Vicente Risco afirmaba que “desde un lugar pequeño se puede ver el universo”. Todos tenemos una pequeña patria que llevamos con nosotros, tatuada en nuestra piel. Estuve hace ya muchos años en Pozoblanco con Santiago y su familia y he visto que ya desde entonces lleva a su pueblo prendido en su corazón: “Sí, la verdad es que voy menos de lo que cabría esperar pero lo quiero mucho. Mi padre me enseñó a quererle. Mi familia y amigos que tuve allí han ido desapareciendo o ya no coinciden conmigo cuando voy, que suelo ir al menos un par de veces al año. Pozoblanco es algo que llevo muy próximo a mí”.
A Santiago le he propuesto que esta conversación estuviera animada por un vino de Rioja por aquello de la cercanía con otras casas monumentales de las palabras, los monasterios de Suso y Yuso en San Millán de la Cogolla.
El vino es Altún Vistalegre de las Bodegas Altún en Baños de Ebro. Llamo a uno de los integrantes de la bodega, Iker Martinez Pangua, para que nos hable de su proyecto: “El trabajo centenario de la tierra y la natural evolución de nuestra familia dedicada en cuerpo y alma al cultivo de la viña llevó a mi padre, José Antonio Martínez en 1989, acompañado de mi madre, Ana Pangua, a crear su proyecto personal; la elaboración del fruto de sus propios viñedos (criados por su padre desde 1939) en unos vinos con marcada personalidad.
Mi hermano Alberto y yo nos incorporamos al proyecto en 2009, implementando una filosofía más vinculada al origen y terroir creando así la gama actual de vinos de pueblo y parcela.
Sus análisis nos han permitido hacer su propio mapa de parcelas, como en Francia. Calificamos nuestros vinos como vinos de pueblo, y vinos de parcela, adoptando así una filosofía más borgoñona. Diferencia, como no podía ser menos, que la marca el terruño: "Para nosotros el valor está en el campo. Nosotros hemos contribuido a dar valor a esas parcelas que entendíamos que eran únicas".
Trabajamos 50 hectáreas en propiedad, repartidas en 29 parcelas. Elaboramos poco más de 300.000 botellas, repartidas en 4 vinos de pueblo, 3 de premier cru y 3 de grand cru.
Los altos precios de las fértiles tierras cercanas al Río Ebro (empleadas para cereal en aquella época) obligaron a nuestro bisabuelo Balbino a adquirir en 1929 uno de los suelos más pobres, pero a su vez más complejos de la zona. A día de hoy tenemos el privilegio de ser los responsables de preservar esta mágica parcela.
Viñedo de Tempranillo plantado en 1974 en Baños de Ebro. Suelo desarrollado mayoritariamente sobre terrazas altas del Cuaternario, constituidas por cantos y bolos de caliza y cuarzo, englobados en una matriz arenosa y limolítica de tonos rojizos (hidróxidos y óxidos férricos). Estas terrazas a su vez descansan sobre depósitos del Terciario continental, constituidos por una alternancia de arenas, areniscas calcáreas y arcillas de tonos amarillentos u ocres, que afloran en la cabezada de la parcela.
Un vino para la intimidad, para el cual no sirven las palabras, sólo la emoción. Vistalegre acaricia todos nuestros sentidos con una textura indescriptible y una fuerza envuelta por una finura conmovedora; realmente, emocionante”.
Me despido de Santiago, que me anuncia que el próximo miércoles hablará de su libro con Vargas Llosa en el seno de la Academia. Mientras regreso a mis quehaceres diarios pienso que nuestras vidas están hechas de palabras, y, como dice Martín Garzo, “con ellas tomamos posesión de las cosas”.
Palabra de Vino.