Rozalén, la verdad y los sueños

  • Mientras estudiaba psicología, ya tocaba en bares y empezaba a componer canciones

  • Su single '80 veces', de su primer trabajo discográfico, fue un vuelco, y con 'Que no, que no' logró un Goya en 'La boda de Rosa'

  • Sus referentes son los cantautores Silvio Rodríguez y Luis Eduardo Aute y acaba de publicar el álbum 'El árbol y el bosque'

Las canciones son lugares de tránsito que nos transportan a otros sitios en los que muchas veces ni siquiera habíamos estado. A menudo van encendiendo luces y guiándonos por sus caminos de procedencia, los puntos cardinales de destino. Son viajes emocionales, o al menos así los canta Rozalén desde que aprendió a hablar, desde que tiene consciencia. Le pregunto si esto es así: “Así es", se reafirma. "Yo cantaría siempre porque para mí hacerlo es como una vía de escape. Estudié Psicología, pero en mitad de la carrera ya tocaba en bares y empezaba a componer canciones, hasta gané un concurso de canción de autor en la ciudad de Murcia y fue la primera vez que me dije: este pueda que sea mi camino”.

Nació en Albacete pero se crio en la Sierra del Segura, en un pueblo de singular belleza, Letur, al que algún cronista llamó “villa alegre con mucha agua y frescura”.

“Soy albaceteña pero me siento muy serrana porque cuantos más años cumplo más tengo la necesidad de volver a mi raíz. Últimamente sueño mucho con mi infancia, siento una extraña nostalgia que me hace tener muy presente lo que yo viví de niña: el contacto con la naturaleza, con el campo, los animales… Es por ello que yo ahora también tengo mi huerta y me planteo tener animales, no solo mi perro y mi gata. Añoro lo natural que tanto abundaba en mi casa y en mi familia, todo eso lo tengo más presente que nunca”.

“En nuestro pasado está todo cuanto necesitamos”, dice Luis Landero en “El huerto de Emerson”.

Hace unos años nos sorprendió con su originalidad, con sus letras intimistas y sus mensajes verticales, inquebrantables. Su primer trabajo discográfico era una declaración de intenciones: “Con derecho a” (2013). Su single “80 veces” fue un vuelco, un chispazo, una descarga, con su vídeo consiguió un número de reproducciones infinito. “Ese fue el gran paso. Era la primera vez. Había sacado el disco de manera independiente y cuando grabamos ese videoclip Bea (su inseparable Beatriz Romero) y yo nos asombró el éxito tan repentino. Fue la primera vez que tuve la sensación de que se me iba de las manos y fue gracias a ese vídeo que fichamos por Sony y todo se profesionalizó, fue el gran momento en el que la vida me puso delante que mi trabajo debía ser mi vocación”.

Supe de este momento en una vieja conversación con Blanca Salcedo, directora de marketing de Sony Music. Le llamo para que sea ella quien me lo cuente: “Nunca se me olvidará la primera vez que vi a Rozalén. Javier Portugués, entonces A&R de la compañía, nos hizo llegar un vídeo de escasísimo presupuesto de la canción “80 veces”. Pensé que era lo mejor que había visto hacía mucho tiempo, y no debí ser la única, porque nos encontramos todas las grandes compañías discográficas intentando conseguir su fichaje.

Para nuestra fortuna, su decisión fue unirse a Sony Music y así tuvimos la oportunidad de trabajar con ella. Vinieron los primeros conciertos, tan emocionantes y divertidos, y rápidamente la vimos crecer y convertirse en la gran artista que es hoy. Una gran compositora, increíble intérprete y una de las mejores personas con las que me he cruzado. Inteligente, generosa, realmente comprometida con las causas, es para mi una verdadera inspiración. Espero que el tiempo ponga la justa perspectiva sobre su obra, y nos la muestre como la sucesora de los grandes cantautores españoles que triunfaron en todos los países de habla hispana como Joan Manuel Serrat o Joaquín Sabina. Yo nunca he tendido dudas de que así será…”.

Para abundar en esta cuestión del hallazgo decido llamar también a mi amigo Mon Tapias, el Brand Manager de “Los 40 Classic”, él también sabe de los comienzos de Rozalén:

“Corría el año 2013, septiembre, cuando Ismael Guijarro se reúne conmigo para presentarme un proyecto nuevo, me habla de María Rozalén.

Le digo que me encantaría escucharla, que viniera con ella a los estudios para oírla cantar. Cuando empieza a cantar, a mí me invaden muchas cosas por dentro, y todo lo que me había contado Ismael era cierto e incluso se quedaba corto. Hacía mucho tiempo que no escuchaba algo ni parecido, con una timidez y una humildad asombrosas, me deja alucinado con su voz y sus canciones.

Yo por aquel entonces llevaba una televisión musical, Ismael me dice que tienen un video que les ha costado 150 euros, que si hace falta hacer otro vídeo. Mi respuesta fue: Isma, cantando así, como si la grabas con un móvil Nokia, al talento no hay que meterle billetes, hay que promocionarlo. El resto ya es historia de la música en nuestro idioma.

Así fue como conocí a María, un talento descomunal que, gracias al buen gusto de la propia María, y el empeño, buen hacer e insistencia de Ismael Guijarro, ahora está donde está”.

Rozalén pasó de cantar en bares, en escenarios pequeños, a llenar recintos con capacidad para miles de personas. Empezó a ser reconocida como una cantautora sin imposturas ni aspavientos, de una gran espontaneidad, capaz de generar ecosistemas envolventes. Le pregunto cómo se vive este paso largo de un ambiente a otro, de lo pequeño a lo grande: “Creo que lo nuestro fue a fuego lento, porque antes de ese primer disco estuve 7 u 8 años tocando en la calle, en los bares. Después de mis dos primeros trabajos discográficos la cosa fue creciendo mientras recorríamos de arriba a abajo la Península, los cientos fueron miles y todavía hoy en algún momento pienso que alguien me va a despertar y a decir: vuelve a tu vida, este es un sueño que está durando mucho”.

La conciencia social

Estudió Psicología y Musicoterapia y siempre he pensado que esa formación ha incidido en su manera de componer, en la raíz de esas canciones que despiertan conciencias: “Mi conciencia social - me responde- me viene dada también por la educación que he recibido de mis padres, que son hipersensibles al mundo. Mi padre, un sacerdote secularizado, sostiene que hay que mirar por el pueblo, por lo que sucede a tu alrededor, a los que te rodean”.

“Elegí la rama social de Psicología y quizá por eso me cuesta más escribir de amor que de lo que pasa en el mundo, veo las noticias y como que me duele mucho más el estómago, el pecho, con la actualidad que ante cosas que pueden pasar en el lado romántico que todos conocemos. Aunque luego cuando te deja tu pareja…”.

La Psicología te da una información valiosísima para el estudio del comportamiento humano, así que imagínate para hacer canciones… Todo lo que una estudia o lee es inspiración pura, aunque una no pueda ser psicóloga de sí misma y por eso tiro de ahí cuando lo preciso, cuando necesito acercarme al mundo con una mirada un poco más específica”.

Esa sensibilidad social tiene su acentuación aguda cuando Rozalén sale al escenario acompañada de Beatriz Romero y su lengua de signos. ¿Cómo se te ocurrió esto?

“Bea y yo nos conocimos en Bolivia haciendo tareas de cooperación, yo no conocía a nadie del colectivo sordo pero ella me mostró una de las lengua más bellas del mundo, la lengua de signos, que me fascinó por su expresividad y además a ella le gustaron también mucho mis canciones, desde entonces lo vi clarísimo, fue algo casual que se iba liando solo. Primero hicimos una canción juntas, luego probamos haciendo un cuatro canciones juntas en un concierto y por último el concierto al completo. Y ella, que trabajaba en un instituto con alumnos sordos, ha tenido que pedir una excedencia para que pudiéramos continuar con nuestro proyecto”.

Su música destila la necesidad de estar en contacto con las palabras con las que recorrer diferentes ángulos de la vida, sus canciones son cantos rodados recorriendo caminos, señales de humo, con el corazón y la cabeza a ras de suelo. Sus letras son la siembra de tierras baldías, un rastro de poesía de lo justo. Le pregunto cómo definiría sus textos: “Mi lenguaje es mucho más coloquial que poético, es verdad que tengo algunas canciones poéticas. Siento un enorme respeto por los poetas y la poesía. No todas las canciones son poesía ni todos los poemas son música pero sí que hay mucha belleza en las letras”.

“Intento ser cada vez más poética y en mi último disco hay mucha más consciencia de rimas, de contabilidades silábicas, por ejemplo en “El día que yo me muera” son todo coplillas de octosílabos inspiradas también en coplas populares que hablaban de la muerte. Cada vez estoy dando más tiempo a la letra y a la poesía para que tenga más coherencia, además muchas de las canciones que más gustan no son tan poéticas, por ejemplo “Girasoles”, “Comiéndote a besos” o “Mira que no, que no” con la que hemos ganado el Goya, que si tú la lees habla de un tiempo en el que no descanso, como poco, que cuesta concebir…”.

Rozalén ha tenido sus faros, sus referencias: Silvio Rodríguez, Luis Eduardo Aute, cantautores que contaban historias de amaneceres de cada día, de sueños de cada noche, de quienes nos hicieron saber que sentir la belleza es sentir la existencia. Ella hace una extraordinaria versión de “La belleza” de Luis Eduardo Aute. Otra manera de declinar la poesía: “Sí, bueno -continúa- eso sí que es poesía pura, y a mí me gusta hacer pequeños homenajes a los grandes maestros, el primero fue con esta canción de Aute, que por cierto estoy empezando a echar de menos volver a cantarla, estoy segura de que la recuperaremos en próximos conciertos. La siguiente fue “Volver a los 17”, de Violeta Parra, y ahora canto “La maza”, de Silvio Rodríguez, que tiene mucho que ver con la filosofía del disco: “El árbol y el bosque”. Seguiré cantando canciones de mis maestros porque está claro que sigo escuchando discos de Aute y me fascino de cómo podía alguien contar y cantar así de bien las cosas, siento devoción absoluta”.

El poeta ucraniano y premio Princesa de Asturias de las Letras Adam Zagajewski escribió que “solo en la belleza creada por otros hay consuelo, en la música de otros y en los poemas de otros. Solo otros nos salvan”.

El cine

Rozalén tiene algo de otro tiempo, de ese que convierte la vida en el sueño de los despiertos: el cine. En el año 2015, el director de cine Nacho García Velilla le hizo participar en la banda sonora de su comedia “Perdiendo el norte” y el año pasado fue Icíar Bollaín quien le eligió para interpretar el tema central de “La boda de Rosa” con el que obtuvo el Premio Goya.

Antes de proseguir la conversación llamo a Nacho para que me cuente cómo surgió esa alianza entre él y la cantante: “Karl Marx decía que la historia se repite, primero como tragedia y luego como farsa. En los años sesenta, una generación de españoles hambrientos emigró al norte de Europa dejando atrás una España gris y atrasada. Décadas después, la que se supone que es la generación de españoles mejor formada de todos los tiempos, educada en democracia, con acceso a la información, a la tecnología y a las redes sociales, se vio obligada a salir a buscarse la vida en Europa como hicieron sus abuelos. De la necesidad de contar esta realidad social surgió 'Perdiendo el Norte', con la intención de retratar una época y una generación: la de los jóvenes que, por primera vez en muchas décadas, iban a vivir peor que sus padres.

Queríamos contar la mayor crisis económica, social y anímica de la reciente historia de España desde el humor, la ternura y el optimismo. Por eso, no podíamos fallar a la hora de poner música y voz a esta historia. Teníamos que encontrar esa voz que contara esta tragedia desde el respeto, con la sensibilidad necesaria. Por entonces, Rozalen ya había tenido su primer gran éxito, 80 veces, y, aunque no dejaba de ser un secreto a voces su gran talento, ella no había dejado de tocar en bares. En uno de esos bares, Bendita Ruina, en Huesca, la conocí. Me sorprendió la conexión tan directa y natural que tenía con el público y cómo era capaz de entablar ese diálogo musical con generaciones diferentes. Lo tuve muy claro, necesitaba que ella hiciera el tema principal de la película. Después del concierto, la conocí. Charlamos sobre cine, música, literatura… y confirmé lo que ya había visto sobre el escenario: María es una persona y una compositora que se expresa con intensidad y profundidad, pero sin ningún tipo de impostura. Proyecta sinceridad y autenticidad.

Iba a ser su primera composición para el cine, pero, afortunadamente, aceptó mi invitación. Captó la idea de la película con el visionado de un primer montaje primigenio y muy imperfecto, y nos regaló Berlín, un bolero precioso, cálido y emotivo que relata a la perfección las andanzas y la historia de amor de una pareja española, interpretada por Blanca Suárez y Yon González, por las frías calles de la ciudad alemana emulando el camino que hicieron sus abuelos cincuenta años atrás.

Gracias María".

Para proseguir la conversación le pregunto si le gusta tener esa relación con el cine: “Me fascina. Para “Perdiendo el Norte” hice la canción “Berlín” y luego la versión de “Mi querida España” con Kiko Veneno y cuando escuché mi canción ahí en medio de una cena creo que fue de las cosas más emocionantes de mi vida. Soy muy fan del cine español y no me lo creía cuando Nacho me llamó para componerla. Y fíjate ahora, con la película de Iciar Bollaín, que además me trajo de regalo un Goya en el año más difícil. Es fascinante, es jugar a ser otra persona. Me gusta también que me manden, que me digan lo que quieren de mí y ponerme a prueba, eso me gusta mucho y ojalá que no sea la última, que me sigan llamando para hacer canciones para el cine. Te confieso que también me gustaría salir en alguna escena cantando, como le sucedió a Chavela Vargas o Caetano Veloso con Almodóvar, eso me fascinaría”.

En su último disco hay en Rozalén un cierto espíritu de zahorí, sus canciones son como vasos de agua fresca, nos esperan a la manera de lo que dice el profesor Araújo de los árboles, “con los brazos abiertos, para encontrar el necesario consuelo entre sus sombras, arrimado a los troncos, casi envuelto por las ramas“. Tal cual. Una perfecta metáfora de su sonido. Le pregunto precisamente a Rozalén el porqué de ese título, “El árbol y el bosque”: “Porque el árbol es el individuo que uno lleva encima, el bosque es la sociedad, el ruido de lo colectivo. Fue precisamente por un documental de Aute que quería ponerle a su siguiente proyecto “Que el bosque te permita ver los árboles”. Y como este disco tiene tanto de autocuidado aunque contenga también crítica, sí que creo que el individuo, no de manera ególatra, está muy presente, entonces me pareció bonito llamarlo “El árbol y el bosque” con la indicación total al cuidado de uno mismo para que el bosque esté despejado”.

Volver a los conciertos es como ir plantando árboles por España adelante, volver a dar, a darse vida después de tanto tiempo de ostracismo, volver a hacer bailar el aire en cada escenario. “Así es el ser humano -resalta, Rozalén- aunque tenemos muy poca memoria pero cuando te arrebatan lo que más quieres es cuando parece que más lo valoras, sobre todo después de estar tanto tiempo soñando con volver a cantar y tener a la gente delante. Si antes te dejabas la piel en el escenario pues ahora la sensación es como si fueran el primero y el último”.

Decía Nabokov que “la imaginación es una parte de la memoria”.

El vino de una pasión heredada

“El vino me encanta -me señala Rozalén-, ya no porque me guste su sabor sino por lo que representa, por el proceso desde el minuto uno: el cuidado del viñedo, la vendimia, la fermentación, sus procesos artesanales. Para mí el vino se ha convertido en un ritual, me acompaña en los grandes momentos de mi vida: una cena con una buena degustación de quesos y vino es un placer inenarrable, quedar con amigas y compartir conversación alrededor de una botella, hay buen plan si hay buen vino.

¿Crees que una buena compañía mejora a una botella de vino?

“Desde luego, lo digo en una canción, somos seres sociales y apreciamos la compañía, aunque tampoco pasa nada por estar sola y hacerse acompañar por un buen vino. Es importante pasar tiempo en soledad, pensar, ponerte música y que te acompañe una copa de vino es también uno de los placeres de la vida. Abrir una botella mientras cocino, me encanta”.

¿Qué vino o vinos te gustan?

Me gustan los riojas y los riberas. Cuando viajo pido siempre vinos de cada zona porque también me gusta probar y descubrir. Ahora hay muchas zonas de España donde hay vinos que son una pasada. Pero este que he elegido para que nos acompañara hoy, es uno de mis preferidos”.

Habla de un vino de la Ribera del Duero, Cair Cuvée 2018, que riega esta conversación desde el principio. Fruto del carácter de un bodeguero inquieto, Juan Luis Cañas, con una dilatada experiencia en La Rioja Alavesa y una pasión por el viñedo heredada de su padre, el histórico Luis Cañas. La bodega Dominio de Cair nació en el año 2008 mientras Juan Luis buscaba ese tesoro escondido de viñas antiguas, cepas de edades centenarias. Es detallista, minucioso, respetuoso con el suelo y el entorno y encarna el perfil de esos bodegueros que saben que saben que solo las mejores uvas pueden dar un gran vino.

Cair Cuvée se cultiva en La Aguilera y Moradilla de Roa (Burgos) en viñedos situados entre 820 y 960 metros de altitud. Es mayoritariariamente tempranillo con un ligero añadido de merlot, criado en barricas de roble francés y americano durante 2 años.

Es un vino intenso y directo, vibrante, con taninos muy vivos; sedoso, goloso. Un magnifico compañero, le digo a Rozalén mientras alabo su elección.

Sueña esta manchega con que nunca se le vaya inspiración y tener siempre ganas de componer; con que sigan cruzando su vida rostros que le proporcionen historias que canta sobre un escenario, que sus canciones respiren como deben hacerse los vinos, con seguir buscando la verdad para saber contarla, esas verdades que como dicen “Las mil y una noches”: “…no se encuentran en un solo sueño, sino en muchos sueños”.

Palabra de Vino.